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La gran derrota de Bolivia

El socialismo ganó las recientes elecciones de 2020 en Bolivia, un país que había peleado el año anterior para echar a su gobernante socialista del poder. Las denuncias de fraude no se hacen escuchar lo suficiente, y todo apunta a que se van a debilitar con la pronta posesión del nuevo presidente este 8 de noviembre.

A diferencia del año anterior, para esta ocasión no hubo un sistema electrónico de conteo rápido que permita a cualquier ciudadano comparar las actas de votación y verificar si hay fraude. Para mayor sospecha, justo un día antes de esta nueva contienda electoral, se suspendió el Direpre (Difusión de Resultados Preliminares), bajo la excusa de que se debía «evitar desconfianza y confusión». A pesar de ello, muchos bolivianos han asumido la derrota casi dócilmente, sin expresar mayor descontento más allá de algunas protestas menores.

El ganador de la contienda fue Luis Arce Catacora, candidato por el Movimiento Al Socialismo (MAS), con el 55% de los votos. Carlos Mesa, candidato de Comunidad Ciudadana (CC), apenas obtuvo el 28% y Luis Fernando Camacho, de la alianza Creemos, no pasó del 14%.

¿Cómo fue eso posible? ¿Se adhieren los bolivianos a la ideología socialista a pesar de su evidente fracaso? Es un tema complejo que tiene varias aristas para analizar: tendremos que ver si los bolivianos fueron fieles a su consigna de las protestas que derrocaron a Morales, si el gobierno posterior fue fiel a esa consigna y cómo pudo regresar del socialismo a este país.

¿Por qué echaron a Evo del poder?

Protestas contra Evo
Protestas contra Evo.

La consigna de las protestas en octubre-noviembre de 2019 era principalmente una: el MAS cometió fraude electoral para garantizar que Evo Morales se perpetúe en el poder. En consecuencia, había que exigir justicia, es decir, que no haya fraude; pero como el gobierno masista fue reacio a escuchar las demandas, se procedió a la presión para que Morales renuncie.

La primera puede interpretarse como un simple pedido de democracia transparente, una demanda muy tibia al más puro estilo Juan Guaidó. En otras palabras: tolerancia hacia el MAS, pero desprecio por Morales (y por sus secuaces de confianza). La segunda consigna fue la que predominó en el discurso y acciones de la oposición: un rechazo fundamental al socialismo en general y deseos de cambio.

¿Cómo fue la caída del MAS? A diferencia de lo que sostiene la propaganda del zurdaje, no se valió de armas, tanques o intervención militar estadounidense. Al contrario, fueron protestas ciudadanas con mucha fe cristiana de por medio, y un descontento general ante la gran mentira descarada que sostenía el ‘líder indígena’: que ganó las elecciones limpiamente.

Evo era solo una persona de las muchas que destacaban en su partido: fue la cara amigable del movimiento, el ‘indígena’, aquel con el que la voz popular supuestamente se sentía identificada. Estaba también su mano derecha, el ex guerrillero e intelectual marxista blanco Álvaro García Linera. Otras figuras poderosas eran individuos blancos y mestizos: Juan Ramón Quintana, Gabriela Montaño, Adriana Salvatierra, Diego Pary, Héctor Arce, Javier Zavaleta, etc.

Muchas de estas personas renunciaron la última semana de las protestas, que culminó el 10 de noviembre con Evo huyendo hacia Argentina por vía aérea. Los bolivianos que rechazan al socialismo obtuvieron más de lo que esperaban: ellos mismos estaban sorprendidos y felices por cómo Bolivia consiguió derrocar a su tirano mientras que Venezuela no.

El MAS podía haber asumido el poder: le tocaba a García Linera; pero como renunció, debía asumir la presidente de la Cámara de Senadores. Sin embargo, ella también renunció, así que le tocaba al primer vicepresidente de la misma. Para colmo, ¡él también renunció! Entonces, de manera constitucional, se procedió a posesionar a la segunda vicepresidente de la cámara: Jeanine Áñez.

¿Qué hizo Áñez para combatir a la izquierda?

Jeanine Anez
Jeanine Áñez

«No lo suficiente» es quizás la respuesta clave que resume las acciones que llevó a cabo la presidente interina para sanar a Bolivia de sus heridas socialistas. «Se hizo lo que se pudo» sería otra perspectiva que también tiene respaldo, ya que no se puede hacer mucho en un país que durante casi 14 años vivió en constante propaganda rencorosa marxista-indigenista.

Áñez no pudo acabar con la política asistencialista de Morales, tampoco con la raigambre del marxismo indigenista ni con el partido del MAS. Ella estaba demasiado ocupada lidiando con un difícil proceso de pacificación que implicaba lidiar con grupos radicales que exigían el retorno de Evo al poder y que, además, tenían armas de fuego. En pocas palabras: había un fuerte riesgo de ataques terroristas contundentes al más puro estilo Sendero Luminoso.

