El reportaje escrito por Elizabeth Dias e ilustrado con impactantes imágenes tomadas por Ryan Christopher Jones, inicia la Epístola de Santiago:
“¿Está alguno enfermo entre vosotros?
Llamen a los ancianos de la iglesia y oren por él, ungiéndole con aceite en el nombre del Señor.
Y la oración de fe salvará al enfermo, y el Señor lo levantará;
y si hubiere cometido pecados, le serán perdonados”.
La nota hace referencia a la forma como ha ido cambiando el papel de los ministros religiosos y las familias, en el acompañamiento de los enfermos:
«Durante la pandemia de 1918, muchas iglesias cerraron sin servicios, pero no había duda de que los ministros podían visitar a los moribundos.
Un siglo atrás, los sacerdotes respondían a las llamadas de los enfermos de día y de noche, según registraba un periódico católico de la época.
Hoy, las enfermeras y doctores, no las familias o líderes espirituales, es más probable que sean testigos de la muerte de una persona».
Y aprovecha el escenario convulso que ha generado la epidemia del coronavirus, para hacer una poderosa reflexión:
«Estados Unidos no solo enfrenta una crisis sanitaria y económica, sino también una crisis espiritual profundamente personal.
Un virus nos ha obligado a enfrentar las preguntas más íntimas que tenemos, no solo sobre cómo vivimos, sino también de cómo morimos.
Sobre lo que podemos controlar y lo que no.
Sobre cómo abordar la dignidad, la desolación y la esperanza humanas.
Y en especial sobre cómo darle sentido a nuestras últimas horas en este mundo».
El especial acompaña a los protagonistas de varias historias, que giran alrededor de la administración de tres rituales: la confesión, la unción de los enfermos con aceite e imposición de manos y la comunión.
Durante siglos, los sacerdotes han ungido físicamente a los moribundos con aceite para curar el cuerpo y el alma, si no en esta vida, entonces en la siguiente.
Muchos católicos han pasado toda su vida confiando en que, en sus horas más difíciles, un sacerdote, y a través de él Dios, vendría a socorrerlos.
“Vivir bien requiere prepararse para la muerte, reconocer que la muerte es parte de nuestro destino humano.
Sin creer en Dios, sin creer en un propósito verdadero para nuestra vida, no sé como se hará”, comenta el padre Thomas Macdonald.
Una recuperación casi milagrosa luego de recibir la «extremaunción»
Una de las historias que cuenta es la de Addis Dempsey, quien estaba sedado y entubado en el hospital Santa Isabel en Boston, cuando a principios de mayo el padre Bill Williams le aplicó la unción de los enfermos.
Pocos días después estaba desentubado y hablando por teléfono.
“No es magia, es una llamada de los fieles a Dios, diciéndole, ¡Dios, necesitamos un abrazo ahora mismo!”, explicaba el padre a los parientes.
El reportaje también destaca el trabajo de 21 sacerdotes designados por le obispo de Boston, que se entrenaron para ungir de forma segura a los pacientes con COVID-19.
El especial termina con la historia del padre Connors quien administró la Unción de los Enfermos a Otto Ronaldo Barrios, a solicitud de su hija Dunia, quien acompañó el rito a través de un celular.
El reportaje describe bellamente la realización del ritual, así como su significado para los fieles:
Primero, una lectura del Evangelio según San Mateo. “Vengan a mí todos los que están cansados y llevan cargas pesadas, y yo les daré descanso”, leyó Connors. A continuación, la absolución de los pecados. La garantía del perdón.
Después, Connors levantó la bola de algodón. Tocó con ella la frente del hombre, y le untó aceite.
“Por esta santa unción y por su bondadosa misericordia, te ayude el Señor con la gracia del Espíritu Santo, para que libre de tus pecados, te conceda la salvación y te conforte en tu enfermedad”, proclamó el sacerdote.
Apartó la bola de algodón. Después la quemaría, según la enseñanza católica.
Vio al hombre.
“Santa María, madre de Dios, ruega por nosotros los pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén”, oró.
Aunque el ritual duró sólo unos minutos y la unción apenas unos segundos, «en esos segundos quedó plasmada una eternidad», dijo el diario.
«Como seres humanos somos muy frágiles. El amor sana», dijo Dunia luego de ver la ceremonia.
Tres semanas después de haber administrado el sacramento, su padre murió.
Fuente: Un recordatorio de que no estamos solos – The New York Times