En su blog de Infocatólica, el valiente arzobispo emérito de La Plata se pronunció sobre la tentación de algunos obispos de «ordenar» que todos los fieles comulguen en la mano, contrariando la disciplina vigente de la Iglesia.
En ese contexto, algunos pastores de la Iglesia han determinado que se debe recibir la Sagrada Comunión en la mano; esto donde los fieles soliciten el sacramento, y los sacerdotes estén dispuestos a cumplir con su elemental obligación pastoral. La cautela parecería razonable, aunque se ha difundido también otra opinión, según la cual habría tanto o más riesgo de contagio comulgando en la mano que en la boca. Por algo se invita hasta el cansancio a lavarnos las manos frecuentemente. Se me ocurre que, en realidad, quizá podría hacerse lo uno o lo otro con igual cuidado y sin peligro. No tengo competencia para dilucidar este asunto, y además mi intención en esta nota se dirige al después, y a recordar cuál es la disciplina vigente en la Iglesia, y el consiguiente derecho de los católicos. Vayamos al grano.
Según la disciplina eclesial se puede recibir la comunión de pie o de rodillas, en la mano o en la boca. Sin embargo, no se puede negar una tendencia, impuesta de hecho, a comulgar de pie. Lo correcto sería disponer un reclinatorio, de manera que quienes desearan conservar la forma tradicional de arrodillarse pudieran hacerlo, dirigiéndose hacia ese lugar en una fila propia. Muchos sacerdotes -lo he comprobado- se resisten a ofrecer esta solución; de ese modo se obliga prácticamente a comulgar de pie, y esta postura entonces se generaliza como si fuera la costumbre debida, la única que corresponde. No tengo nada esencialmente decisivo contra ella, pero sí me parece necesario advertir que quienes la practican no deberían omitir un gesto de reverencia o adoración. San Agustín enseñaba que «no se puede comer este Pan sin antes adorarlo»; sería simplemente la exteriorización, en el orden litúrgico de los signos, de la fe en la presencia sustancial del Señor bajo las especies eucarísticas.
La comunión en la mano, independientemente de la antigüedad del gesto, es una forma que se ha adoptado y difundido en las últimas décadas, después de siglos de vigencia de la praxis oficial en el rito latino, que era comulgar en la boca…tomar con la mano, tener en la mano, indica la posesión de quien se hace dueño de algo, y no podemos decir que es esa la relación de un católico con el Cuerpo del Señor, que se recibe como un don inmerecido.
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El asunto de la comunión y de las actitudes interiores y exteriores que corresponden, no puede separarse de la cuestión más amplia de la adoración de la presencia sustancial del Señor. Al respecto, Juan Pablo II escribió: «Jesús nos espera en este sacramento del amor. No escatimemos tiempo para ir a encontrarlo en la adoración, en la contemplación llena de fe y abierta a reparar las faltas graves y delitos del mundo. No cese nunca nuestra adoración». A causa de una equívoca visión del diálogo con el mundo, la Iglesia se ha mundanizado, y copia el antropocentrismo de la cultura secular. La primacía de Dios y la valoración de lo que se refiere a Él quedan desplazadas, para daño del mundo y de la misma Iglesia.
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Volviendo al comienzo, y con el máximo respeto por la opinión contraria, me parece innecesario, y peligroso mirando al futuro, que se decrete a causa de la pandemia que se ha de comulgar en la mano -y, por consiguiente, de pie– ¿A quién se desea conformar con una medida semejante? ¿A la autoridad sanitaria, cuyos criterios se asumen? ¿No se corre el riesgo de que los fieles perciban ese mandato como una imposición excesiva? À quoi bon?, dice el francés.
Fuente: Héctor Aguer ve «innecesario y peligroso» que se decrete la comunión en la mano | InfoVaticana