Fe

¿Qué hay de malo vivir en concubinato?

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Escrito por Padre Henry Vargas

Antes que todo, se hace aquí una salvedad: la presente reflexión va dirigida especialmente a personas bautizadas, creyentes en Dios y que dicen pertenecer a la Iglesia.

A muchos concubinos se les escucha decir: “¿Pero qué hay de malo en vivir así, si no le estamos haciendo mal a nadie?” “¿Qué hay de malo si muchos hacen así o viven así?”

Estas preguntas delatan una posición a favor del concubinato. Estas preguntas, como otras, son una de las maneras de justificar una situación anómala que denota en nuestra sociedad la promoción y defensa casi universal de lo indefinido, lo descartable, lo inestable, lo temporal, lo descafeinado, la ley del menor esfuerzo, etc…

El hecho de que las parejas de novios se vayan a convivir así como así, es decir a convivir antes de formalizar la relación con el sacramento del matrimonio, es una expresión de lo antes mencionado; son parejas que llevan una vida conyugal sin tener una relación conyugal, sin ser esposos.

Muchas parejas de novios podrán decir: “Nos vamos a convivir o nos vamos a vivir juntos para experimentar”. Pero es que no se pueden hacer experimentos con las personas, no se puede ir por la vida a base de experimentos o improvisando; las personas, el amor, la fe, Dios, etc., se toman en serio, siempre y no por ratos a conveniencia.

Los que se van a convivir sin el matrimonio sacramental es porque no han llevado un sano, correcto y tranquilo noviazgo; han confundido sexo o amistad o afinidad de caracteres con amor.

Obviamente, todo lo que se dirá aquí, vale también para las parejas que sólo han firmado civilmente un contrato para conformar una sociedad conyugal, el llamado matrimonio civil, válido sólo en el ámbito civil; son parejas que aun estando “casadas” por lo civil también viven en concubinato.

¿Qué es concubinato? El concubinato, también llamado amancebamiento o unión marital de hecho, es el vocablo utilizado para definir la relación que sostienen dos personas que cohabitan sin estar casadas. Son personas que, por su inmadurez, no tienen la capacidad para contraer compromisos serios, estables y duraderos. Les da miedo casarse por la Iglesia porque es una gran responsabilidad de por vida, es tomar en serio a la otra persona e incluso a los hijos.

El concubinato es una relación que equivocadamente se le llama unión libre. ¿Por qué? Porque en esta supuesta relación no hay ninguna unión como tampoco es libre.

El concubinato no es ninguna unión porque sencillamente no hay ningún tipo de unión o vinculo, y tampoco es libre porque donde hay pecado no hay libertad, hay esclavitud.

Ahora bien, el hecho que la pareja viva en concubinato no significa que sea una relación ‘libre’ de deberes y responsabilidades.

La verdadera unión libre, aunque suene paradójico, es el matrimonio canónico o por la Iglesia pues allí sí hay una unión, pues es Dios mismo, ni mas ni menos, quien une a la pareja, y es una unión libre porque las personas contraen el matrimonio con absoluta libertad.

Se tenga en cuenta que una persona es libre sólo cuando hace lo correcto ante Dios, lo que se debe aunque cueste sacrificios, lo moralmente bueno, cuando se lucha por la salvación, etc..

La Iglesia ha establecido desde el principio que las relaciones sexuales extramatrimoniales son pecado mortal de materia grave porque es una ofensa grave a la dignidad del matrimonio; y en consecuencia estas personas no pueden ni deben comulgar; a menos que se confiesen.

Pero para que estas personas se confiesen debe necesariamente cesar la situación de pecado ya sea porque se han separado (han dejado de convivir) aunque se sigan queriendo, ya sea porque desean vivir como hermanos (lo cual incluye no sólo abstenerse de toda expresión de afecto propiamente esponsal o matrimonial sino también de practicar relaciones sexuales), o porque deciden contraer matrimonio canónico de manera inmediata; matrimonio también llamado ‘matrimonio por la Iglesia’, o ‘matrimonio sacramental’.

Pero, ojo, el vivir como ‘hermanos’, también tiene sus inconvenientes por un doble motivo: Esta situación se convierte para la pareja en ocasión de tentación, y ocasiona escándalo para los demás. 

