Espiritual Fe

Formación y corrección fraterna.

“Si tu hermano llega a pecar, vete y repréndele, a solas tú con él. Si te escucha, habrás ganado a tu hermano.” 


Mt 18, 15

Santa Faustina consignó en su diario un aspecto que todos los católicos no podemos perder de vista y se refiere a tener presente nuestra fragilidad; Dios elige generalmente a las almas más débiles y más simples como instrumentos para realizar sus obras más grandes, y ésta es una verdad incontestable (DSF 464)”. De modo que considerar nuestra fragilidad puede alejar de nosotros la tentación de creernos perfectos o jueces implacables de nuestros hermanos de comunidad, mientras nos lanza con generosidad y esperanza a aplicar la formación y la medicina de la corrección fraterna.

Cada uno de los que conformamos la gran comunidad de la Iglesia Católica, somos instrumentos frágiles, débiles, que nos sostenemos solamente por la Gracia del Señor, pero el camino del cristiano implica dejarse formar, corregir, pulir y en definitiva moldear para tomar la forma cristiana que tiende a la madurez, hay que ser manso para admitir que ser cristiano tiene mucho de artesanal y qué necesitamos de referentes, de pastores y directores espirituales que nos conduzcan a crecer, de lo contrario nos quedaríamos estancados en las pequeñeces.

Es cierto que todos contamos con la luminosidad de la revelación, es decir; con la asistencia del Santo Espíritu y su gracia, y que también está a nuestro alcance la “información“: los datos sobre la fe, los conceptos, los contenidos, pero no podemos ignorar qué también necesitamos la “formación“, requerimos de los formadores, de los hermanos mayores que por la asistencia del Espíritu y su condición de testigos de la fe, logren darle forma a nuestro propio andar que debe ir más profundamente a la conversión, a la Iglesia, a la santidad de la vida.

Hemos de cuidar la fragilidad de muchos procesos de Fe en nuestras comunidades, parroquias y hogares, empleando nuestro mayor esfuerzo y disposición para guiar con autentico “amor activo”, creyendo a la lógica del granito de mostaza que nos señala el evangelio, esto es cuidar lo pequeño de la fe que apenas se abre paso en algunos hermanos, amigos, familiares y fieles, acompañarlos con generosidad, animarlos, corregirlos y guiarlos para darles ritmo en este seguimiento de Jesús hacia la Casa del Padre que es la meta de toda la peregrinación cristiana.

Esforcémonos en acompañar no solo con la corrección fraterna, sino con la fraterna formación que la precede, con la certeza de que así estamos dando verdadera adoración al Señor que nos salió al encuentro: 

“Hoy, en la adoración el Señor me hizo saber cuánto desea que el alma se distinga en el amor activo y vi en mi interior cuán grande es el número de almas que nos piden gritando: Dennos a Dios; y ardió en mí la sangre apostólica. No la escatimaré sino que la daré hasta la última gota por las almas inmortales; aunque, quizá, Dios no lo pida físicamente, pero espiritualmente esto es posible para mí, y no menos meritorio.

Diario de Santa Faustina No. 1249.

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