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Los “precios que se pagan” por el escándalo de pederastia en la Arquidiócesis de Medellín

Los “precios que se pagan” por el escándalo de pederastia en la Arquidiócesis de Medellín

La W Radio puso el dedo en la llaga en un asunto real, incómodo y doloroso para la Iglesia Católica en el mundo. ¿Deseo de corrección fraterna o una apuesta sensacionalista? Al paredón han pasado los sacerdotes involucrados, el Arzobispo y la misma Conferencia Episcopal. ¿En dónde quedan los fieles ante este tipo de noticias? Aprender y afrontar, dos actitudes que señala Monseñor Luis Manuel Alí, de la Comisión Pontificia para la Protección de Menores.

Tras una amplia campaña de expectativa anunciando una “investigación muy W” salió al aire, el 21 de marzo, el especial titulado “Dejad que los niños vengan a mí”. Según el mismo Julio Sánchez Cristo, líder de la emisora, se trataba del primero de una serie de reportajes con el cual se inauguraba Juan Pablo Barrientos, recientemente vinculado a su equipo periodístico.

Unas horas después de la emisión el periodista era protagonista de un enfrentamiento al aire con el reconocido Padre Carlos Yepes, uno de los nueve sacerdotes expuestos y relacionados con presunto abuso sexual de menores en la Arquidiócesis de Medellín, quien llamó a la emisora para responder ante los señalamientos. Seis días después, este martes, Barrientos publicó una columna defendiendo su investigación, algo poco o nada usual en el ejercicio periodístico de calidad: ¿una manera indirecta de reconocer su “salida en falso” en su debut?

Sin entrar a corroborar o contradecir los casos descritos, lo evidente es que la polémica emisora logró posicionar en la agenda mediática un asunto real, incómodo y doloroso para la Iglesia Católica en el mundo, justo una semana antes de que los católicos celebren los días más solemnes de todo el año: el Triduo Pascual. En efecto, este Jueves Santo se ha conmemorado la institución del orden sacerdotal, y pareciera que honrar la entrega de los más de 9 mil sacerdotes en Colombia, resultara un despropósito en el marco de estas acusaciones.

¿Se justifica entonces un escándalo mediático que pone en entredicho la credibilidad y la transparencia de la institución y de sus pastores, visibiliza a las presuntas víctimas y genera diversas reacciones en el público, especialmente en los fieles católicos? En esto último, vale la pena destacar las múltiples manifestaciones de los creyentes en Medellín, defendiendo “a capa y espada” la integridad del Padre Yepes (vea aquí lo que halló el periodista Frank Zapata).

Se puede admitir entonces que sí se justifica, asumiendo esto como un mal menor por el cual la Iglesia se ve así misma manchada ante el escrutinio público y, por lo tanto, ve la oportunidad de rectificar, como lo ha venido haciendo en los últimos años. Lo que no se justifica es un periodismo sensacionalista, que no se asegure de contrastar rigurosamente con los directamente implicados, revictimizando a quienes habrían sufrido el daño de un abuso sexual y generando la impresión de que no se puede confiar en los sacerdotes. Todo en su justa medida.

¿Qué y cómo ha respondido la Iglesia?

“Es una preocupación fundamental en todo este proceso el respeto a las víctimas, a las cuales la Arquidiócesis, con los medios que le son posibles, procura atender espiritual y psicológicamente. Nunca la Arquidiócesis ha ofrecido dinero para comprar su silencio (…) La sociedad puede estar segura de que la Arquidiócesis de Medellín no tolera que algunos miembros del clero cometan actos contra los menores, pues son contrarios a la vocación de entrega y de servicio que caracteriza la vida de la inmensa mayoría de los sacerdotes”.

Estos son los extractos más contundentes del comunicado con el que la Arquidiócesis de Medellín respondió ese mismo día, 21 de marzo, ante el especial de La W que fue titulado en la web: “Arzobispo de Medellín encubrió y protegió a sacerdotes pederastas de su ciudad”. Monseñor Ricardo Tobón fue entrevistado antes por Barrientos, quien parecía más un fiscal y terminó “condenando” al prelado, así como al anterior Arzobispo de la capital antioqueña.

Por su parte, Monseñor Elkin Álvarez, Secretario de la Conferencia Episcopal de Colombia y Obispo Auxiliar de Medellín, pasó esta semana al paredón con la periodista Claudia Palacios, quien concluyó el programa diciendo que, en lo personal, no compartía por qué la Iglesia no era la que acompañaba directamente a las presuntas víctimas de pederastia y abuso de menores ante las autoridades civiles para denunciar. En su concepto, la Iglesia debería poder denunciar a sus propios pastores.

De esta manera la periodista -que en otros asuntos polémicos ha defendido su postura a favor del aborto- terminó desacreditando lo que Monseñor Álvarez explicó una y otra vez: la diócesis respectiva, donde se inicia el proceso canónico, le indica al tutor del menor que puede denunciar el caso ante las instancias civiles, respetando precisamente su autonomía para hacerlo.

Aprender de los errores

Para Monseñor Luis Manuel Alí, Obispo Auxiliar de Bogotá y ratificado por el Papa Francisco en la Comisión Pontificia para la Protección de Menores, la mejor ruta de actitudes y acciones frente a este tipo de escándalos son “las 4 A”: “aprender de nuestros errores, afrontar los problemas, atender a las víctimas y asumir programas de protección”. Esto último fue lo que precisamente motivó al actual Pontífice a crear dicho órgano consultivo, que funciona como asesor técnico de la Santa Sede para diseñar e implementar políticas de prevención de abuso en las iglesias locales.

