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Una vacía lucha por los derechos

Bandera sodomita en marcha del orgullo gay en 2018
Escrito por Invitado

Cuba pretende legalizar las uniones homosexuales y hacer gala de que defiende libertades a pesar de que coarta otras libertades.

Por: Antonio Francisco Quintero

El Estado cubano ha aprobado el supuesto matrimonio de personas del mismo sexo después de que un referéndum reuniera una mayoría de votos a favor de un código de familia que fue aprobado por la Asamblea Nacional de Cuba el pasado mes de julio. Por su parte, el abogado y activista panameño Iván Chanis Barahona, presidente de la Fundación Iguales y vinculado a asociaciones como Human Rights Watch, se ha pronunciado favorablemente en Twitter, afirmando que «Cuba aprueba abrumadoramente el matrimonio civil de parejas del mismo sexo y su derecho a la adopción, y amplía la protección de mujeres, niños y personas mayores».

Chanis celebra apresuradamente la implementación de este código por el gobierno cubano, y olvida que Cuba está reprimida por dicho régimen totalitario que le ha mantenido en la miseria por décadas, y muchos desesperadamente intentan huir del país; Cuba no tiene nada que celebrar.

Cabe notar que la «protección civil ampliada» que invoca Chanis no es sino una manera de brindar un disfraz solidario a la agenda que exporta. Nadie en su sano juicio quisiera que las mujeres, los niños, y las personas mayores estuvieran desprotegidos. Lo que es menester rechazar, es eso que explícitamente presenta como «matrimonio civil de parejas del mismo sexo».

Ya el solo hecho de que el matrimonio sea civil es un abuso del Estado, pues usurpa a la Iglesia la función de formar la unión conyugal, pero ahora se añade la pretensión de legalizar por contrato una unión desordenada y antinatural. Recordemos que Chanis ha afirmado previamente que «tener descendencia es un derecho del matrimonio», y si bien todo matrimonio debe consumarse y producir descendencia, sólo es matrimonio la unión conforme a la ley natural de un hombre y una mujer.  El reclamo de que una pareja del mismo sexo no puede reproducirse debiera, más bien, hacerse a la naturaleza, no al Estado.

Del mismo modo, la visita de Jessica Stern, aunque sea disfrazada de otro modo, representa un intervencionismo yanqui. Sin caer en la ideología de la llamada «extrema izquierda» del siglo pasado, si puede afirmarse que nos hallamos bajo la esfera de influencia de una potencia que ignora nuestros quinientos siglos de catolicismo, y no conforme con exportar sectas y errores liberales originarios en su propio suelo, ahora nos vienen a hacer «recomendaciones» en materia de «derechos» para una «minoría». Contrario a lo que afirma Iván Chanis, esto no representa una evolución del derecho internacional, sino una degeneración del derecho en general.

Dado que el señor Chanis ha afirmado previamente, que hay una tendencia en las democracias hispanoamericanas (como hicieron por ejemplo las vecinas Costa Rica y Colombia) de reconocer uniones civiles e incluso matrimonios para parejas del mismo sexo, y que la Fundación Iguales se ha creado con la finalidad de cambiar la opinión pública en torno a estos asuntos, es eufemístico, en el mejor de los casos, afirmar que la labor de Stern en suelo panameño fuera una simple asesoría o recomendación,

Desde los distintos colectivos y organizaciones progresistas en Panamá, pues no se halla sola la Fundación Iguales en ese sentido, se sostiene la idea de que si el Estado panameño reconociese las uniones civiles o los matrimonios de parejas del mismo sexo, sería un avance en materia de derechos humanos, crearíamos una sociedad justa y equitativa. Casi como si nuestro único problema social fuera ese. Y en cambio, la «invisibilización» de parejas del mismo sexo que ellos invocan como supuesta injusticia sufrida responde a la realidad de la naturaleza del ser humano, y lo que la que principalmente discrimina es la ley natural.

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