Encontrarnos con el texto que nos presenta San Mateo es un verdadero polo a tierra para enfrentar el buenismo simplón que pretende secuestrar o eclipsar los llamados concretos del evangelio que desentonan con la falsa misericordia que se pregona en algunos ambientes; el llamado a la conversión y a la penitencia es central en la predicación de Jesús, de los apóstoles y debe serlo para la Iglesia que busca la salvación de las almas, y con ello evitar un juicio implacable, un destino infernal, porque el amor no quita verdad.
Este llamado del anuncio cristiano no puede ser ahogado por la extrema sensibilidad con las concesiones antinatura de las nuevas libertades a base de una fría tolerancia que deja morir: “¡Ay de ti, Corozaín, ay de ti, Betsaida! Si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que en vosotras, hace tiempo que se habrían convertido, cubiertas de sayal y ceniza”.
Recuerdo una clase de teología donde el profesor prefería defender con gran intransigencia la desgracia de Sodoma y Gomorra como falta de hospitalidad en sus moradores y no por la decadencia moral, las desviaciones sexuales y promiscuidad que el mismo texto apunta (Gn. 19, 5). Pero qué quede claro: Jesús nos recuerda que lo de Sodoma mereció severidad; solo la conversión puede depararnos un juicio y un trato diferente a nosotros.
En todo caso es el colmo evidenciar como se pretende erosionar la fe, hasta a la aberrante inmoralidad se le quiere sacar limpia de la misma Biblia, mientras lo que sí proponen debatir por dañino, por ejemplo; son las verdades de fe, con el sofisma de una evolución de los dogmas, o incluso, con la desfachatez de cuestionar la veracidad de los evangelios, como lo infirió sin sonrojarse en algún modo el actual superior general de los Jesuitas -P. Arturo Sosa en febrero de 2017- una vez preguntado sobre la indisolubilidad matrimonial, respondiendo; “que se debe reflexionar “sobre lo que verdaderamente dijo Jesús” y ponerlas en contexto, pues “en esa época nadie tenía una grabadora para registrar sus palabras”. ¡Hágame el favor! Ahora ni lo evangelios son fuentes confiables para conocer a Jesús cuando sus Palabras chocan con la interpretación de la falsa misericordia.
Hoy nuestros ojos se posan en María, nuestra Señora del Monte Carmelo, en ella encontramos una decisiva respuesta al llamado del Señor, la Biblia y la teología nos enseña como su libertad absoluta y plena fue vivida en una obediencia total al Señor, nuestra Madre y Señora jamás pensó que la realización y la grandeza humana se conquistaran intentando escapar del proyecto de Dios o fuera de Dios, aunque implicara el riesgo de ver atravesada su alma por aquellas espadas profetizadas por el aciano Simeón (Lc. 2, 35). Ella solo correspondió a la Voluntad Divina que se hizo Carne en su propia existencia; un Dios que la habitó plenamente tanto en su vientre virginal como en su Inmaculado Corazón, Él creció en ella y ella crecía por ese Dios, El Señor no le quitó nada y sí se lo dio todo, absolutamente todo, un Dios que para nada socavó su libertad.
La Conversión tiene este camino que se nos esclarece en María, un Dios que no va por los laditos de nuestra vida sino que mora en nosotros, que no nos quita nada y sí nos lo da todo, y lo que nos da no son cosas accesorias, se nos da a sí mismo, y para ello nos pide engrandecer el espacio de nuestra tienda, dilatar el corazón y la vida misma, limpiar, purificar y entregarle nuestra miseria para que exista espacio en nosotros a lo nuevo, a su morada.
Es inquietante, pero la conversión cuando menos, es reducida a buenos modales en orden a una fraternidad de etiqueta universal, donde éste Jesús que nos plantea San Mateo desentona, su anuncio claro, su voz estentórea, lo convertiría para algunos en un profeta de desgracias y catástrofes, y el camino de realización de nuestra Madre María una apuesta opresiva y lesivo de la libertad, por ello; María es una Mujer imposible para el feminismo radical y de ahí el gran desprecio y odio que evidencian las burlas contra nuestra Señora en sus marchas.
A la feligresía en no muy pocos púlpitos se le asegura que con ser bueno basta aunque se viva en la esclavitud del pecado y lejos de una vida virtuosa o en gracia, mientras la sociedad se acostumbra al dominio de la corrupción, al quebrantamiento del derecho, a la arbitrariedad de los poderosos que manejan sus agendas ideológicas con sus chequeras venenosas que imponen pseudo derechos individuales que paradójicamente quitan lo que pertenece a la libertad auténtica del hombre, a su dignidad y a la edificación de una sociedad verdadera, realista y justa.
Tengamos claro; la obediencia de la Santísima Virgen María a Dios es el camino de realización de todo católico, es el horizonte de una vida en conversión, en auténtica libertad, mientras:
“El hecho de que nuestros primeros padres pensaran lo contrario fue el núcleo del pecado original. Temían que, si Dios era demasiado grande, quitara algo a su vida. Pensaban que debían apartar a Dios a fin de tener espacio para ellos mismos. Esta ha sido también la gran tentación de la época moderna, de los últimos tres o cuatro siglos. Cada vez más se ha pensado y dicho: “Este Dios no nos deja libertad, nos limita el espacio de nuestra vida con todos sus mandamientos. Por tanto, Dios debe desaparecer; queremos ser autónomos, independientes. Sin este Dios nosotros seremos dioses, y haremos lo que nos plazca”.
Benedicto XVI el 15 de agosto del 2005
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