Bastante decepcionante fue el resultado de la última campaña de Teletón que terminó el pasado 25 de febrero, recogiendo algo así como la tercera parte (5 mil millones) de lo que recogía hace 4 años (15 mil millones ajustados por inflación).
Mientras su hermano de Chile acaba de superar su meta sobrado (más de 32 mil millones de pesos chilenos), en Colombia la recaudación de la Fundación viene en caída libre desde 2015, algo que la ha llevado a una situación de crisis.
Algo que necesariamente se reflejará negativamente en la ayuda que esta entidad ofrece a personas con discapacidad de todos los estratos y sus familias. En 2017 fueron más de 15.000 los beneficiarios de Teletón Colombia, el 95% de ellos subsidiados con lo que recoge en su campaña anual.
Los intentos de explicar las razones de esa caída vertiginosa de la solidaridad social con Teletón, son variadas. Por una parte están los ataques organizados que algunos grupos de «derechos humanos» dirigen a la institución, porque consideran que con los testimonios de las personas con discapacidad están promoviendo una visión «estigmatizante» que genera lástima y promueve la caridad, en lugar de permitir que sean vistos como «sujetos de derechos».
Sin embargo, este tipo de ataques son bastante marginales, y aunque se les haga algún eco desde medios de comunicación progresistas, está lejos de ser representativos de la opinión general.
En ese sentido, de acuerdo con las encuestas realizadas por la Fundación en el evento de 2017, la razón invocada para no donar a favor de esta causa, fue la de una percepción de crisis económica.
Por otra parte, tampoco se debe a una falta de participación de las empresas, pues estas que tradicionalmente han aportado el 30% de las donaciones, han mantenido el mismo nivel de aporte en los últimos años.
El problema está en las donaciones de personas individuales, generalmente de $5.000 a $10.000, las cuales representan el 75% de los ingresos de Teletón.
¿La mentalidad de la Cultura de la Muerte está asfixiando la solidaridad?
Justo antes del último pico de recaudación de la Fundación, cuando estaba acostumbrada a cumplir sin problemas sus metas, una decisión política inesperada de la Corte Constitucional podría haber comenzado a cambiar el paradigma con el cual la sociedad valora la discapacidad y el sufrimiento que esta conlleva: la eutanasia.
En diciembre de 2014, dos magistrados de la Corte Constitucional de línea progresista, María Victoria Calle y Luis Ernesto Vargas Silva, decidieron establecer una reglamentación para la aplicación de la Eutansia de forma expedita, sin necesidad de aprobación por parte del Congreso de la República, dejando el tema en manos de un Ministro de Salud entusiasta de la práctica: Alejandro Gaviria.
Durante ese año la recaudación de Teletón fue tan exitosa, que la meta se alcanzó mucho antes de lo previsto, lo que llevó a que los organizadores decidieran subir la meta en 3.000 millones durante transmisión, la cual también logró superarse.
Los medios de comunicación hicieron su parte, haciendo una sensibilización favorable hacia la práctica de la Eutanasia, siendo el caso del papá del caricaturista Matador, quien en entre otras cosas no tienía una enfermedad terminal, la que le permitió a los simpatizantes de esta práctica mortal, anotarse un éxito de relaciones públicas, al convocar un rechazo casi unánime de parte de los principales medios de comunicación contra los esfuerzos del entonces Procurador Alejandro Ordóñez por evitarla.
Finalmente, y luego de una dura lucha de Ordóñez y del movimiento provida, Matador y los activistas de la eutanasia pudieron celebrar la muerte medicada de Ovidio González.
El mensaje no pudo ser más claro: las personas que sufren por situaciones graves de salud tienen la opción de seguir viviendo o no. La decisión es de ellos, y la responsabilidad de hacerse cargo su situación, también.
Si Juan Pablo II decía en su libro epistolar «Queridísimos jóvenes», que las personas con discapacidad, las personas dependientes, son una riqueza para la sociedad porque nos ofrecen un «espacio para la solidaridad», es porque entre otras cosas, es una situación que les es dada y por lo tanto nos interpela a todos.
Como sucede con el aborto, cuando a una mujer embarazada se le «reconoce la opción» de tener su hijo o no, se debilita el sentido de compromiso de su medio social con su situación. Ya no es un hecho que se debe asumir, es una decisión que no se le puede imponer a los demás.
La razón por la que por lo general los hombres son más entusiastas que las mujeres en cuanto a la legalización del aborto, es tristemente sencilla de entender: en la práctica (no legalmente), les quita una responsabilidad de encima, y queda toda en los hombros de la mujer. Aunque legalmente luego pueda demandar al padre por alimentos, muchas mujeres entienden que ha sido su decisión, y prefieren dejar el hombre tranquilo. De la misma forma muchos de ellos sienten que cumplen ofreciendo el aborto, y quedan con su conciencia tranquila dejando sola a la mujer, con la «decisión» que ella sola tomó.
Algo similar puede estar pasando con la Eutanasia y la caída en solidaridad en nuestro país frente a las personas con discapacidad. Seguramente las explicaciones del fenómeno son mucho más complejas y no habrá una forma sencilla de demostrar la contribución de la mentalidad eutanásica a esa ecuación, mentalidad que parece estar avanzando rápidamente.
Al fin y al cabo las personas muchas veces no son plenamente conscientes de las razones que les llevan a tomar ciertas actitudes. Lo cierto en este caso es que las decisiones de unos pocos, han iniciado un giro a gran escala social en cuanto a la mentalidad y las actitudes de las personas frente a situaciones de dependencia, enfermedad y sufrimiento.
Y de ninguna forma será un giro que nos lleve a ser más solidarios y compasivos. Por el contrario, es un giro que nos lleva a tener más miedo, a sentirnos más solos e inseguros, a que sea más difícil el surgimiento de la solidaridad, y a sentir como un peso más grande la experiencia de la enfermedad, que ahora implicará el peso de tener que decidir y explicarle a la sociedad (médicos, familiares y amigos, cada uno con su propia idea sobre el asunto), si ya ha llegado el momento de quitarse la vida.
Este podría haber sido el último Teletón transmitido por televisión. Si así fuera, no podría ser un símbolo más elocuente de cómo luce la transción de una sociedad solidaria, según los valores cristianos, a una sociedad de «derechos», según la vision moral progresista.
Imagen principal: Caracol TV.
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