Fe

¿Sabes si vas o no vas por buen camino?

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Escrito por Padre Henry Vargas

“Caminante, no hay camino; se hace camino al andar”, dice Antonio Machado. En la vida humana, antes de escoger el camino, hay que saber hacia dónde tenemos que ir. Y no basta con saber que hay un camino, el único conveniente, y saber cuál es, sino que hay que avanzar por dicho camino hasta que nos lleve a la meta anhelada. Pues de igual manera la vida de fe. Para nosotros los cristianos la frase de Machado no es apropiada: nosotros sí tenemos un camino, y ese camino es Jesús (Jn 14, 6a). Pero Jesús no es sólo el camino es además compañero de camino (Lc 24, 31).

Todos sabemos que somos peregrinos en este mundo o en el camino de la vida, y vamos hacia una meta; y dicha meta es un cielo que está más allá, como dice una canción; y en ese cielo está Dios Padre. Y Jesucristo, como camino que es, nos lleva al Padre: “Nadie va al padre sino por mí (Jn 14, 6b)”.

Pero tú necesitas saber si estás en verdad andando hacia la meta antes mencionada, recorriendo el camino correcto. ¿Cómo saber si se está avanzando gradualmente hacia Dios? Lo sabrás cuando te vas enriqueciendo de Él.

En el ámbito terrenal, con el paso del tiempo, las cosas ponen cada vez más en evidencia la riqueza material de alguien: lujos, dinero, bienes inmuebles, comodidades, etc.; la riqueza material es imposible de esconder. Pues si para una persona multimillonaria, materialmente hablando, es imposible esconder su riqueza, aunque quiera, también es imposible para un cristiano esconder el tesoro más grande del mundo que debe tener una persona en su vida: Dios.

Estar llenos de Dios es como ser multimillonarios. Es imposible esconder a Dios si se lleva dentro. Si alguien está lleno de Dios, se nota necesariamente. Estar llenos o ricos de Dios tiene que ser una realidad concreta y tiene que transformar el entorno concretando su reino; no es cuestión de sensaciones o de sentimientos.

Tener a Dios en el corazón es un deber, y es el objetivo de la vida cristiana. Quien tiene a Dios en la vida lo demuestra, es un buen ejemplo de conducta y una inspiración para que otros muchos busquen a Dios, lo encuentren, lo reciban sacramentalmente y lo tengan en la vida; y así, de paso, la persona se convierte en embajador(a) del cielo en la tierra.

Cuando estas lleno(a) de Dios vas avanzando de manera real y segura hacia Él, porque al cielo llegamos con Él;

Si realmente estás lleno(a) de Dios o, lo que es lo mismo, si estás acercándote a la meta, esto se nota. ¿De qué manera se nota? Principalmente de diez maneras:

1.- Cuando ya no eres una persona que carga resentimientos ni rencores hacia nadie, aunque te hayan hecho realmente algún daño en el pasado o en el presente. Ahora eres una persona que ha perdonado con el alma, que botaste el cuaderno donde ibas anotando y sumando los errores de los demás hacia ti; y ya no llevas cuenta de los errores ajenos. Incluso ya eres una persona bondadosa con las personas que se han equivocado, se equivocan y se equivocarán contigo. Ya dejas que Dios sea lo que es: el juez supremo.

2.- Cuando te asumes con responsabilidad, gusto y decisión la cruz que Dios te ha dado. ¿Cuál es tu cruz? Tu vida misma con la respectiva misión que Dios ha querido para ti a través de una vocación a un estado de vida, y una profesión. Eres una persona que no deja espacio en la vida para la improvisación, ni dejas las cosas a medias, las terminas y las haces bien; cumples a cabalidad con todos tus deberes y obligaciones. Eres una persona que ama la vida (la propia y la ajena), que cuida la salud, que no se perjudica de ninguna manera ni le perjudicas la vida a nadie. Asumes, como Jesucristo, las circunstancias difíciles y duras de la vida.

3.- Cuando ya no juzgas a Dios por lo negativo que acontece. Eres ya una persona que ve los auxilios de Dios en todo lo que pasa, y no pierdes la paz del corazón. Eres ahora consciente de que toda dificultad es una oportunidad para concretar la voluntad de Dios y, en consecuencia, es la base de una bendición. Eres consciente de que todo lo que pasa tiene un propósito, que no es otro que la salvación. Ya le das sentido a la frase: “Dios sabe cómo hace sus cosas”.

4.- Cuando eres una persona que se ocupa de su formación cristiana. Eres alguien que busca conocer la verdadera doctrina, la profundiza, la comparte y, si es necesario, la defiende.

5.- Cuando ya no eres arrogante, soberbio(a), prepotente. No te pones en evidencia y evitas a toda costa hablar bonito de ti mismo(a). Ahora eres una persona humilde, acogedora, una persona cercana que no discrimina; tratas a todos por igual y desde la simpatía. Resaltas sólo lo bueno de los demás. Buscas ser humillado(a) por ti mismo(a) para ser enaltecido(a) por Dios (Lc 14, 11).

6.- Cuando eres una persona de oración y buscas con interés la manera de ir a la santa Misa cada día, aun a costa de hacer algún sacrificio. Participas de la misa de la manera conveniente para ti  y edificante para los demás.

7.- Cuando ya no eres indiferente. Ahora ayudas a otros con solidaridad, aunque sea desde la oración; eres compasivo(a). Te interesas genuinamente por el bienestar de las otras personas. Tu disponibilidad para el servicio, incluyendo en la vida de parroquia, salta a la vista.

8.- Cuando eres una persona que busca la confesión frecuente para incrementar en la vida la gracia santificante; y eres una persona que busca alguna dirección espiritual o un acompañamiento.

9.- Cuando eres una persona agradable, simpática y acogedora. Ahora sonríes todo el tiempo, y hablas con cariño a las personas. Ya no frunces el seño, ni te la pasas evidenciando problemas de mala manera. Tienes la gracia, y la ternura de Jesucristo.

10.- Cuando ya no vives en la amargura. Un cristiano que no es capaz de controlar o eliminar su amargura, su malgenio, su rabia y sus traumas del pasado, realmente no es discípulo de Jesucristo. Si una persona cristiana no actúa concretando los valores del evangelio se convierte en un obstáculo o freno para que los demás se salven.

P. Henry Vargas Holguín.

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