Espiritual Fe

La Comunidad es la Familia protegida por Jesús.

Sé testigo de la búsqueda que cambió la historia de la humanidad.En Jerusalén, un joven centurión romano recibe, por parte de Poncio Pilato, prefecto de Judea, la misión de investigar la misteriosa desaparición del cuerpo de un predicador nazareno crucificado hace tres días, y los crecientes rumores sobre su resurrección.

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Y, extendiendo su mano hacia sus discípulos, dijo: Estos son mi madre y mis hermanos”.


Mt 12, 49

El texto que nos ofrece hoy San Mateo en su evangelio tiene por fuente el texto de San Marcos (3, 31-35), de forma que se pueden establecer entre ellos algunas diferencias que nos ayudan a captar la evolución de la respuesta del Señor en el marco de comunidades diferentes que tenían necesidades particulares.

En San Marcos, por ejemplo; encontramos un aspecto que no resulta extraño a los misioneros de Jesús en referencia a la incomprensión familiar ante la vocación misionera y la pertenencia eclesial, porque quizás la acción misionera de Jesús; las jornadas extenuantes, la misma resistencia que provocaba en ciertos ambientes su anuncio y su actuación contracorriente, terminaron generándole riesgos desde el comienzo, y con ello un grado de incomprensión en los más cercanos de su círculo familiar, quienes preocupados  llegaron a considerar que “estaba fuera de sí” (Mc 3, 21).

Esto no es extraño para muchos cristianos que hoy enfrentan la hostilidad hasta en sus propias casas a causa de Jesús y su Iglesia.

El evangelio según San Mateo parece dar superada esta predisposición, puesto que solo se interesa por mostrar el interés que tenía su Madre y sus hermanos que trataban de hablar con Él y por ello lo buscaron, enviando una razón; “Alguien le dijo: ¡Oye! Ahí fuera están tu Madre y tus hermanos que desean hablarte”. Uno puede sospechar que las jornadas misioneras de Jesús eran tan intensas que ciertos temas tenían que ser tocados sobre la marcha por familiares y cercanos.

Así mismo, lo que resulta diferente al relato de Marcos es ese gesto que queda plasmado en la escena del Evangelio de Mateo: Y, extendiendo su mano hacia sus discípulos, dijo: Estos son mi madre y mis hermanos”. Es decir, la nueva familia en Jesús es la comunidad que está reunida en torno a él, que le escucha como lo hace Nuestra Santísima Madre María y los discípulos, que se sienta a sus pies para aprender a vivir; esa misma comunidad que queda bajo su Mano, bajo su custodia y protección. La comunidad protegida por Jesús.

En la comunidad está el atractivo de Jesús pero también la certeza de su cuidado, custodia y protección, en ella experimentamos lo que muy sólidamente nos advirtió Benedicto XVI; “la Iglesia no crece por proselitismo sino por atracción”. Sí escuchamos la Palabra, la acogemos y la vivimos, somos su nueva familia, si nos amamos fraternalmente esta no se extinguirá.

¡Qué bueno sería que todos podamos considerar cada vez con mayor alegría y convicción sobre nuestras comunidades y parroquias lo que describe el orante!, En la comunidad nos hemos sentido bien, en ella el Buen Pastor se ha ocupado de nosotros, llevándonos a verdes praderas para reposar, conduciéndonos hacia aguas de remanso, confortando nuestra alma, guiándonos por senderos de verdad! En la Comunidad hemos crecido en la confianza en Jesús para atravesar los valles oscuros, las estaciones complicadas de la vida con la certeza de su seguridad y defensa, nuestra comunidad es lugar de salvación, y en la Iglesia Católica podemos confesar: “habitaré en la casa del Señor por siempre jamás” (Sal 23, 6).

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