Los Católicos tenemos el compromiso de ejercer la Misericordia, partiendo del tener experiencia profunda de ella; experimentar la alegría de vivir como un perdonado, como quienes han sido tratados a misericordia porque el Señor no no trata como merecen nuestros pecados, y así por desborde de gratitud y alegría convertimos en dispensadores de ese mismo don y gracia para todos los que nos rodean. Santa Faustina Kowalska, religiosa polaca, tocada intensamente por el amor Misericordioso de Dios pedirá al Señor:
«Deseo ser un vivo reflejo de tu Misericordia, que este más grande atributo de Dios pase a través de mi corazón al prójimo».
Diario de Santa Faustina #163
Pedir está gracia está conforme a la exigencia central de Jesús que nos recuerda San Lucas en su evangelio: «Sean misericordiosos como vuestro Padre es Misericordioso». (LC 6, 36), en cierta forma, se trata de un rasgo que debe quedar impreso en nosotros al vivir de la Paternidad misericordiosa de Dios, hemos de reflejar nuestra condición de hijos en el parecernos en su atributo mayor; la compasión, la misericordia, y por ello, Jesús nos enseña a través de Santa Faustina tres maneras de ejercerla; la acción, la palabra y la oración:
«Debes mostrar misericordia al prójimo siempre y en todas partes. No puedes dejar de hacerlo ni excusarte ni justificarte.
Diario de Santa Faustina #742
Te doy tres formas de ejercer misericordia al prójimo: la primera – la acción, la segunda – la palabra, la tercera – la oración. En estas tres formas está contenida la plenitud de la misericordia y es el testimonio irrefutable del amor hacia Mí«.
La Acción; siempre será vivir la Samaritanidad que nos narra San Lucas hoy en el evangelio (ver 10, 25-37), es decir, no pasar de largo ante quien sufre y está en nuestras posibilidades ayudar, hay que vencer la indiferencia, superar el descarte, el olvido, y reaccionar a misericordia ante el dolor, la necesidad y el mal que padecen muchos hermanos que encontramos en el camino. Debemos ser prójimo, ser próximos a los heridos del camino, y así vivir la caridad cristiana. Ello es dar cuenta de nuestra Fe con las obras que nacen del gran amor que tenemos por Jesús.
La Palabra; se refiere en este caso a nuestra comunicación que debe estar impregnada de misericordia. Tenemos que superar la violencia en nuestro lenguaje, no maltratar a nadie con nuestras palabras, aprender a resolver los conflicto con un lenguaje cristiano, sin palabras hirientes, es decir, superar la comunicación violenta. Empleemos las palabras cristianas que dan aliento a quien no lo tiene, que siembran esperanza y comunican respeto, valoración y reconocimiento, debemos comunicar la misericordia que encierra amor por el otro, una buena comunicación construye paz, reconciliación y verdadero amor fraterno.
La Oración; nos dice Santa Faustina que con ella podemos llegar a donde físicamente nos es imposible. Obramos Misericordia cuando nuestra plegaria está llena de personas por las que intercedemos, clamando para ellas lo mejor. ofrezcamos al Padre Dios en nuestra oración: la Pasión y Muerte de Jesús, su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, en reparación por nuestros pecados y los del mundo entero, oremos por los pecadores para que se conviertan, por los enfermos y los perseguidos, por nuestra Iglesia y Nacion, así nos hacemos cercanos a muchos que necesitan del refrigerio de nuestra plegaria. Siempre podemos obrar la misericordia, es posible incluso desde nuestras habitaciones, desde los sagrarios, en nuestro entorno social y comunidades, podemos actuar la misericordia en bien de toda persona necesitada mediante la Acción, la Palabra y la Oración.