Se podrían intercambiar los términos y el sujeto: «Hijos buenos, hijos malos». ¿Qué nos dice esta película? Ante todo, demuestra con realismo cómo el prejuicio –y con éste el subjetivismo, tal vez el egoísmo– está en la base de muchas diferencias personales que se consideran inconciliables.
Grabada y producida en Alemania, esta película es vibrante, y ofrece una excelente calidad fotográfica y musical. Las escenas y las interacciones humanas y sociales fluyen con naturalidad, gracias a unos diálogos cuya agudeza logra ahondar los sentimientos y la psicología de cada uno de los personajes.
La película está ambientada en un valle idílico, rodeado de montañas, en el que hay un pequeño pueblo vacacional. Una familia va allí siguiendo la costumbre –más bien la manía del padre– de escalar montañas cada vez más altas y exigentes, en las que siempre se corre un nivel de riesgo proporcionado a la escalada.
Comienza con Paula, de 14 años, quien está en el hotel a cargo de cuidar a su hermano Nicky mientras sus padres dedican un día al senderismo y a escalar la escarpada montaña. Pero todo cambia cuando los padres no regresan.
En este transcurso, se descubren las distintas situaciones que viven todos los personajes y que dejan ver los prejuicios que afectan y alteran la estructura de las relaciones familiares. Una historia bien contada, que pone el foco en la verdadera problemática.
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