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“Mater Fatima”, hoy y siempre

Escrito por Redacción R+F

El Padre Héctor Ramírez, Director de Máter Fátima, envía este importante mensaje a Colombia, en la lucha por la defensa de la vida humana y el fin del aborto.

Incluimos la Oración de Consagración, de San Luis María Grignon de Monfort, por medio del Inmaculado Corazón de María.

El Padre Héctor Ramírez, Director de Máter Fátima, envía este importante mensaje a Colombia, en la lucha por la defensa de la vida humana y el fin del aborto. eb este santo país

Nos recuerda cómo el Padre Pío ya nos había advertido que cuando se realiza un aborto se cometen dos delitos: un homicidio y un suicidio: el homicidio del bebé y el suicidio de una familia y de la sociedad. Así mismo, que por eso la Madre Teresa de Calcuta decía que “la fortaleza de un país se medirá en la fortaleza de sus familias”.

“La fortaleza de un país se medirá en la fortaleza de sus familias”.

Madre Teresa de Calcuta

Luego se refiere al Mensaje de Fátima, que nos recomienda cuatro acciones para impedir el establecimiento de leyes inicuas que abran la puerta a la matanza de niños inocentes.

  1. La consagración de cada uno de los colombianos al Sagrado Corazón de Jesús y al Inmaculado Corazón de María.
  2. Rezar el Santo Rosario todos los días.
  3. Ayuno, preferiblemente a pan y agua, uno o dos días a la semana.
  4. Vivir la Comunión Reparadora de los Primeros Sábados de Mes.

Estos cuatro medios que la Santísima Virgen María nos legó en Fátima, son muy importantes para evitar que las tragedias entren en nuestros corazones, en nuestras familias y en nuestros países.

Incluimos la magnífica Oración de Consagración a Jesucristo por medio del Inmaculado Corazón de María, de San Luis María Grignon de Monfort.

CONSAGRACIÓN DE SÍ MISMO
A JESUCRISTO,
LA SABIDURÍA ENCARNADA,
POR LAS MANOS DE MARÍA

¡Oh Sabiduría eterna y encarnada,
amabilísimo y adorable Jesús,
verdadero Dios y verdadero hombre,
Hijo único del Padre eterno
y de María siempre virgen!

Te adoro profundamente
en el seno y esplendores del Padre,
durante la eternidad,
y en el seno virginal de María,
tu dignísima Madre,
en el tiempo de la encarnación.

Te doy gracias
por haberte anonadado,
tomando forma de esclavo,
para liberarme de la cruel esclavitud del
demonio.
Te alabo y glorifico
por haberte sometido libremente y en todo
a María, tu Madre santísima,
para hacerme por Ella tu esclavo fiel.

Mas, ¡ay! Ingrato e infiel como soy,
no he cumplido contigo los votos y promesas
que tan solemnemente te hice en el bautismo;
no he cumplido mis obligaciones
ni merezco llamarme hijo ni esclavo tuyo.
Y no habiendo en mí nada
que no merezca tu cólera y rechazo,
no me atrevo a acercarme por mí mismo
a tu santísima y augusta Majestad.

Por ello, acudo a la intercesión y misericordia
de tu santísima Madre.
Tú me la has dado como Mediadora ante ti.
Yo espero alcanzar de ti, por mediación suya,
la contrición y el perdón de mis pecados
y la adquisición y conservación de la Sabiduría.

Te saludo, pues, ¡oh María inmaculada!,
tabernáculo viviente de la divinidad,
en donde la Sabiduría eterna, escondida,
quiere ser adorada por ángeles y hombres.

Te saludo, ¡oh Reina del cielo y de la tierra!
A tu imperio está sometido
cuanto hay debajo de Dios.

Te saludo, ¡oh Refugio seguro de los pecadores!:
todos experimentan tu gran misericordia.

Atiende mis deseos de alcanzar
la divina Sabiduría,
y recibe para ello los votos y ofrendas
que en mi bajeza te vengo a presentar.

Yo, N. N., pecador infiel,
renuevo y ratifico hoy en tus manos
los votos de mi bautismo;
renuncio para siempre a Satanás,
a sus pompas y a sus obras
y me consagro totalmente a Jesucristo,
la Sabiduría encarnada,
para llevar mi cruz en su seguimiento
todos los días de mi vida
y a fin de serle más fiel
de lo que he sido hasta ahora.

Te escojo hoy,
en presencia de toda la corte celestial
por mi Madre y Señora.
Te entrego y consagro,
en calidad de esclavo,
mi cuerpo y mi alma,
mis bienes interiores y exteriores
y hasta el valor de mis buenas acciones
pasadas, presentes y futuras.
Dispón de mí y de cuanto me pertenece,
sin excepción, según tu voluntad,
para mayor gloria de Dios
en el tiempo y la eternidad.

Recibe, ¡oh Virgen benignísima!,
esta humilde ofrenda de mi esclavitud,
en honor y unión de la sumisión
que la Sabiduría eterna
ha querido tener para con tu maternidad;
en honor del poder que ambos tenéis
sobre este gusanillo y miserable pecador
y en acción de gracias
por los privilegios
con los que la Santísima Trinidad
ha querido favorecerte.

Declaro que de hoy en adelante
quiero, como verdadero esclavo tuyo,
buscar tu gloria y obedecerte en todo.

¡Oh Madre admirable!
Preséntame a tu querido Hijo,
en calidad de eterno esclavo,
a fin de que, habiéndome rescatado
por tu mediación,
me reciba ahora de tu mano.

¡Oh Madre de misericordia!
Alcánzame la verdadera Sabiduría de Dios,
colocándome para ello entre aquellos
a quienes amas, enseñas, diriges,
nutres y proteges
como a tus verdaderos hijos y esclavos.

¡Oh Virgen fiel!
Haz que yo sea en todo
tan perfecto discípulo, imitador y esclavo
de la Sabiduría encarnada, Jesucristo, tu Hijo,
que logre llegar, por tu intercesión
y a ejemplo tuyo,
a la plenitud de su edad sobre la tierra
y de su gloria en el cielo.

Amén.


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