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¿Es el cristianismo un “relato”?

¿Es el cristianismo un “relato”?
Escrito por Redacción R+F

Si aceptamos que el cristianismo es un relato, enfatizamos la primacía de la fe y restamos importancia al testimonio histórico, ¿nos estamos limitando a contar diferentes narraciones, sin poder señalar nada como una convincente verdad objetiva?

El atractivo mitopoético del cristianismo es fuerte y válido. Sin embargo, tiene que haber algo que garantice que el relato sea auténtico.

Traducido y adaptado del artículo de Michael De Sapio para The Imaginative Conservative.

El diálogo entre la razón y la fe informa tantas áreas de la vida que es difícil tenerlas todas presentes. Y honestamente, siempre debería ser un diálogo, nunca una batalla.

En el nuevo libro Teología: ¿Mitos o Logos? (subtitulado Un diálogo sobre la fe, la razón y la historia ), John Médaille y Thomas Storck entablan un digno debate sobre la fe y la razón, que enmarcan en términos de mitos y logos .

Los autores nos enseñan que estos dos conceptos giran alrededor de los asuntos humanos de innumerables formas. El libro toma forma a través de una serie de cartas que estos pensadores católicos se escribieron mutuamente, cartas en las que se desarrolla un argumento que atrae al lector como lo hacen pocos libros filosóficos.

A medida que avanzamos, varios conceptos relacionados se agrupan en torno a nuestra dicotomía central.

  • Logos significa razón, lógica, argumento, filosofía y ciencia.
  • Mythos representa poesía, intuición, imaginación y arte. También, relatos.

Buena parte del debate se centra en la preferencia de Médaille por la palabra “relato” para describir la fe cristiana. Mientras que Storck se siente incómodo con ese uso; admitirá que las Escrituras contienen historias, entre otras cosas, pero no consentirá en resumir la fe cristiana bajo la rúbrica de un “relato”.

Quizás su malestar se deba a la vaguedad de la palabra en inglés. En muchos idiomas, “relato” e “historia” son la misma palabra; en italiano, por ejemplo, la palabra storia es suficiente para ambos. En inglés tenemos dos palabras diferentes con dos matices de significado diferentes. Para bien o para mal, “relato” o “narración” tienden a connotar ficción (a menos que esté precedida por “de la vida real” [a true story]), mientras que la “historia” hace referencia a los hechos.

Médaille admite que en el caso del cristianismo el relato es historia, pero no puede someterse al método histórico científico.

Insiste en que la fe precede a la investigación racional, algo con lo que San Agustín y muchos otros estarían de acuerdo. De hecho, Médaille y Storck coinciden en muchos principios; donde no están de acuerdo es en las conclusiones que se pueden extraer de ellos.

La Biblia cuenta la gran narrativa de la relación de Dios con la humanidad, articulada en muchos “relatos” distintos, por ejemplo, la Creación, el escape de los israelitas de Egipto, la vida de Jesús. Hasta ahí estoy de acuerdo con Médaille en que el cristianismo es una narración, una real, una que es historia.

Además, la narración también puede significar un relato, afirmación o testimonio (“¿crees su relato?”), y esto parece coincidir con un aspecto clave del Evangelio.

Donde surge el problema, creo, es en hacer que la “narración” haga el trabajo de describir todo el sistema de creencias. Me parece que usar el término “narración” de esta manera, es un pequeño paso hacia ver la fe como un mero objeto estético o una hipótesis interesante.

Storck acierta al señalar que los mitos paganos eran historias pero no tenían sus raíces en hechos históricos. Médaille responde que para los paganos, la historia no era “el lugar de la verdad”; los mitos eran la definición misma de verdad porque existían en un reino atemporal.

¿Pero no ilustra esto precisamente por qué la Revelación cristiana es diferente de los mitos, los “relatos” de los antiguos?

Además, Médaille extiende el uso de “relato” para referirse a las visiones del mundo individuales o “narrativas” que tiene cada uno.

Debemos juzgar entre estas cuál tiene el mayor “poder explicativo” en lugar de confiar en la razón para decirnos cuál es verdadera.

La fe es el primer y último criterio: si tienes fe, por ejemplo, verás la verdad de la Resurrección; si no tienes fe, no la verás. No debemos usar la razón y el método histórico para “probarlo”.

¿Esta forma de pensar, como sugiere Storck, conduce a un subjetivismo desesperado en la teología?

Si aceptamos que el cristianismo es un relato, enfatizamos la primacía de la fe y restamos importancia al testimonio histórico, ¿nos estamos así limitando a contar diferentes narraciones, sin poder señalar nada como una convincente verdad objetiva?