El clima internacional no ayudó: la pútrida mafia del zurdaje trabajó sin descanso por desprestigiar al gobierno de Áñez y endiosar a los simpatizantes de Morales, vistos como ‘el pueblo oprimido’. Por ejemplo, la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) calificó como ‘masacres’ a los sucesos acontecidos en las localidades de Senkata y Sacaba durante noviembre de 2019, donde fallecieron algunos campesinos afines al MAS.

Pero fue esa misma corte la que hizo oídos sordos ante el aval del tribunal electoral boliviano para que Evo pueda repostularse a las elecciones, a pesar de que la constitución boliviana lo prohibía. Además, dicha decisión tuvo el respaldo de la Organización de las Naciones Unidas (ONU). ¿Qué clase de confianza podemos tener en una institución que afirma semejante barbaridad que burla la razón y el sentido común? Claramente, no mucha.

Por si fuera poco, el MAS convulsionó al país entero a comienzos de agosto de este año, debido a su descontento por la fecha de elecciones: querían que sea antes de lo que el gobierno había dictado. Entre las consecuencias de los bloqueos están el retraso del envío de pruebas de COVID-19, de la provisión de insumos necesarios para combatir la enfermedad, y del paso de medicamentos para socorrer a los pacientes.

¿Qué podemos exigirle a un gobierno que enfrenta enemigos feroces, capaces de dar la vida por una ideología que les promete cielo y tierra (como el socialismo)? Ciertamente, no mucho. En los tiempos actuales, con un culto a la democracia liberal (que permite impunemente regímenes socialistas), es muy difícil combatir a la izquierda de frente: hay que tener cuidado, porque su propaganda es poderosa y la mentira puede más que la verdad.

Pero por otro lado, el gobierno de Áñez no fue tan limpio que digamos: protagonizó varios casos de corrupción y enfrentó una pandemia que se llevó las vidas de muchos bolivianos. Un gobierno que carezca de honestidad suficiente es caldo de cultivo para la subversión y la desobediencia, sobre todo en este mundo secular que aborrece la sumisión.

Particularmente, Áñez falló en asestar el tiro de gracia al enemigo: no canceló la personería jurídica del MAS, como correspondía (debido al fraude perpetrado por el partido). Tampoco se preocupó de purgar al tribunal electoral, que supuestamente debía ser imparcial, pero tenía a varios funcionarios que previamente habían militado en filas del MAS. En consecuencia, el fraude electoral de 2019 quedó en nada, y no se llevó a cabo el suficiente avance jurídico para castigar a los culpables.

Para colmo de colmos, Áñez tomó la decisión de postularse a las elecciones a comienzos de este 2020, borrando la garantía de imparcialidad en su naturaleza transitoria. Renunció a su candidatura, sí, pero muy tarde, cuando el daño ya estaba hecho: voto disperso, familias divididas, intereses egoístas, etc. Esa metida de pata dio la impresión de que el gobierno de Áñez estaba conformado por los politiqueros de siempre.

Adicionalmente, cabe destacar que un año es muy poco tiempo para conformar una sólida estructura política de oposición y mecanismos eficaces de contra propaganda. Durante estos casi 14 años de Morales, la oposición boliviana no supo reaccionar al crecimiento del socialismo, que extendió sus tentáculos durante años a buena parte de la población boliviana. Una derecha funcional y tibia es la receta perfecta para el desastre, más aun en un país tan polarizado por las tensiones raciales.

¿Por qué regresó el socialismo al poder?

Luis Arce Catacora
Luis Arce Catacora.

Las protestas que derrocaron a Morales despertaron una esperanza muy prometedora para los bolivianos: ese 10 de noviembre de 2019 se asemeja al 8 de octubre de 1967, fecha en que el ejército boliviano capturó al ‘Che’ Guevara. Un duro golpe contra el socialismo (si obviamos las amenazas guerrilleras que continuaban después de ambos eventos) une a ambas fechas.

El número 21 es también simbólico para los bolivianos: fue un 21 de febrero de 2016 en que le dijeron NO a la repostulación de Morales. Fueron 21 días de protestas durante octubre-noviembre de 2019 contra las elecciones fraudulentas del MAS. Tan importante es esa cifra, que una de las fuerzas políticas que compitieron estas elecciones de 2020 se llamó Libre 21 (aunque su candidato renunció poco antes de la fecha de la contienda).

Inclusive, a veces se habla de ’21 días de fe’, debido al milagro que representó la huida del tirano Morales. Mucha gente oraba en las calles durante el paro cívico: monjas y sacerdotes acompañaron a los ciudadanos para rogar a Dios por la paz de este país.

Este 2020, los católicos se fragmentaron nuevamente: si en las elecciones de 2019 se disputaban entre Mesa, Chi y Ortiz, en 2020 no se decidían entre Mesa y Camacho. Los argumentos para votar por el ex presidente Carlos Mesa rondaban el ‘voto útil’: si era el segundo en las encuestas, era el segundo con más posibilidad de ganar. En cambio, Luis Fernando Camacho se apoyaba en los ’21 días de fe’, en la identidad cruceña (de Santa Cruz, oriente del país) y demostraba más abiertamente su religión que el ex mandatario, posiblemente masón (su abuelo lo fue).

