El sólo hecho de proponer que exista «verdad» en asuntos éticos y religiosos, es visto por nuestra cultura actual como una de las últimas cosas socialmente «intolerables».
Sin embargo, poco o nada de los 2.000 años de esfuerzo civilizador que el cristianismo ha aportado al mundo, se explicarían si no fuera el incontable número de creyentes que entregaron su vida a dar a conocer a Cristo y su doctrina, que nos revela quién es Dios, el hombre, su origen y su destino eterno.
Sólo el acomplejamiento de los creyentes, incluso de los que tienen funciones pastorales y apostólicas, explica el que los católicos hayamos caído en un «relativismo por cortesía», según el cual no es posible defender nuestra visión religiosa y filosófica por miedo a ofender a quienes piensan distinto, haciendo no sólo imposible el apostolado, sino inevitable una progresiva descristianización de la sociedad.
Para caer en cuenta de nuestra claudicación, podríamos comenzar por escuchar atentamente las palabras que repetimos dominicalmente en el Credo, cuando proclamamos que la «Iglesia es una, santa, católica y apostólica», de modo que es apenas lógico que le otorguemos un valor ético diferente que a las demás confesiones religiosas, que para el creyente católico no son otras «iglesias» propiamente dichas.
Como explica Benedicto XVI, la pretensión de verdad que propone el cristianismo no es ni mucho menos arrogancia o falta de respeto, sino una propuesta sobre Dios y sobre nosotros mismos que busca iluminar el mundo (Ver aquí documento del P. Rafael Pascual L.C. al respecto).
Recientemente BUTACAS VACIAS entrevistó al periodista español Eduardo García Serrano, quien cuenta su experiencia personal como católico en un ambiente profesional adverso, cuyos sacrificios él cuenta como ganacias.
García repasa el esfuerzo por hacer una reingeniería social anti cristiana en la historia reciente española (que se parece a la colombiana), denunciando como el esfuerzo por «amigarse» con los enemigos (marxistas, comunistas, etc.) de modo que «el lobo ha terminado devorando el rebaño, incluido al Pastor», y cómo esto ha aniquilado moralmente al pueblo español.
Sin embargo, recuerda que la Iglesia es indestructible, y por eso recomienda a los católicos que resistan en su fe, que se formen sólidamente, en lo intelectual y en su vida de piedad, pues aunque seamos minoría tarde o temprano vendrá un momento en el que vuelva a brillar la verdad.
Pone como modelo de periodista católico a Chésterton, escritor inglés que dijo: “Cuando era joven creía en Dios y ahora que soy mayor sólo creo en Dios”.
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