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¿Por qué los Católicos queremos volver a Misa?

Abrir Templos 2020

La Salud Espiritual debe Protegerse en la Misma Medida que la Salud Física. Es factible reabrir las iglesias al público si se toman las medidas necesarias.

Por: Juan Camilo Ramírez Ruiz

La historia de la Cristiandad es abundante en situaciones que ponen a prueba al hombre en todas sus capacidades. Desde el martirio de nuestros santos, la persecución de la Iglesia, el agobio del pecado, hasta todo tipo de calamidades. Pruebas que han fortalecido tanto a la Iglesia como cuerpo místico de Jesucristo, como a los Cristianos en tanto hijos de Dios.

Esta pandemia no ha sido la excepción. El mundo entero está sometido a una prueba que no tiene comparación en las vidas de quienes la estamos padeciendo. El confinamiento obligatorio, la disminución o pérdida de los ingresos, la incertidumbre hacia el futuro, la soledad, la enfermedad y la muerte, son las pruebas que todos hemos tenido que soportar durante estos meses. Algunos de forma más cercana y otros no tanto.

Para los Católicos, a las pruebas anteriores debemos sumar la de la imposibilidad de asistir a las celebraciones religiosas y a recibir los sacramentos. Miles de millones de católicos en el mundo han debido soportar las pruebas de este tiempo sin recibir el sacramento de la reconciliación, sin recibir la Santa Eucaristía, sin la celebración del Matrimonio, sin la asistencia a la celebración de los oficios del Triduo Pascual en la Semana Santa, sin poder acompañar a Nuestro Señor Jesucristo al sacrificio extremo por el cual hemos sido salvados del pecado.

Sin desconocer la importancia que tiene la práctica del deporte para los deportistas, el cuidado de las mascotas para sus dueños e innegablemente la necesidad de ir al mercado para conseguir los víveres necesarios para nuestra subsistencia física, la participación del alimento espiritual que se recibe en la Eucaristía también es fundamental para la salud del alma –y sin duda también para la salud mental– de quienes creemos en Jesucristo, Hijo de Dios.

Para la gran mayoría de los católicos, la cuarentena ha sido también una oportunidad para el recogimiento y para fortalecer nuestra relación con Dios. Muchas horas de confinamiento han sido dedicadas a la oración sincera en la que muchos hemos pedido por la sanación de todos nuestros hermanos, y para que se produzca el milagro con el que el mundo va a superar la crisis ocasionada por el virus. Sin duda, la suspensión de las celebraciones litúrgicas públicas ha sido recibida con paciencia y comprensión.

Estas semanas de cuarentena obligada han servido también para que las autoridades civiles, en especial el Gobierno Nacional, desarrollen un mejor entendimiento del virus, su contagio, su letalidad. También ha servido para fortalecer nuestro sistema hospitalario y prepararlo para atender a los enfermos que habrán de llegar. Por su parte, los colombianos hemos tenido tiempo para idear formas novedosas de hacer las actividades más simples, desde ir a hacer mercado hasta ir al médico. Más recientemente, ya hay sectores que están implementando procedimientos que permiten desarrollar las actividades propias de la manufactura y de la construcción con las normas de protección adecuadas. De esta manera, la salud física y económica está protegida de cara a la reactivación de nuestras actividades ordinarias.

En estas circunstancias resulta natural considerar que la vida espiritual de los creyentes sea un aspecto que puede –y debe– ser atendido por nuestra sociedad. Antes de la cuarentena, más del 70  por ciento de los colombianos se identificaban como Católicos y más del 15 por ciento se identificaban como Cristianos Evangélicos. Colombia es un país creyente, de modo que cuando se considera la vida espiritual de los colombianos, se debate sobre un aspecto que afecta a la inmensa mayoría de quienes vivimos en este país.

Por eso no es de extrañar que hayan surgido diferentes voces pidiendo que se autoricen las celebraciones religiosas públicas. El denominador común de estas solicitudes es el compromiso de parte de quienes las han expresado y apoyado, de contribuir bajo su propia responsabilidad a que se observen todas las medidas de precaución necesarias para preservar la salud del sacerdote y de los feligreses. No obstante, algunas de estas iniciativas han sido dirigidas a los Obispos e incluso una –quizá por la ansiedad que este vacío produce– lo hizo en tono de confrontación. Aunque un Obispo puede tomar la decisión unilateral de abrir las iglesias de su Diócesis, no es prudente hacerlo sin tomar en cuenta las medidas que han definido las autoridades civiles para preservar la vida y la salud de todos los colombianos. Afortunadamente, la mayoría de los católicos así lo entienden.

En este marco, una campaña ha sorprendido por su evolución, y fue la iniciada por un puñado de organizaciones de corte confesional (una red de solteros católicos, un movimiento que promueve la oración para el fin del aborto, un movimiento político de origen católico y una organización que protege a la Iglesia en situación de necesidad). Esta campaña que pueden visitar aquí, fue prontamente respaldada por la organización CitizenGo y en poco menos de cinco (5) días ¡ya alcanzó las 72.000 firmas!

¡Únete a esta campaña! Suma tu firma.

El éxito de esta iniciativa consiste precisamente en que recoge el sentimiento de la mayoría de los creyentes: estamos agradecidos con el Presidente Duque por la forma en que ha administrado el impacto de la pandemia en Colombia. Somos conscientes de que antes de cualquier cosa, son las autoridades civiles las que deben coordinar la apertura de los distintos sectores de la vida colombiana. También reconocemos que será un ejercicio de coordinación que debe adelantar cada Diócesis con sus parroquias el que deberá dar por resultado la apertura de las que puedan cumplir con las medidas de protección necesarias para preservar la salud de quienes participen. Finalmente, todos los católicos reconocemos que será necesario que las celebraciones religiosas observen medidas y protocolos adecuados de autoprotección de los participantes, distanciamiento mínimo durante la celebración y aseo de los lugares en donde se realizan las celebraciones.

Es evidente que este es el sentir de la mayoría de los colombianos. Es crucial atender la salud espiritual tanto como la salud física. Es factible reabrir las iglesias al público si se toman las medidas necesarias. En todo caso, la apertura debe ser coordinada tanto desde el Gobierno Nacional como desde la jerarquía eclesial para que el proceso garantice la salud de quienes participen. Atender este clamor sería un gran ejemplo de la manera como los distintos sectores deben organizarse para acatar las disposiciones y procedimientos que buscan proteger la vida de los colombianos.

Los Católicos seguimos orando por el fin de la pandemia, por la preservación de la vida humana, por nuestros gobernantes y por nuestras familias. Nuevamente, como tantas veces en la historia de la cristiandad y en la vida de cada uno de nosotros, resuenan las palabras de San Pablo “todo lo puedo en Cristo, que me fortalece”.


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