«Lo mejor está por venir» (Le meilleur reste à venir, Francia-Bélgica/2019), es referenciada como una comedia con un gran mensaje sobre la amistad y el valor de la vida, pero se queda corta en ambos aspectos debido a la actitud hedonista y poco trascendente que la inspira.
El planteamiento de la historia tiene mucho potencial: dos amigos de infancia que no se ven hace muchos años, Arthur (Fabrice Luchini) y César (Patrick Bruel), se reencuentran cuando a uno de ellos le diagnostican un cáncer terminal.
Sin embargo, el que está muriendo, por un malentendido cree que el enfermo terminal es su amigo, y decide hacer lo posible para que esos últimos meses sean inolvidables.
La calificación de los críticos compilada por FilmAffinity es de 6.1/10 que nos parece muy generosa.
El humor se basa y recae en la actitud adolescente y vulgar de César, mientras que las reflexiones dramáticas están mejor logradas, sin lograr transmitir un mensaje realmente edificante o que deje una huella en el espectador.
La película refleja muy bien el espíritu secularizado de occidente, en el que la fe cristiana no tiene nada que aportar (más que alguna excusa para hacer un chiste fácil), y en el que el sentido de la vida se realiza y acaba apenas en los gustos pasajeros que uno se pueda dar.
El tratamiento de la fe se ve reflejado en dos escenas, al principio y al final de la misma, en las que en un primer momento César busca a un sacerdote, pero lo hace con una superficialidad que parece poco auténtica para alguien que acude a Dios buscando una milagrosa intercesión:
Y la escena final del funeral, se ve extraña sin ningún ministro ni rito religioso, en cabeza de Arthur, el mejor amigo de César, que no ofrece ninguna esperanza, al no tener ningún sentido trascendente, y se queda en los recuerdos de lo que fue, junto con alguna frase melodramática:
Apenas el reencuentro del protagonista con su padre, para sanar su relación profundamente herida desde la infancia, le confiere autenticidad y redime un poco la pobreza espiritual y emocional con la que los amigos enfrentan los últimos meses de vida.
Finalmente, la comedia no deja pasar la oportunidad para ser políticamente correcta, creando una escena forzada en un restaurante, en la que ambos fingen ser una pareja gay. La única justificación de esta escena en la historia parece ser la necesidad de recordarle al espectador, que ahora todos los espacios públicos deben ser amigables para las expresiones homosexuales:
La película hace uso frecuente de un lenguaje obsceno, aunque no tiene escenas de contenido sexual.