El 9 de septiembre de 2017 marcó para siempre la vida de la familia Zuluaga Trujillo: Rafael y Marcela con sus hijos María Antonia, Nicolás e Isabel se encontraron cara a cara con el Sumo Pontífice, un día antes de que finalizara su viaje apostólico a Colombia. 20 años de matrimonio, un cáncer de cuello uterino, la epilepsia y el Síndrome de Down han tejido una historia extraordinaria de fe, esperanza y amor.
El día que Marcela Trujillo de Zuluaga recibió la llamada de la Nunciatura Apostólica para proponerle que le hicieran al Papa Francisco una escultura representando a la familia, la cual le entregarían durante el viaje que haría en septiembre a Colombia, estupefacta le exclamaba a Dios en su interior: “Señor, ¡cómo oyes las oraciones de impresionante!”. La bendición fue todavía mayor cuando supo que ella y su familia se la darían personalmente.
Su hija mayor, María Antonia, de 16 años, había estado preparando por dos años su viaje a Polonia para conocer al Papa durante la Jornada Mundial de la Juventud de 2016, vendiendo precisamente esculturas de alambre dulce que hacía con la ayuda de sus papás y hermanos. Poco antes del viaje sucedió lo impensable: convulsionó durante cinco horas y estuvo una semana en cuidados intensivos.
Sí, la ilusión de tanto tiempo se fue al piso por la recaída de una enfermedad crónica, pero su esperanza se mantuvo firme y su oración constante la llevó más cerca del Sumo Pontífice de lo que hubiera podido aproximarse a él en el Viejo Continente. Paradoja de confianza y dolor.
“Como mamá me dolía su dolor, pero verla en ese abandono y esa oración permanente… todos rezaban por ella, la comunión de los santos en la Iglesia es muy real”, recuerda Marcela, oriunda de Pereira y psicóloga de formación. Un año después, tras el encuentro con el Papa, “todo mundo se alegraba por nosotros y muchos nos decían que se sentían con nosotros allá en la Nunciatura, porque eso es la Iglesia: una familia, y de ahí la cultura del encuentro de la que tanto nos habla el Papa”, agrega.
Tan es familia la Iglesia que los Zuluaga Trujillo no quisieron guardarse “el tesoro” del encuentro con el Vicario de Cristo en la Tierra para ellos solos, sino que meses antes empezaron a recolectar intenciones de familiares, amigos y conocidos para hacérselas llegar. Hasta varios encargados del sonido, la logística y la seguridad en la Nunciatura alcanzaron a incluir sus peticiones, las cuales Marcela le entregó en una carpeta amarilla al Sumo Pontífice.
Una carta al Papa
Para Ma. Antonia las “diosidencias” fueron palpables, especialmente por la carta que tiempo después de su recaída le escribió al Papa contándole sobre su familia, cómo oraba por él y las esculturas que había vendido para ir a Polonia. El siguiente paso sería enviarla al Vaticano en medio de la correspondencia que a diario llega, pero en el camino se cruzó un atajo “caído del cielo”: su mamá, docente de la Universidad de La Sabana, se capacitó con un profesor proveniente de Roma que resultó ser muy cercano a Francisco y le pidió que le llevara la carta.
¡Y meses después le llegó la respuesta en físico a su casa!, en Bogotá. “Me daba las gracias por contarle aspectos de mi vida personal y por mi oración, pidiéndome que lo siguiera haciendo y nos dio la bendición a mi familia”, relata emocionada la joven. Cuando se conoció la noticia del viaje de su Santidad a nuestro país, y que estaría en Bogotá, la familia Zuluaga Trujillo armó plan para verlo como todos los demás, sin sospechar la “divina sorpresa” que vendría después.
“Transmitía paz. No hablaba mucho, sino que escuchaba… ¡hablaba con su mirada! Cuando le dije que seguía rezando mucho por él, que me sanara para que no siguiera convulsionando y que había esperado mucho ese momento, me dijo: ‘gracias’. El Papa habló con la verdad y la belleza, con mucha fe, y esto no se puede quedar en iniciativas, sino en ‘acabativas’, es decir, poniendo en práctica lo que nos dijo”, concluye Ma. Antonia, a quien, por cierto, se le vino la sangre por la nariz minutos antes de su esperado encuentro.
