Inicio Espiritual La peligrosa travesía del Católico hoy.

La peligrosa travesía del Católico hoy.

La peligrosa travesía del Católico hoy.

«Miren que los mando como ovejas entre lobos; por eso, sean sagaces como serpientes y sencillos como palomas».

Mt 10, 16-23

La acción misionera es un mandato que implica sus riesgos; «Miren que los mando como ovejas entre lobos«. El terreno que atravesamos los católicos en el pasado como en el presente está minado, maquinado de emboscadas propias del misterio de iniquidad, sembrado de minas anticristianas y por ello requiere de creatividad, arrojo, convicciones fuertes y osadía más que temeridad o imprudencia; «sean sagaces como serpientes y sencillos como palomas«. Todo esto lo podemos enfrentar con gran vigilancia cantando con nuestra Madre María: «Fecit poténtiam in bráchio suo: dispérsit supérbos mente cordis sui. Depósuit poténtes de sede, et exaltávit húmiles». (Lc 1, 51-52)

Un catolicismo sin valentía terminará integrando la manada de los lobos formalmente, ubicados en la tibieza de los centros donde finalmente no hay carácter sino indiferencia, donde se negocia todo y la indiferencia como le es propio deja morir y se sitúa en el descarte; no es extraño que tales partidarios los veamos por ahí con piel de ovejas y hasta con piel de pastores, mimetizados, pero que exponen el rebaño al peligro más atroz; a los pastos contaminados y a las aguas estancadas, con toda razón Jesús nos dice: “los hermanos entregarán a sus hermanos para que los maten”.

La advertencia de las familias divididas a causa de la determinación que imprime seguir a Jesús, supera a la familia natural del movimiento primitivo seguidor, el cual fue sacudido en su núcleo por la existencia de los conversos, mientras los no conversos al cristianismo les señalaban como traidores o un peligro para la seguridad religiosa y social de la época para sus propios hogares, muchos fueron entregados por sus propios hermanos de sangre, rupturas dramáticas contrajo el definirse por Jesús ayer y no será distinto hoy.

Esta advertencia puede instalarse en la familia espiritual resquebrajada, hay una persecución y un martirio moral que padecen muchos bautizados hoy por la fidelidad a la fe y a la sana enseñanza de la Iglesia, a causa de esto; hay hermanos que entregan a sus hermanos, y con ello aparece el dolor que infringen ciertos tribunales desde los centros de poder que no es menor, se cierra el espacio a lo sólido, y se encumbra lo ambiguo, el triste libre examen y la libre interpretación, en razón de un pluralismo que trae sus consecuencias cuando menos ideológicas, si no te alineas con estas perspectivas insulsas quedas expuesto, ya lo vivimos hace 500 años y hoy emerge con nuevo vigor en medio de la dictadura del relativismo.

Aún así, conscientes de la adversidad, comprendamos que la misión es una exigencia para quienes nos identificamos como seguidores de Jesús, nuestra salvación depende de perseverar hasta el final con este don y tarea, aunque tengamos aseguradas persecuciones, incomprensiones y señalamientos como lo aclara el Señor Jesús: «Todos los odiaran por mi nombre».

Es bueno recordar a las ovejas que han caído en el buenismo simplón que abraza lo que es peligroso y nocivo en nuestro tiempo, -como sí se tratara de cierto síndrome de Estocolmo en el ambiente eclesial con el pecado que esclaviza y las venenosas ideologías-; que sus captores no les aman y no les harán libres. La esclavitud, la inmoralidad no es connatural al progreso, a la realización y a la plenitud humana porque roba la auténtica libertad y humilla secuestrando la vida en el error y la mentira.

Aunque tengamos viento en contra debemos ponernos en camino, porque la misión es una nota característica y la manera de ser cristianos católicos a cabalidad. En este sentido Benedicto XVI nos confirmó:

«La misión universal implica a todos, a todo y siempre. El Evangelio no es un bien exclusivo de quien lo ha recibido, sino que es un don que hay que compartir, una buena noticia que hay que comunicar. Y este don-compromiso le es confiado no solamente a algunos, sino a todos los bautizados, los cuales son “un linaje elegido, […] una nación santa, un pueblo adquirido por Dios” (1 Pe 2, 9) para que proclame sus obras maravillosas… Es importante que tanto cada bautizado como las comunidades eclesiales se interesen en la misión no de manera esporádica y ocasional, sino de manera constante, como forma de la vida cristiana».

Mensaje Mundial para las Misiones del año 2011

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