“Puesto que nacen con una naturaleza humana caída y manchada por el pecado original, los niños necesitan también el nuevo nacimiento en el Bautismo (cf DS 1514) para ser librados del poder de las tinieblas y ser trasladados al dominio de la libertad de los hijos de Dios… Por tanto, la Iglesia y los padres privarían al niño de la gracia inestimable de ser hijo de Dios si no le administrara el Bautismo POCO DESPUÉS DE SU NACIMIENTO (cf CIC can. 867; CCEO, can. 681; 686,1)” (Catecismo, 1250).
De manera pues que el bautismo, que es considerado un nuevo nacimiento, sólo se administra a quién ya ha nacido para este mundo y esté vivo. En consecuencia un embrión o feto que todavía no ha nacido no puede bautizarse.
Es absolutamente indispensable que ese feto nazca, y nazca vivo para ser bautizado.
Por otra parte, la palabra Bautismo proviene de la palabra griega “Baptidzo”, que significa “Sumergir” o “Lavar con agua”; es por esto que toda persona a bautizar tiene que entrar en contacto con el agua, ya sea por inmersión o ya sea por infusión (derramando tres ves agua sobre la cabeza del candidato-catecismo 1239-).
¿Y por qué es importante el agua? Porque Jesucristo lo pide: “por eso (la Iglesia) está obligada a no descuidar la misión que ha recibido del Señor de hacer “renacer del agua y del Espíritu” a todos los que pueden ser bautizados” (Catecismo, 1257).
Esto es lo que precisamente prescribe el rito del bautismo: “El rito esencial del Bautismo consiste en sumergir en el agua al candidato o derramar agua sobre su cabeza, pronunciando la invocación de la Santísima Trinidad, es decir, del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo” (Catecismo, 1278).
¿Cómo sumergir a un embrión o feto en gestación dentro de agua o que el agua le toque la cabeza? Imposible.
P. Henry Vargas Holguín.