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En un video que circula por Whatsapp, se puede apreciar cómo durante la celebración de la Santa Misa, un hombre con apariencia de habitante de calle irrumpe en el presbiterio, llega hasta el altar y profana el Culto, los objetos consagrados para el mismo y las especies Eucarísticas, arrojando todo.
Luego se desplaza alrededor de la Mesa del Sacrificio, se mete entre el acólito y el sacerdote celebrante, los maltrata, toca y se lleva las especies consagradas, y acaba de rodear el altar tomando el Misal y llevándoselo.
El mensaje que acompaña al video dice que esto sucedió en los Estados Unidos, y lamenta que nadie, absolutamente nadie, hubiese intentado detener la profanación y el sacrilegio que estaban teniendo lugar allí.
Ante el hecho, pasma la pasividad y la aparente falta de conciencia con respecto a la jerarquía y al valor de las Realidades Sagradas. También sobrecoge el recuerdo de tantos hechos en los que ante huracanes, terremotos, incendios e incluso atentados terroristas, las imágenes de Jesús y de María han prevalecido intactas.
La situación vivida, por su gravedad, también trae a la memoria aquel pasaje del Evangelio cuando Jesús hace su entrada triunfal a Jerusalén, y es aclamado:
«Decían: «Bendito el Rey que viene en nombre del Señor! Paz en el cielo y gloria en las alturas». Algunos de los fariseos, que estaban entre la gente, le dijeron: «Maestro, reprende a tus discípulos». Respondió: «Os digo que si éstos callan gritarán las piedras»».
Lucas 19, 38 – 40
Después de estas palabras, el texto dice que
«Al acercarse y ver la ciudad, lloró por ella».
Lucas 19, 41
¿Montaje irónico de un católico indignado?
Lastimosamente, este hecho impactante ha sido objeto de manipulación, quizás ante la indignación que produce tanta pasividad. Pero no estamos de acuerdo con esta manera de hacerlo, haya sido buena o no la intención, que acabó distrayendo la atención del hecho central, que es un sacrilegio.
El video registra un hecho real. En este se pueden apreciar la interacción entre el hombre que irrumpe en el altar, el acólito y el sacerdote celebrante, sus miradas y el movimiento de sus cabezas, así como las reacciones ante la agresión. También la toma de los objetos y cómo los arroja, y la forma de tomar el Misal. De modo, pues, que la profanación es muy real, así como el dolor infligido al Señor y a la Iglesia.
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