“La fe es lo que permite a la inteligencia
André Frossard
vivir por encima de sus posibilidades”.
«Yo soy la vid; vosotros los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto; porque separados de mí no podéis hacer nada».
Juan 15, 5
La defensa de la vida no puede prescindir de los criterios de la fe, que la fundamentan, ni apagar las distintas formas de expresión religiosa con que se hace.
En ningún caso, defender la vida desde la fe supone un dilema de conciencia, a menos que no se tenga una bien formada y recta conciencia.
Una «recta ratio», es decir, una recta razón, sólo puede tener como fundamento una recta conciencia, que es capaz de captar y de juzgar adecuadamente los datos de la realidad.
De modo que cualquier valoración de la vida, por más pretendida y válidamente «científica» o biológica que sea, se fundamenta en una recta razón, ésta en una recta conciencia, ésta en la conciencia moral y ésta, a su vez, en la revelación explicitada y enseñada por la Iglesia.
«Juan le dijo: «Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu nombre y no viene con nosotros y tratamos de impedírselo porque no venía con nosotros». Pero Jesús dijo: «No se lo impidáis, pues no hay nadie que obre un milagro invocando mi nombre y que luego sea capaz de hablar mal de mí. Pues el que no está contra nosotros, está por nosotros»».
Marcos 9, 38-40; Lucas 9, 49-50
La Defensa de la Vida no sólo hace parte de la Teología Moral, que ofrece una idea comprehensiva e integral de la Persona Humana, de su Naturaleza y Fin y, por lo tanto, de su Dignidad, en referencia a la idea de las Personas Divinas de la cual procede su clara formulación, y de la imprescindible afirmación del Génesis: «Dios creó al Hombre a Su Imagen y Semejanza«, y de su reiteración: «A su imagen y semejanza, varón y hembra los creó«.
Sin este referente teológico fundamental, es imposible un presupuesto antropológico, mucho menos, pretendidamente sustentado sólo en la biología o en la ciencia, cuyos presupuestos sólo demuestran lo fáctico de algunos hechos, pero no lo explican todo.
La Defensa de la Vida también hace parte de la Doctrina Social de la Iglesia (DSI), la cual tiene el deber y derecho de enseñar, afirmando «su propia competencia de hacerlo en orden al bien y a la salvación de los hombres».
«Más allá del ámbito de sus fieles, la Iglesia ofrece su Doctrina Social a todos los hombres de buena voluntad afirmando que sus principios fundamentales son «exigidos por la recta razón» iluminada y perfeccionada por el Evangelio»,
«El que no está conmigo, está contra mí; y el que no recoge conmigo, desparrama».
Mateo 12, 30
De modo, pues, que así como un defensor de la vida tiene derecho a manifestar sus convicciones y a hacerlo aún en frente de los centros de decisión y en los que se practican el aborto o la eutanasia, con mayor razón también lo tienen los creyentes manifestando por todos los medios lícitos su confesionalidad.
«La historia del debate público sobre la despenalización del aborto en Colombia permite corroborar que los católicos comenzaron a perder la batalla contra el aborto cuando renunciaron a referirse a este como un pecado y entraron a debatir con argumentos meramente jurídicos… Por otro lado, es evidente que la acción pública de un católico debe darse siempre fundamentada en la vida sacramental, la oración y la contemplación, pues el combate contra las fuerzas del mal y sus manifestaciones en el ámbito jurídico, político, social y cultural es, ante todo, espiritual. Sin este aspecto esencial, los esfuerzos humanos son ineficaces y no son bendecidos por Dios, ya que no lo tienen a Él como principio y fin».
Rosario contra el aborto en Medellín
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