Los mellizos se le “clavaron” a Francisco
Precisamente por este incómodo incidente fue que su hermano Nicolás le entregó al Papa la escultura de una familia en alambre dulce que habían hecho para ese memorable momento. En palabras de Marcela, quisieron reflejar la importancia del “deporte, la lectura, la vulnerabilidad, lo que une y lo que hace crecer”, representando a una familia con papá y mamá, tres hermanos -entre ellos una niña en silla de ruedas-, una pareja de abuelos y al Santo Padre.
“Uff… se sintió una alegría eterna, ¡una paz!”, afirma Nicolás, de 13 años. “Se respiraba un ambiente de tranquilidad, inocencia y esperanza”, y entre risas admite que cuando le entregó la escultura al Papa se le “clavó” a abrazarlo. “Me miró fijamente y le dije: ‘Padre, por favor, rece por mí y por mi disciplina’. Y con la mirada me dijo que listo. ¡Fue una mirada de amor!”.
La misma mirada con que Francisco recibió varias veces a Isabel, hermana melliza de Nicolás con Síndrome de Down, quien se “burló” de la seguridad y el protocolo en la Nunciatura Apostólica para acercarse una y otra vez al máximo jerarca de la Iglesia Católica en el mundo. “Amo al Papa Facisco con mi coazón”, repite varias veces la integrante más expresiva de los Zuluaga Trujillo.
Así lo destaca su hermano: “Isabel ha sido un motor para nosotros, tanto espiritualmente como en la vida cotidiana. Nos enseña muchas cosas, como el perdón. Por ejemplo, cuando hay peleas normales entre Ma. Antonia y yo, ella observa y luego va adonde cada uno para que nos pidamos disculpas mutuamente. Es un ‘carnaval andante’”.
Un matrimonio valiente
Durante esta conversación familiar Rafael Zuluaga, oriundo de Manizales y gerente de mercadeo de una empresa de herramientas industriales, mira dulcemente a su esposa. El uno le complementa al otro lo que está diciendo, se sonrojan y se ríen. Siguen siendo novios después de 20 años de matrimonio, bajo el “auspicio” de María en cuya fiesta de la Virgen de Guadalupe se dijeron “sí” para siempre.
“Tuvimos amor a primera vista, porque las cosas del cielo llegan. Al principio afrontamos un problema de salud con Marcela, quien tuvo cáncer de cuello uterino e iba a ser muy difícil tener hijos, y desde ahí comenzaron las luchas”, comparte Rafael.
“Las dificultades nos han unido más que nunca. Marce habla de ‘amor discapacitado’ y el Papa de vulnerabilidad. Todo nos ha llevado a que estemos pendientes el uno del otro, pues si yo la hago feliz a mí me llega la felicidad ahí mismo. Siempre hemos estado muy compenetrados, lo cual es el mejor alimento para los hijos”.
Y remata: “el encuentro con el Papa fue algo mágico. Y si no empezamos por la paz y el cambio en la familia, la sociedad no va a cambiar”. A lo cual su esposa añade: “simplemente es hacer las cosas ordinarias con un amor extraordinario, poniéndole el pecho a la vida, cuando hoy lo usual es rendirse ante los problemas”.
La vida de la familia Zuluaga Trujillo ya no es la misma. En los últimos cuatro meses se han topado con personas al final de la misa que los reconocen, diciéndoles que los vieron en televisión y que estaban muy felices por ellos. El testimonio de Isabel también ha impactado a muchos, al punto de que han conocido familias con integrantes con Síndrome de Down que están aprendiendo a amarlos con “amor discapacitado”, esto es, un amor extraordinario.
Pero lo que más cala en el corazón de Marcela es el llamado a amar más a Cristo Eucaristía: “si los colombianos fuimos capaces de hacer tantos sacrificios durante la visita del Papa, de trasnocharnos, mojarnos y hacer fila, cuánto más podemos hacer por Dios que está en cada esquina en un sagrario acá en Colombia”. Allí donde se ora íntimamente, abandonándonos en Su Voluntad, agradeciéndole y pidiéndole al Creador que nos conceda los anhelos más profundos del corazón. Y de esto la familia Zuluaga Trujillo da testimonio.
*Foto principal: Cortesía de la familia Zuluaga Trujillo.