Actualidad Espiritual

¿Conoces la riqueza del Sacramento de la Misericordia?

Confesion
Escrito por Padre Henry Vargas

Nadie está libre de pecado, como bien nos lo hizo saber Jesús (Jn 8, 7); por tanto debemos frecuentar con regularidad este sacramento, pero con la debida preparación, disposición y responsabilidad. Es importante que todo fiel cristiano conozca todo lo que implica pedir perdón a Dios y saberlo valorar.

Si peco, pues me confieso y ya, así quedo limpio’; ‘podré volver a pecar todo lo que yo quiera, que ya me volveré a confesar’.

Expresiones o actitudes como estas, en que se compara el perdón de Dios o el sacramento de la misericordia con una especie de lavandería, demuestran una equivocada concepción de la vida cristiana y/o una falsa relación con Dios.

Es necesario, pues, recurrir al perdón de Dios de la forma debida. Ante todo es necesario ser conscientes de que nadie está libre de pecado, como bien nos lo hizo saber Jesús (Jn 8, 7); por tanto debemos frecuentar con regularidad este sacramento, pero con la debida preparación, disposición y responsabilidad. Para lograr este objetivo es importante que todo fiel cristiano conozca todo lo que implica pedir perdón a Dios y saberlo valorar.

¿QUÉ OTROS NOMBRES RECIBE EL SACRAMENTO DE LA MISERICORDIA?

Para saber o conocer la riqueza de este sacramento comencemos, en primer lugar, por reconocer que ha sido instituido por el mismo Jesucristo (Mt 16,19; Jn. 20, 22-23) para perdonar los pecados cometidos después del bautismo.

Y, en segundo lugar, conviene conocer los otros nombres con los que se conoce este sacramento.

1.- “Se le denomina sacramento de conversión, porque realiza sacramentalmente la llamada de Jesús a la conversión (Mc 1, 15), la vuelta al Padre (Lc 15, 18) del que el hombre se había alejado por el pecado” (Catecismo, 1423).

2.- Se le denomina sacramento de la penitencia: se le llama así porque hay que frecuentar el sacramento con actitud penitencial; y éste término, “penitencia”, se refiere más a las penitencias a cumplir para reparar, ante Dios y ante el prójimo, los daños ocasionados por los pecados cometidos. “Se denomina sacramento de la penitencia porque consagra un proceso personal y eclesial de conversión, de arrepentimiento y de reparación por parte del cristiano pecador” (Catecismo, 1423).

3.- Se le denomina sacramento de la confesión, porque es necesario confesar los pecados. “Si confesamos nuestros pecados, Él (Dios), por ser fiel y justo, nos perdonará nuestros pecados y nos limpiará de toda maldad” (1 Jn 1, 9). El término confesión hace referencia a la acusación de los pecados cometidos. “Es llamado sacramento de la confesión porque la declaración o manifestación, la confesión de los pecados ante el sacerdote, es un elemento esencial de este sacramento. En un sentido profundo este sacramento es también una “confesión”, reconocimiento y alabanza de la santidad de Dios y de su misericordia para con el hombre pecador” (Catecismo, 1424).

4.- “Se le denomina sacramento del perdón porque, por la absolución sacramental del sacerdote, Dios concede al penitente “el perdón […] y la paz” (Ritual de la Penitencia, 46, 55)”.

5.- Se le denomina sacramento de la reconciliación, porque confiere al penitente el amor de Dios que reconcilia consigo mismo y con el prójimo: “Dejaos reconciliar con Dios” (2 Co 5, 20). El que vive del amor misericordioso de Dios está pronto a responder a la llamada del Señor: “Ve primero a reconciliarte con tu hermano” (Mt 5, 24).

6.- Se le denomina Sagrado Tribunal, porque el sacramento ha sido instituido bajo la forma de juicio o tribunal. En este juicio el penitente hace las veces de reo, único testigo y fiscal  (quien se acusa), y el sacerdote hace las veces de juez, médico y es constituido Ministro contemporáneamente de la Divina Justicia y de su Misericordia (Canon 978). A su vez, el sacerdote ejerce su rol de maestro, padre y de pastor.

El confesor es Juez: Juzga las disposiciones interiores y absuelve.

El confesor es médico: Ayuda a las almas a curar las heridas y a superar los dolores provocados por el pecado. Investiga las causas de los pecados para poderlas combatir, y da mandatos y consejos convenientes.

El confesor es maestro: Ayuda al penitente a formarse una sana conciencia. El sacerdote realiza una labor formativa, profundizando en las disposiciones de cada alma y educando en el discernimiento para no caer en la tentación.

El confesor es padre: El sacerdote, imitando al padre del ‘hijo prodigo’, le expresa al penitente la alegría de Dios de verlo regresar dispuesto a dejarse amar. El sacerdote acoge al pecador con benevolencia y misericordia.

El confesor es pastor: El sacerdote comunica al fiel la misericordia propia de Jesús el buen pastor. Anima al fiel para que se reconozca oveja del buen pastor, y lo siga. El sacerdote estimula al feligrés a responder con generosidad a la gracia de Dios, así como a mantenerse en ella.

¿CUÁL ES EL LUGAR APROPIADO PARA ESTE SACRAMENTO?

El Código de Derecho Canónico dice que el lugar idóneo para administrar el sacramento de la reconciliación es la iglesia parroquial o el oratorio; y dentro de estos lugares tiene que haber un lugar específicamente dedicado llamado confesionario. La Iglesia dice que, de ser posible, no se reciban confesiones fuera del confesionario (Canon 964).

Y añade: provéase también de rejilla que separe el penitente del confesor, por si el penitente desea no manifestar su identidad.

El Código de Derecho Canónico también dice que se deben fijar horas convenientes de confesión para poder atender a los penitentes que lo deseen.


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