Frente a la obligación o no de la Iglesia de denunciar los casos ante la autoridad civil, el comisario vaticano y también psicólogo clínico advirtió que si el denunciante no lo hacía, quien conociera del caso en una parroquia o en la Curia sí está obligado a reportar la situación (diferente a poner la denuncia) ante un Centro de Atención Integral de Víctimas de Violencia Sexual, por el solo hecho de ser ciudadano.

El otro punto cuestionado constantemente por la emisión de La W es por qué, mientras los sacerdotes son investigados, estos pueden seguir ejerciendo su ministerio a expensas de la seguridad de los niños y los adolescentes, ante lo cual Monseñor Alí respondió que es precisamente por esto que el proceso civil debe ser paralelo o incluso anterior al canónico. En este último, “como Obispo estoy obligado a poner medidas cautelares, aunque el sacerdote tenga presunción de inocencia, y lo retiro de la parroquia”.

Y si la investigación previa arroja la probabilidad de que se cometió efectivamente el abuso al menor de edad (denominado “pederastia” hasta los 12 años), el caso se envía a juicio a la Santa Sede, la cual tiene la última palabra e impone como máxima pena “la dimisión del estado clerical”, es decir, la expulsión del ministerio sacerdotal.

Como planteó el año pasado el sacerdote estadounidense Stephen Rossetti, entonces comisario de visita a Colombia: “yo creo que un cura que ha sido encontrado abusando de menores no debe volver a la Iglesia. Muchos disienten, pero nos tomó 20 años llegar a esta conclusión en Estados Unidos. Yo cambié mi posición cuando un obispo me dijo: ‘debe pararse en frente de las personas y asegurarles que no hay ningún cura en su diócesis, que usted sepa, que abusa de niños’”.

“Enjugar el rostro sufriente de la Iglesia”

En estos casos, a la Iglesia le corresponde una tarea más, según el comisario colombiano: acompañar psicológica y espiritualmente al sacerdote que ha estado en la cárcel, así como prevenir que quien sea dimitido de su ministerio no se desempeñe laboralmente en otros espacios de posible riesgo de abuso, como un colegio.

“Tenemos que reconocerlo: nos avergonzamos porque en algunas partes se trataron de silenciar algunas situaciones para evitar el escándalo, algo que no se hizo de manera malvada, pero sí inadecuada. Fueron errores. De ahí nuestra labor para ser transparentes, bajo la política de ‘tolerancia cero’ impulsada por los últimos tres Papas”, aseguró Monseñor Elí, que no puede pronunciarse por casos particulares de Colombia, pero sí de manera genérica.

El próximo 15 de abril, de hecho, se iniciará la asamblea general de la Comisión Pontifica para la Protección de Menores y Colombia estará seguramente en la agenda, junto a Chile, por el sonado caso del padre Fernando Karadima (quien habría sido encubierto por el Obispo Juan Barros), y Perú, donde continúa vigente el caso del fundador de la sociedad de vida apostólica “Sodalicio de Vida Cristiana”, acusado de abusos físicos y sexuales.

Finalmente, ¿en dónde o cómo quedan los fieles ante este tipo de noticias? ¿Decepcionados por la falta de “mano dura”, según la periodista Claudia Palacios? ¿Indignados por la acusación al Padre Yepes e indiferentes ante el resto de casos, según el periodista Juan Pablo Barrientos?

Para la representante en Colombia de la iniciativa de laicos Voces Católicas, la psiquiatra Danelia Cardona, “a la feligresía no le corresponde juzgar a los sacerdotes, pero sí reconocer que no hay justificación para que esto esté ocurriendo. La Iglesia tiene que sincerarse y ya hay mecanismos en Colombia para disminuir el problema, por ejemplo, se está elevando el nivel de escrutinio para escoger a los seminaristas. En este tipo de debates lo más importante es ser solidarios con las víctimas”.

¿Y si la víctima misma en todo esto es Cristo, Nuestro Señor? La Arquidiócesis de Madrid (España) difundió hace algunos años una oración titulada “Enjugar el rostro sufriente de la Iglesia”, de la cual publicamos los siguientes extractos:

No caigas en la tentación de la crítica fácil ante las miserias y escándalos de los miembros de tu Iglesia. No cedas a la duda, al desaliento o al desánimo cuando te topes de cerca con el pecado, la defección y la omisión de otros cristianos o, incluso, de tus mismos pastores.

 Abraza en lo más profundo del corazón esa misma cruz que Cristo abrazó en Getsemaní, con el doloroso gozo de saberte, como Cristo, crucificado por los pecados que afean la indefectible santidad de la Esposa (la Iglesia). Y, sobre todo, cuida de no herir con tu vida mediocre, con tus faltas consentidas, con la indiferencia ante tus propios pecados, esa filigrana sublime, misteriosa y delicada que es la comunión de la misma Iglesia.

 Acércate a tu Iglesia como se acercó aquella mujer al cuerpo llagado y caído de Cristo, enjugando con el paño limpio de tu vida el rostro sufriente de Cristo en cada uno de tus hermanos.

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*Foto principal: www.cathopic.com / Dimitri Conejo Sanz

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