Actualidad Vida

“Conservadores de Vida” se oponen al aborto

“Muchos de nuestros dirigentes, sensibles y afectos a la Defensa de la Vida, adolecen de los criterios ontológicos y éticos que podrían proveerles los argumentos jurídicos sólidos necesarios para refutar y oponerse a cualquier forma de instrumentalización con la que se pretenda justificar el aborto, y les darían, además, razones más claras y bien fundamentadas para amparar adecuadamente a la Familia y, con ella, a la mujer y a la maternidad”.

Según informa el portal “Sinergia Informativa“, «el movimiento “Conservadores de Vida”, que orientan el senador Juan Diego Gómez Jimémez y el representante Nicolás Albeiro Echeverry Alvarán, se opone a la interrupción del embarazo libremente, sin ninguna causal, dentro de las 16 semanas, como lo propone el magistrado de la Corte Constitucional, Alejandro Linares».

No obstante, según cita la nota en el tercer párrafo, también dicen:

Los “Conservadores de Vida” no son ajenos a la tendencia global en materia de derechos de las mujeres que ha derivado en la legalización del aborto en gran parte de los países desarrollados. Pero lo aceptan como última y extrema alternativa, si la vida de la madre está en inminente peligro, pues sería una negligencia médica no salvar la vida de la única que puede continuarla.

No dudamos de su compromiso en Defensa de la Vida, y de sus buenas y loables intenciones al respecto. No obstante, tal declaración –al menos en este párrafo– evidencia un vacío con respecto a la información que manejan sobre el aborto y lo que concierne a la ética médica.

Desconocen que hay protocolos médicos y éticos muy bien y claramente definidos, en favor de las dos vidas, además de los modernos avances de la medicina que reducen notablemente las posibilidades de riesgo tanto para la madre como para la criatura. De modo, pues, que el tema no se puede abordar reduciéndolo al marco propio de la llamada “ética de dilemas”, en la que se plantean –muchas veces sólo hipotéticamente– situaciones extremas, opuestas e inconciliables.

Este es un vacío de formación, por desgracia bastante común no sólo entre la clase política sino entre muchos profesionales. Un vacío subsanable con una adecuada fundamentación filosófica y ética.

Ver: “El Respeto a la Persona y a su Dignidad“.

Muchos de nuestros dirigentes, sensibles y afectos a la Defensa de la Vida, adolecen de los criterios ontológicos y éticos que podrían subsanar dicho vacío y proveerles los argumentos jurídicos sólidos necesarios para refutar y oponerse a cualquier forma de instrumentalización con la que se pretenda justificar el aborto. Y les darían, además, razones más claras y bien fundamentadas para amparar adecuadamente a la Familia y, con ella, a la mujer y a la maternidad.

Celebramos que –no obstante los vacíos de los que hemos hablado–, al final de su declaración afirmen:

Los “Conservadores de Vida” esperan que el debate se pueda dar más allá de la esfera jurídica, con fundamento en los principios éticos y en el derecho a la libertad de conciencia, teniendo en cuenta argumentos médicos, filosóficos y religiosos.


Ver: “Confesionalidad y Defensa de la Vida“.

En tal sentido, los argumentos que se esgrimen desde el ámbito de la fe –o “religiosos”, como despectivamente se les llama– están muy por encima de los que se esgrimen en el debate actual.

Un debate pretendidamente “científico”, pero que reduce las opciones de defender la vida a un estado de desarrollo embrionario “sintiente, que supuestamente comenzaría semanas después de la implantación, con lo cual se estaría justificando el aborto antes de dicho “límite”, el de la sensibilidad.

De esta manera, la defensa de la vida humana se equipararía a la de los animales, nada más, sin una diferenciación ontológica con respecto al tipo de ser vivo sobre el que se está actuando, considerándolo sólo como sujeto “sintiente” o “no sintiente”.

La cuestión no es “en qué momento empieza a sentir”, sino desde cuándo es Persona y, por lo tanto, un ser digno.

La respuesta es y está muy clara desde hace mucho tiempo, y no es extraña a la recta razón ni a la inteligencia de nadie: lo es desde la concepción, en la que óvulo y espermatozoide se unen dando lugar en ese mismo instante a un nuevo individuo de la especie humana cuyo desarrollo no se detendrá ya. Individuo que aunque no esté completamente maduro, está en desarrollo, y es un ser pleno.

Por lo tanto, no hay por qué decantarse en favor del aborto en ningún caso; menos aún, planteando alguna forma de excepción que lo justifique.


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