Hace unos tres años, regresando de dar una charla sobre la castidad a un grupo parroquial de parejas dirigido por un matrimonio de amigos que, como yo, forma parte de la Unión del Apostolado Católico en Medellín, y teniendo como compañera de trayecto en la parte de atrás del vehículo en el que me traían a casa a la hija de estos amigos míos, una niña en ese momento de unos 4 años, con la que conversaba animadamente de varios temas.
De pronto le pregunto:
—¿María Camila, y te vas a disfrazar este año?
Ella me mira con ojos extrañados, y me dice simplemente:
—No.
—¿No? Y, ¿por qué no? –le insisto.
—Porque eso no le agrada a Dios –me dijo clara y rotundamente, con la lucidez de su inocencia.
Es algo que me quedó taladrando en el alma, y aún me toca cuando –por alguna razón– tomo decisiones en agrado de los demás o mío, antes que pensar en agradar a Dios. Me impacta la seguridad de los niños, que son capaces de acoger la verdad en su corazón de una forma tan firme, aún sometiéndose a la burla de sus amiguitos y a la mirada extrañada de los que los rodean.
Pensando en estos días en los que la Liturgia de la Pascua nos va llevando por los relatos de los Hechos de los Apóstoles, ante la vida de Pablo y su conversión “tumbativa”, eficaz y transformadora, no solo de su propia vida sino de incontables personas hasta el día de hoy.
Saulo de Tarso, como él mismo se describe en la carta a los Gálatas, tenía una vida, una historia familiar e incluso un modo propio de vivir a Dios, hasta que se encontró de frente con la mirada y la voz amorosa y reprobadora de Jesús, que lo hicieron cambiar totalmente de rumbo.
Carta a los Gálatas – Capitulo 1
«10. ¿Acaso yo busco la aprobación de los hombres o la de Dios? ¿Piensan que quiero congraciarme con los hombres? Si quisiera quedar bien con los hombres, no sería servidor de Cristo. 11. Quiero que sepan, hermanos, que la Buena Noticia que les prediqué no es cosa de los hombres, porque 12.yo no la recibí ni aprendí de ningún hombre, sino por revelación de Jesucristo. 13. Seguramente ustedes oyeron hablar de mi conducta anterior en el Judaísmo: cómo perseguía con furor a la Iglesia de Dios y la arrasaba, 14.y cómo aventajaba en el Judaísmo a muchos compatriotas de mi edad, en mi exceso de celo por las tradiciones paternas. 15. Pero cuando Dios, que me eligió desde el seno de mi madre y me llamó por medio de su gracia, se complació 16.en revelarme a su Hijo, para que yo lo anunciara entre los paganos, de inmediato, sin consultar a ningún hombre 17.y sin subir a Jerusalén para ver a los que eran Apóstoles antes que yo, me fui a Arabia y después regresé a Damasco. 18. Tres años más tarde, fui desde allí a Jerusalén para visitar a Pedro, y estuve con él quince días. 19. No vi a ningún otro Apóstol, sino solamente a Santiago, el hermano del Señor. 20. En esto que les escribo, Dios es testigo de que no miento. 21. Después pasé a las regiones de Siria y Cilicia. 22. Las Iglesias de Judea que creen en Cristo no me conocían personalmente, 23.sino sólo por lo que habían oído decir de mí: «El que en otro tiempo nos perseguía, ahora anuncia la fe que antes quería destruir». 24. Y glorificaban a Dios a causa de mí.»
Gálatas, 1 – Bíblia Católica Online
Como él mismo lo narra, desde ese encuentro con Cristo, a quien entregó por completo su vida, todo lo hace con la base de agradar a Dios, siempre agradar a Dios; tanto así que a pesar de haber recibido enseñanza, doctrina y mandato del mismo Jesucristo, fue a Jerusalén para presentarse ante la autoridad de los apóstoles, quienes eran cabeza de la iglesia; no hizo alarde de su especial llamado empezando a obrar por su cuenta, sino que se adhirió a la jerarquía de la Iglesia, obedeciendo y agradando a Dios.
Qué difícil resulta en el día a día de nuestra vivencia católica mantenernos en el agrado a Dios; vivimos de alguna manera sometidos a compromisos y condicionantes sociales y laborales que nos ponen en condición de sometidos, y nuestra conveniencia no permite que tengamos actos de valentía como el dejar de asistir a seminarios programados en la empresa so pretexto de mejorar la productividad, en los que sabemos van a llenarnos de doctrinas de la «nueva era».
Pablo no fue Pablo por un acto mágico: tuvo que sufrir la decisión de agradar a Dios, dejando atrás a su familia judía, que de seguro sufrió un escándalo mayúsculo por su conversión; dejó atrás los privilegios de ser ciudadano romano; dejó atrás una vida entera y se entregó por completo a hacer en todo lo que agrada a Dios.
Nos resulta muy cómodo escuchar, cuando se nos narra en la Liturgia de la Palabra, las peripecias que sufrió Pablo por predicar a Cristo, cómo fue apaleado incluso hasta que sus verdugos le dieron por muerto, el relato del naufragio y cómo pasó hambre por no aceptar dinero a causa de su actividad apostólica, y cómo decidió, en cambio, trabajar con sus propias manos y sustentarse por medio de ese trabajo manual de tejer tiendas de lona, para no hacerse una carga para los hermanos. Estuvo preso en la cárcel Mamertina de Roma, en la que solo veía el sol por un pequeño orificio, y ahí dictó a Lucas el bello Himno de la Primera Carta a los Corintios, capitulo 13, porque el Amor que se vive en Cristo y desde Cristo, no está sujeto a circunstancias humanas de bienestar, es un saber profundo y la certeza de ser amados hasta el extremo por aquel que se entregó por mí, como él mismo lo dice.
Muchos líderes tiene nuestra iglesia, pero pocos servidores; hasta tarifa le ponen a sus horas de prédica y se sienten frustrados si cuando al llegar a iniciar sus eventos, hay pocos asistentes. Medir el éxito de la evangelización por números de asistentes y seguidores, es un total desconocimiento de la forma de actuar de Jesús, que se quedó a solas con la samaritana a la vera del pozo para en esa soledad tocar ese corazón tan importante para Dios.
Pablo, un hombre docto y culto como el que más, fue abucheado en Galacia porque esperaban de él palabras de elocuencia, pero él solo quería predicar a Cristo y a Cristo crucificado, porque predicar el evangelio real de Jesús, es predicar la cruz y con ella la resurrección.
Seguir a Cristo es llegar, como Pablo, en medio de todas sus duras vivencias, agradando solo a Dios, a poder decir:
Carta a los Gálatas – capitulo 2
20 «y no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí; la vida que vivo al presente en la carne, la vivo en la fe del Hijo de Dios que me amó y se entregó a sí mismo por mí».
Gálatas, 2 – Bíblia Católica Online
Cuando decimos sí a Dios, ¿hasta dónde estamos dispuestos a llegar por agradar solo a Dios?
Nuestra vida, ya no puede ser la misma, y nuestras relaciones han de verse afectadas, porque no puede ser más el discípulo que el maestro. Si todo va bien en el mundo con tu vida en Dios, entonces hay que examinar tu manera de seguirlo, porque Jesús en su palabra prometió persecución, y es una realidad de la que no puede escapar el verdadero discípulo de Cristo.