Hace algunos años fue producido y emitido este particular video, en el que varios hombres responden a la pregunta: «¿Por qué no?». Y más específicamente: «¿Por qué no ser sacerdote?».
Pero sus respuestas van más allá de las palabras y se refieren a una realidad mayor: el llamado, es decir, la auténtica Vocación al Sacerdocio, a una Vida Consagrada a Dios y al prójimo, a través del Sacramento del Orden Sacerdotal, con todo lo que ello implica.
Así, mientras algunos piensan que esta es una vida de «renuncias», en realidad es una vida de entrega, de generosidad, de abandono en las Manos de Dios y, sobre todo, un Camino: de formación, de piedad, de disciplina, de Amor.
Pues bien, al repasarlo, nos hemos encontrado con que estas respuestas no sólo están vigentes, sino que son aún más claras y vívidas, hoy más que nunca.
Incluso, tal vez, sólo por una única razón: porque allí donde hay un verdadero discípulo y servidor del Señor, un Sacerdote Católico, está presente Jesús, y puede dársenos no sólo a través de Su Palabra y Enseñanza, sino de Su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, en la Sagrada Eucaristía.
Sí, Jesús, el Médico de los Cuerpos y de las Almas. El mismo que nos está esperando para sanarnos, y al que le hemos dado la espalda dejándole solo, secuestrado en su propia casa, como un prisionero de amor al que ya no acudimos más para recibirle sacramentalmente. Y, no obstante, pese a ello, insiste:
«La mies es mucha, y los obreros pocos. Rogad, pues, al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies».
Lucas 10, 2