La Iglesia lo dice: “Los novios están llamados a vivir la castidad en la continencia. En esta prueba han de ver un descubrimiento del mutuo respeto, un aprendizaje de la fidelidad y de la esperanza  de recibirse el uno y el otro de Dios. Reservarán para el tiempo del matrimonio las manifestaciones de ternura específicas del amor conyugal. Deben ayudarse mutuamente  a crecer en la castidad” (Catecismo, 2.350).

Entonces queda claro que los fieles que han establecido una relación de noviazgo han de vivir en castidad y cada quien en su casa.

¿Por qué la sexualidad no se debe vivir fuera del matrimonio canónico (ni antes ni después de éste)?

Las relaciones sexuales deben estar subordinadas a los dos fines del matrimonio: la unión o el bien de los esposos y la procreación. La sexualidad, que debe estar siempre abierta a la vida, debe hacer parte intrínseca del matrimonio, como sacramento, contraído lícita y válidamente para que se dé un amor verdadero entre las personas, y una verdadera entrega y donación mutua.

¿Por qué no está bien el concubinato? El concubinato no está bien porque, como ya se ha dicho, es pecado grave. Y es pecado grave porque tiene su impacto negativo tanto en el ámbito religioso de las personas como en el humano.

EN EL ÁMBITO RELIGIOSO:

1.- Se ignora a Dios y a la Iglesia con sus respectivas enseñanzas.

2.- Prescinde del sacramento del matrimonio, y en consecuencia impide un camino de santidad en pareja y en familia.

3.- Impide que los hijos lleguen en un contexto de bendición. 4.- Se da un mal ejemplo a los hijos y no se da el contexto idóneo para la transmisión de la fe de padres a hijos.

5.- El concubinato tiene carácter de temporalidad, rechazando el verdadero amor en pareja que, según Dios, debe ser eterno, porque Dios, que es amor, es eterno.

6.- El concubinato debilita y desconfigura la institución familiar que Dios ha querido como célula de la sociedad.

7.- Crea una situación de esclavitud. La pareja, forzada por las circunstancias, se va a vivir así no más.

8.- Se debilita y desconfigura la familia. Los hijos repetirán el mal ejemplo de sus padres y la fe en las familias se va desvaneciendo.

9.- El ejercicio de la sexualidad con quien no sea el legítimo cónyuge ante Dios es una distorsión de su propósito y de su diseño querido por Dios; la sexualidad fuera del contexto matrimonial es esencialmente una mentira.

EN EL ÁMBITO HUMANO:

1.- Impone una inestabilidad de las relaciones familiares haciéndolas pobres y débiles. ¿Las personas que viven así qué son? ¿Amigos, amantes, novios eternos, compañeros sentimentales, etc..?

2.- Los hijos crecen inseguros.

3.- Si hay algún cumplimiento de alguna responsabilidad será, en muchos casos, sólo por fuerza de una ley humana.

4.- Revela inseguridad y desconfianza en la pareja y en la relación.

5.- No favorece una entrega mutua total, permanente y sólida entre el hombre y la mujer.

6.- Propicia o facilita que hayan relaciones con terceras personas; fácilmente se abre la puerta de la promiscuidad.

7.- Crea un contexto de vida en la que no se toma en serio a la pareja.

8.- Las personas no se comprometen entre sí delatando una falta de confianza en el otro, en sí mismo y en el porvenir.

CONCLUSIÓN:

A los novios se les invita a esperar, a respetar la fe que ambos, o al menos una de las personas implicadas, dicen tener y ayudarse mutuamente a alcanzar el cielo.

Cuando una persona ama de verdad siempre busca la vida eterna de aquel a quien se ama; no se le hace ningún daño y menos un daño espiritual.

A medida que nuestra cultura continúa alejándose del ideal bíblico para el matrimonio, los cristianos sentirán la presión de seguir la tendencia hacia la cohabitación antes del matrimonio. Pero Pablo nos exhorta: “Y no os adaptéis a este mundo, sino transformaos mediante la renovación de vuestra mente, para que verifiquéis cuál es la voluntad de Dios: lo que es bueno, aceptable y perfecto.” (Rm 12, 2).

El plan de Dios es que su pueblo goce de los grandes privilegios del matrimonio, incluida la unión sexual, sólo después de que se haya llevado a cabo el pacto matrimonial en su presencia. El amor de Dios, presente entre los cónyuges casados sacramentalmente, debe ser garantía de éxito.

P. Henry Vargas Holguín.

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