Mesa (comparable a Juan Guaidó o Mauricio Macri), bajo la alianza Comunidad Ciudadana (CC) ya había sido presidente antes y renunció por las presiones del MAS (partido siempre tan conflictivo), pero su faceta de intelectual, con una larga trayectoria de periodista e historiador, le daba una imagen de ‘el chico bueno que no miente’. Su lema potente fue: «Si ellos (los masistas) ganan, Evo vuelve» (a pesar de que el MAS aseguró haber impulsado la candidatura de Mesa).

Por otro lado, la furia contra la clara incapacidad de Mesa para representar una verdadera fuerza política contra el socialismo inclinó a otro sector de católicos a optar por la alianza Creemos, del conservador Luis Fernando Camacho. Si bien este personaje coqueteó bastante con las sectas protestantes y está involucrado en los Papeles de Panamá, representaba una oposición más radical que Mesa; de manera casi similar a Trump, Bolsonaro o Kast.

Luis Arce solo necesitó atraer a los jóvenes y reconocer sutilmente los errores del gobierno de Morales: gracias a eso obtuvo un buen porcentaje de votos. Sin embargo, los resultados de estas elecciones de 2020 son cuestionables. El ingeniero Edgar Villegas, figura clave para revelar el fraude electoral del año anterior, afirmó al respecto: «No hallo motivos lógicos por los que el MAS haya subido en su votación respecto al año pasado».

De acuerdo a la periodista Marianela Montenegro, el MAS ya había dejado toda una estructura para garantizar su triunfo: continuó siendo mayoría en la Asamblea Legislativa y aseguró la participación de magistrados favorables a su partido en el tribunal electoral. Además, no hubo suficiente control en las zonas rurales, donde casualmente se registra un aumento increíble de votos a favor del MAS.

Fraude: ¿un escenario posible?

Monjas rezando en protestas de 2019
Monjas rezando en protestas de 2019 frente al colegio Isabel Saavedra de Santa Cruz.

Quienes protagonizan las denuncias de fraude son principalmente partidarios de Creemos, la alianza liderada por el candidato Camacho, y del Comité Cívico Pro Santa Cruz, organización también aliada del cruceño. Lo irónico del asunto es que muchos votantes de Mesa critican a ‘los camachistas’ por denunciar fraude, a pesar de que, si esas denuncias se aplicaran a la justicia, beneficiarían a Mesa, porque lo colocan en una aventajada segunda vuelta contra Arce. Si fuera cierto el aumento artificial del 20% en los votos a favor del MAS, Arce y Mesa deberían batallar otra contienda electoral solo entre ellos.

¿Qué debería haber hecho un católico durante estas elecciones? La democracia es nefasta y ha favorecido regímenes muy corruptos a lo largo de nuestros 200 años de vida ‘independiente’ hispanoamericana. Sin embargo, la participación política es necesaria, tal como indica la carta encíclica Diuturnum illud. El voto dependía de la conciencia de cada uno, así que en teoría daba igual por quién votábamos, siempre y cuando no fuera por un socialista o por alguien que promueva el aborto.

Sin embargo, ya no podemos volver atrás, ¿qué debe un católico hacer ahora? ¿Aceptar los resultados con total sumisión?, ¿buscar justicia? Quizás la respuesta dependa de la realidad que conozcamos: cada uno actúa de acuerdo con sus conocimientos.

Quienes tengan pruebas del fraude o medios para conocer esas pruebas, deben actuar conforme a la justicia y cumplir con su deber: verificar esas pruebas, entregaras a las instituciones correspondientes, etc. Por otro lado, quienes no tengan los medios para combatir al MAS, que son precisamente esas pruebas, tal vez deban aceptar su autoridad (recordemos que toda potestad viene de Dios, y rebelarse contra ella no es muy recomendable).

Dios sabe por qué permite las cosas: quizás si Mesa o Camacho obtenían la victoria, se iba a armar una cruenta guerra civil contra la población y los guerrilleros masistas iban a exterminar a mucha gente. A pesar de ello, ahora con Arce en el poder, y con Evo habiendo manifestado su voluntad de formar ‘milicias populares’, existe el riesgo de que el gobierno del MAS sea quien arme y financie la subversión de estos grupos radicales indianistas contra la ciudadanía, al igual que el Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR) durante los años cincuenta.

En este contexto, la población boliviana debe ir planteándose alternativas para enfrentar cualquier sorpresa y recordar que en Venezuela los colectivos barriales ‘defensores de la revolución’ socavaron las protestas con éxito total. Como dice el dicho: «Espera lo mejor y prepárate para lo peor». Prepararse no solo implica tomar las medidas físicas, sino también (y sobre todo) las espirituales: oración, ayuno y penitencia.


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