Se trata de “un permanecer unidos casi biológicamente al Señor”, como nos enseñó Benedicto XVI, es decir: de manera vital, como el sarmiento a la vid, como Jesús al Padre. Solo en esa fuerte relación está la capacidad de resistir y vencer.
Recientemente escuchamos en el evangelio de San Juan, la exhortación de Jesús a «permanecer» unidos a Él como el sarmiento a la vid (Jn 15, 4-10). Fueron suficientes 6 versículos para advertir 9 alusiones a esa palabra que nos dejaba captar dónde latía fuertemente el corazón del texto y su llamada.
Ese «permanecer», además de tener un enfoque de instrucción en el marco de los discursos de despedida, nos permitía considerar cómo la comunidad que relee la experiencia tenía el reto de reaccionar, y evitar así vivir desprendida de la savia de Jesús para afrontar las persecuciones y lo adverso. Jesús mismo había advertido: “Llegará incluso una hora cuando el que os dé muerte pensará que da culto a Dios” (Jn 15, 26-16,4a).
Hoy nosotros somos la comunidad que relee el evangelio y se nos dirige el reiterativo llamado a “permanecer en el amor de Jesús”, ese llamado confronta la rebeldía en nuestros días de pretender vivir engañados y desprendidos de esa hermosa realidad más fuerte que nosotros, lo tenemos que admitir: sin Dios la vida se diluye, se seca, y por ello, el vínculo natural del Sarmiento unido a la vid no refiere a un proceso simbólico, por el contrario, compromete con “un permanecer unidos casi biológicamente al Señor”, como nos enseñó Benedicto XVI, es decir, de manera vital como el sarmiento a la vid, como Jesús al Padre.
La clave que Jesús nos brinda es no romper el contacto con Él, hacer de su amistad la prioridad, esforzándonos en seguirlo hasta las ultimas consecuencias, es aquí donde la oración, la lectura espiritual, los sacramentos, la vida fraterna y el dejarnos guiar en comunidad, constituyen la savia. Sólo en esta fuerte relación con el Señor está la capacidad de resistir y dar respuesta a esta época de retos que se nos concedió vivir.
Fraternalmente:
Miguel Salvador Fernández
Misionero Casa de la Misericordia