Este, que parece ser un tema recurrente, es realmente un mal persistente. Y son muchísimas las personas que aún «navegan» por estas aguas turbulentas, y aún más las que día a día caen o son arrastradas a este peligroso torrente.
Buscando conocer, comprender, trascender o entender; buscando sanar o cómo salir de las encrucijadas aparentemente insolubles de la vida; queriendo evitar el dolor, liberarse de él o, simplemente, superar la ansiedad y el miedo…, muchos saltan y otros caen en el vacío bajo una aparente forma de «sabiduría», de «armonía» o de «sintonía» con «El Universo», ese extraño «dios» impersonal al que hoy apelan tantos.
Aquí hay un testimonio: una joven que se adentró a este oscuro mundo a través de ciertos libros que hablaban en un lenguaje pseudo amoroso y pseudo místico, que le invitaban a aprender a liberarse de cargas y a asumir «el ahora».
De ahí en adelante, mientras ella creía que se descorría un velo, en realidad traspasaba el umbral de una sana racionalidad hacia el denso mundo del esoterismo.