Según el Hospital Central de Ginecología de Hanoi, Vietnam tiene una de las tasas de aborto más altas del mundo con el 40% de embarazos terminando de esta manera.
Por eso desde hace varios años la Iglesia católica con el apoyo de Cáritas realiza «programas para la protección de la vida», con el fin de a los jóvenes sobre los daños irreparables del aborto.
Sacerdotes, en especial los padres redentoristas junto a religiosas y laicos, participan en intensas sesiones de catecismo en materia de vida, familia y sexualidad, así como en actividades sociales y caritativas.
En ese país se hicieron famosos los «Jardines de Ángeles», donde voluntarios sepultan a los bebés abortados.
De acuerdo con Asia News, en las parroquias de Đại Lãm y Ngọc Lâm, en la diócesis septentrional de Bắc Ninh, los fieles han sepultado a 6.000 y 8.000 niños no nacidos, respectivamente.
Todos los años, los laicos, estudiantes y miembros de la diócesis visitan las 2 parroquias para rezar y celebrar la misa en su memoria. Cuando comienza la misa, Mons. Cosme Hoàng Văn Đạt, el obispo de Bắc Ninh, celebra el rito y dice:
«Estos niños tenían derecho a vivir, pero sus padres los mataron sin piedad. Personas así han impedido miles de nacimientos. El asesinato es un crimen grave, pero matar a un niño por nacer lo es mucho más».
En el mundo católico recientemente se hizo famosa la historia de Tong Phuoc Phúc, un ex carpintero que vive en Phương Sài, quien luego de construir un cementerio y sepultar a 247 bebés abortados, junto a su esposa decidió crear un orfanato donde ha ayudado a 250 mujeres que han desistido de la idea de abortar, mientras otros 50 han sido dados en adopción.
«No conozco a los padres y madres de estos niños – cuenta –. Pero cuando construyo las tumbas, les coloco el nombre de santos. Cuando comencé con este servicio, muchas personas sospechaban de mí. ̏Señor Phúc, ¿qué es lo que mueve a un carpintero a ir por aquí y por allí, pidiendo los restos de estos niños?˝, me preguntaban. Y yo respondía: ̏los llevo a casa, para darles sepultura˝».
Con el tiempo, «mis vecinos y mi comunidad comenzaron a entender mi trabajo. Muchos católicos y personas de otras religiones han participado de este proyecto mío de salvaguardar la vida. Algunos me han donado arena, otro me han dado ladrillos; todos, con gran entusiasmo».
En los últimos 20 años ha dado sepultura a más de 20.000 bebés abortados.