Espiritual Fe

Hacer de la Iglesia tierra buena para la Semilla.

“Acudió tanta gente, que tuvo que subirse a una barca; se sentó, y la gente se quedó de pie en la orilla. Les habló mucho rato en parábolas“.


Mt 13, 1-9

La “parábola” como recurso pedagógico de Jesús es una comparación que alude a una experiencia de la vida para comunicar una verdad espiritual.  Al surgir de una alegoría concreta de la vida, por vía de la observación real, debemos tener en cuenta que no se trata de una  fábula o simple invención, porque en ello está como posibilidad lo que se puede lograr con su iluminación en la vida de cuantos la escuchan, acogen y aplican como enseñanza.  Corroborando esto vale precisar:

“Precisamente el término hebreo mashal, que muchas veces fue traducido al griego como parabolé, posee también la connotación de una realidad un tanto misteriosa, y puede significar “enigma”.

Adolfo M. Castaño Fonseca. Discipulado y Misión en el Evangelio de Mateo. 2006.

Hoy el evangelio Según San Mateo nos introduce en el discurso parabólico de Jesús (Mt 13, 1-53), mediante el cual todos los que somos seguidores del Señor accedemos a verdades más elevadas pero que en definitiva están al alcance de todos, un alcance que por cierto está mediado por la gracia concedida como también por la apertura al misterio para captarlo en algún modo,  en esto está el sabor de las parábolas, de lo contrario será tenido por muchos como quimeras o lenguaje meramente figurado pero lejano a lo que evoca y compromete, ese acceso abierto a todos es lo que en algún modo señala San Mateo hoy: “Acudió tanta gente, que tuvo que subirse a una barca; se sentó, y la gente se quedó de pie en la orilla.  Les habló mucho rato en parábolas”.   

El evangelio hoy, ubica a la multitud como seguidora de Jesús, esa “gente” toma la postura de estar de pie ante Jesús en la orilla, mientras Jesús se encuentra en la barca, sentado, descubriendo los secretos del Reino como hoy lo hace con la parábola del sembrador, sin embargo; la continuación de este texto que leeremos incompleto el viernes próximo dejará por fuera algunos  versículos importantes que aclararán una intención en San Mateo, que presenta diferencia entre las “gentes” y los “discípulos” ya cercanos:

“Y acercándose los discípulos le dijeron: “¿Por qué les hablas en parábolas? Él les respondió: “Es que a vosotros se os ha dado el conocer los misterios del Reino de los Cielos, pero a ellos no”.

Mt 13, 10-11

Resulta curioso pero a la vez muy luminoso cuanto responde Jesús a sus discípulos; ¿dónde está la conexión para captar, el don para conocer, tales misterios en los discípulos que el mundo no tiene? hoy la Iglesia se preocupa excesivamente por un lenguaje comprensible al mundo, a un mundo que se queda en la orilla, que se queda de pie ante Jesús porque le cuesta sentarse a sus pies, a ese mundo parece agradarle oír algunas cosas pero en definitiva NO escucharle, porque la escucha implica acogida y hasta obediencia a esa Palabra de Jesús.

Sin esa recepción por la gracia y esa preparación generosa del terreno de la vida por parte de la gente; tanto la Palabra, como los misterios del Reino, pueden quedar condenados a ser una semilla que cae al borde del camino, en terreno pedregoso y finalmente entre zarzas, una semilla sin futuro.

Hacer de la Iglesia hoy Tierra Buena para la semilla, implica un reto grande para todos los que la conformamos; un desafío por captar el Misterio del Reino en la innegociable gracia superando la superficialidad de mundanidad que a veces nos aprisiona y endurece la vida de los bautizados y de la misma estructura eclesial. Entender que el reto de una Iglesia discipular no es la que está de pie arrogantemente sino la que se sienta a los pies del Maestro que la instruye, y mejor aún, que está de rodillas ante su Señor.

Hemos de ser la Iglesia discipular que se deja romper en el terreno, aceptar el arado para generar surcos, remover la dureza y limpiar las zonas de zarzas espinosas e invasivas, para que la semilla encuentre tierra buena y así garantizar el abundante fruto. No se puede sembrar la Semilla con posibilidades de futuro y fruto, sino permitimos que la Palabra intervenga en nuestra vida y se instale el don de la gracia, debemos pasar del oír a escuchar la Palabra.  

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