Las restricciones que debido a la pandemia del coronavirus se han impuesto a la celebración el culto público en las iglesias, han generado algunas polémicas en relación con la autonomía de la Iglesia frente al Estado, y hasta qué punto son legítimas las restricciones que pueden llegar a ser excesivas.
De hecho, una petición dirigida a los gobiernos del mundo para que se retiren las restricciones a la celebración del culto público, firmada entre otros por el Cardenal Müller, exprefecto del Papa Francisco para la Congregación de la Doctrina de la Fe, y que lleva ya casi 50.000 firmas, hace una interesante argumentación sobre ese aspecto:
[L]os Pastores reivindicamos enérgicamente el derecho a decidir de forma autónoma en lo que se refiere a la celebración de la Santa Misa y los Sacramentos, como también exigimos plena autonomía en materias que están dentro de nuestra inmediata competencia y jurisdicción, como por ejemplo las normas litúrgicas y la manera de administrar la Comunión y otros Sacramentos.
– veritasliberabitvos.info
El Estado no tiene el menor derecho a interferir por motivo alguno en la soberanía de la Iglesia. La colaboración de las Autoridades Eclesiásticas, que jamás ha sido negada, no supone por parte de las civiles prohibiciones ni limitaciones al culto público o el ministerio sacerdotal.
Los derechos de Dios y de los fieles son ley suprema de la Iglesia que ésta no quiere ni puede abrogar.
En Colombia, por otra parte, más de 80 mil personas han solicitado al presidente Duque para que reabra las iglesias con medidas de precaución, sin ningún efecto.
Esta situación ha llevado a laicos y sacerdotes a la celebración de misas clandestinas, en pequeños grupos y con medidas de precaución.
Advertencia
Publicamos la presente nota por su valor periodístico, al registrar una realidad actual, sin pretender que se convierta en una invitación a la desobediencia civil.
Ninguno de los miembros del equipo de colaboradores de razonmasfe.com asiste a misas clandestinas.
R+F habló con uno de estos laicos que asiste a una misa –que se transmite por streaming– junto con otras 30 personas (una persona por banca), y esto fue lo que nos contó, bajo la condición de anonimato:
– R+F: ¿Qué lo llevó a desafiar las restricciones impuestas por el gobierno a las celebraciones de culto?
– Laico: El poder recibir los sacramentos, en especial la comunión. Porque queremos darle gracias a Dios, y porque estamos tomando medidas de precaución.
– R+F: ¿Qué medidas están tomando?
– Laico: No tenemos ningún contacto entre nosotros, estamos en un área de unos 1000 metros de modo que no hay ninguna aglomeración. El saludo y la paz se hacen con contacto visual, venia o con el codo. Se hace una desinfección al momento de entrar.
– R+F ¿Qué opina de las medidas de protección del gobierno en relación con los sitios de culto, son razonables o excesivas?
– Laico: Tienen sus pros y sus contras. Tenemos que reconocer que somos un pueblo muy necio, y donde autorizan las misas con estrictos protocolos de seguridad, muchos seguramente no los van a cumplir como tampoco han cumplido con el confinamiento. Por mi trabajo puedo salir todos los días y veo las calles llenas de personas todo el tiempo.
Pero para los católicos en primer lugar debe estar nuestra fe. Así que se debería permitir la práctica con ciertas restricciones, pero dejar que las personas asuman su responsabilidad.
El gobierno debe reconocer que para muchas personas los sacramentos y la Eucaristía son lo más importante.
– R+F: ¿No tiene temor a que por asistir a la misa le pongan alguna sanción?
– Laico: Si alguien me pone una multa de un millón de pesos por comulgar, pues bienvenida. Para mí lo más importante es la comunión. Obvio que ojalá nunca me la impongan.
Pero si no tenían miedo los antiguos cristianos, que a pesar de la persecución celebraban las misas en las catacumbas, y cuando los encontraban los metían en el circo para que se los comieran los leones, pues no me parece que yo le deba tener miedo a un comparendo.
Mi verdadera morada está en el cielo. No quiero enfermarme ni morir, quiero ver nacer y crecer a mis nietos, pero tampoco tengo miedo a morir.
– R+F: ¿Le genera algún dilema de conciencia el tener que decidir entre la obediencia a una ley que incluso los obispos han respaldado, y el acceso a los sacramentos, que es una obligación con Dios?
– Laico: A primera vista parece que está mal lo que hacemos, porque los católicos tenemos que ser obedientes frente a las leyes. Pero los sacramentos no deberían estar sometidos, ni restringidos por nada. Ni la ley humana ni la eclesiástica pueden estar en contra de la Eucaristía. Es el centro de nuestra fe.
– R+F: ¿Cómo se debería recibir la comunión en esta situación: en la mano o en la boca?
– Laico: En el grupo unos la reciben en la mano y otros en la boca. Obvio que uno piensa en el peligro del contagio. Pero también es un tema de fe.
Hacemos todo lo posible por cuidarnos, de ser responsables. Pero también hay que tener presente que es el Cuerpo de Nuestro Señor Jesucristo. Yo la recibo en la boca. Nada me puede garantizar que no habrá un contagio.
Pero así me cueste la vida, yo voy a seguir comulgando como aprendí desde pequeño. Ya sea que me persiga un jihadista, un satanista o un virus.
Yo estoy llamado a una entrega absoluta a Nuestro Señor, por eso comulgo y asumo las consecuencias. Para nosotros lo más importante es el espíritu.
Creo que no podemos dejar de recibir a nuestro Señor por el miedo a un virus, ni siquiera por el miedo a morir.
Si el día de mañana hay un presidente que persigue a los cristianos, y el clero decide congraciarse con el gobierno, ¿entonces vamos a dejar de comulgar?
No puede ser. El Señor nos llamó a ser valientes.