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¡Me agarraron en la cama equivocada! (Testimonio de la mujer adúltera sanada por Jesús)

Mujer adúltera

En tiempo de pandemia Jesús nos llama constantemente a la conversión del corazón, que pasa necesariamente por un proceso de sanación interior. Les presentamos una serie de historias contadas por sus protagonistas. Hoy les habla la mujer del Evangelio que tuvo una segunda oportunidad y no murió lapidada.

Tú me conoces y has escuchado hablar de mí en numerosas ocasiones. Soy la mujer adúltera. Después de mi conversión y sanación interior al conocer a Jesús, mi manera de ver el mundo y de entender la vida se acercó a Dios… En fin, no necesité de un coronavirus para despertar: ¡Mi vida era toda una peste…!

Te escribo con la sencillez de una mujer que quiere compartir contigo lo que aprendió de Jesús. Quiero abrir mi corazón, a través de palabras selladas por la vivencia y la humildad. Sé lo que significa caer, sé lo que significa humillarse delante de Dios, y sé que ese simple acto tiene un gran valor para Él. (Lee mi historia en San Juan 8, 1-11 http://es.catholic.net/op/articulos/14367/el-que-est-sin-pecado-que-le-arroje-la-primera-piedra.html).

A pesar de los dos mil años que nos separan, pensándolo bien, tú y yo nos parecemos bastante. ¿Cuántas veces has estado en el suelo, a punto de ser lapidado por las circunstancias?

¿Cuántas veces has estado en mi lugar, esperando recibir la primera pedrada en la cara? ¿Cuántas veces has caído y te has sentido liquidado? ¿Cuántas veces te han criticado, insultado, vituperado? ¿Cuántas veces te han señalado de manera inmisericorde, dejando en el fango tu buen nombre, mientras te miran con desdén…? Has pasado por ahí, ¿verdad?

Curiosamente, los fariseos de ayer son los mismos de hoy, siempre los mismos: personas que se creen mejores o superiores, que jamás han dudado en juzgar a los demás – a ti y a mí – duramente, la inmensa mayoría de las veces sin saber siquiera la realidad o las circunstancias que nos llevaron a pecar…

Bueno, el caso es que la mayoría de caídas está atada a heridas que llevamos en el alma desde la infancia. En mi caso o en el de millones de personas adúlteras e infieles, no se termina en una cama, “in fraganti”, sin un antecedente atado a la memoria más profunda de cada persona.

Y Jesús me perdonó y me sanó. Él no me dijo nada ofensivo, ni me hizo sentir como una delincuente. Él me encaró con cariño y me quitó la venda de podredumbre que llevaba en mi alma, esa misma que los hombres que me querían lapidar señalaban airadamente.

¿Sabes por qué? Porque Jesús fue hasta la raíz de mi problema, y una vez se retiraron quienes me querían matar, las palabras de Jesús me abrieron los ojos. Fue la sentencia del Amor: «Mujer, ¿dónde están? ¿Nadie te ha condenado?» Yo le respondí: «Nadie, Señor». Entonces Jesús me dijo: «Tampoco yo te condeno. Vete, y en adelante no peques más» ¡Qué fuerte, exigente y amoroso al mismo tiempo!

Siguiendo mi historia, te puedo decir que hoy tienes una gran oportunidad de curar esas heridas del alma y continuar por el camino de la conversión, apoyado por un experto, que por cierto se ha vuelto un gran amigo mío y, sobre todo, de Dios a través de las Sagradas Escrituras.

Él se llama Octavio Escobar, un psicólogo católico que lleva más de 30 años conjugando su profesión con la Fe, la ciencia con la espiritualidad y ha diseñado un Diplomado Católico Online de Sanación Interior que ha bendecido a más de 1.500 personas en Colombia y el mundo entero, entre laicos, sacerdotes y religiosas, porque todos necesitamos ese bálsamo para el alma.

Te recomiendo que hagas clic aquí, donde encontrarás información más detallada de este Diplomado. No dudes en acceder y aprovechar este medio de crecimiento personal y espiritual para tu vida.

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Te abrazo con mi corazón sano,

La mujer adúltera perdonada por Jesús… (¡que también puedes ser tú!)

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