El señor Médaille dice que someter la fe cristiana a criterios racionales es una propuesta perdida, pero parece que centrarse en los aspectos míticos de la fe tampoco es una apuesta segura.

Joseph Campbell, el célebre mitólogo que escudriñó las narraciones del mundo, estaba convencido de que el hecho de que la verdad literal de los mitos fuera desmentida por la razón y la ciencia significaba que “la vida no tiene sentido, hay muchos sentidos para cada vida, y debes decidir el que quieres que sea para ti”. [*]

¿Es el cristianismo entonces solo una opción entre diversos estilos de vida, que unos encuentran interesante o atractiva mientras otros no?

Admito que en las primeras etapas del libro, encontré la versión del argumento de Médaille más atractiva.

El “salto al absurdo” (tomando esta última palabra de manera un tanto efectista) me parece un aspecto esencial de la fe, que Médaille aplica a la Resurrección, la Eucaristía, etc.

Estas cosas, de hecho, no se pueden deducir de la razón. Storck responde que estos deben considerarse misterios pero no absurdos .

Después de todo, no están en contra de la razón incluso si están más allá de la razón.

Y si bien es cierto que un misterio como la Redención en la Cruz es un acto puro de amor, no algo racional (recuerde la frase de San Pablo, “una locura para los gentiles”), también hay en él una especie de lógica superior, como nos dicen los teólogos; porque solo un ser que fuera tanto Dios como hombre, podría haber deshecho la ofensa hecha por el hombre a Dios.

A medida que avanzaba el libro, me puse cada vez más del lado de Storck porque señala, creo que con razón, los riesgos inherentes al uso de los términos “relato” o “narración” y una aproximación más o menos “fideísta” (nuevamente, usando ese término en un sentido relativo y elástico) acerca de la religión.

El relato es real y ejerce una fuerza poderosa sobre nosotros. El atractivo mitopoético del cristianismo es fuerte y válido. Sin embargo, tiene que haber algo que garantice que el relato sea auténtico.

De lo contrario, el cristianismo se convierte en un símbolo poderoso, un arquetipo perdurable, una gran fábula, pero no una verdad que obliga a creer.

Así es como se ve el cristianismo en la mayor parte del mundo cultural y artístico actual: un mito de gran interés que una vez gobernó la mente de los hombres e inspiró grandes obras de arte, pero que ahora es más o menos un artefacto, ciertamente nada que literalmente tengamos que creer.

*

Mitos y logos: estos dos principios se abren paso a través de la vida humana. Es una conclusión inevitable que necesitamos un equilibrio de ambos.

Pero encontrar el equilibrio es precisamente el desafío. Como nos muestran los autores, la pregunta que a menudo debemos resolver es qué cantidad de mitos o logos se necesita en cada caso y cuál debe prevalecer.

No creo que nadie dudaría de que Santo Tomás de Aquino, a pesar de escribir una poesía litúrgica majestuosa y de tener visiones místicas, enfocó su trabajo en el logos, lo racional.

Por el contrario, a San Francisco de Asís lo consideramos principalmente como un místico y no como un pensador.

Médaille propone un enfoque místico de la fe, y Storck uno escolástico; o al menos así lo plantea Médaille.

De modo que hay espacio en el cristianismo para ambos enfoques. Sin embargo, el mito, aunque no se deriva de un argumento racional, debe ser coherente con la razón.

¿Dónde deja esto el tema del cristianismo como “relato”?

Storck nos recuerda sabiamente que “el relato no tiene un significado unívoco”, como confirmará una visita al diccionario. ¿Y cuánto tiempo ha estado en uso esta frase “el relato cristiano”?

No mucho antes del siglo XX, supongo. Por supuesto, el lenguaje evoluciona, se precisan nuevas palabras para describir conceptos antiguos. ¿Deberíamos entonces aceptar “relato” en el vocabulario cristiano?

Solo mientras lo entendamos en un sentido superior, místico y estético, que señale a Dios como el artista divino, el autor de la historia humana.

Tomás de Aquino toca este tema en la pregunta 93 de la Summa: La Creación se asemeja a la mente del Creador, así como una obra se asemeja a la mente del artista. Este es el sentido en el que nuestra fe es un relato, en el sentido de que procede de la mente creativa de Dios.

De lo contrario, si somos nosotros quienes originamos el relato, entonces estamos en el camino hacia la antropología comparada en lugar de la teología.

Si los términos “narración” o “relato” producen demasiada confusión y vaguedad, entonces quizás deberíamos dejarlos a un lado y hablar de nuevo en términos tales como “verdad”, “Revelación” o “la Palabra”.

Es cierto que estos términos carecen de la sensación cómoda de una reunión alrededor de la fogata en la que se cuenta un “relato”.

Son más intransigentes: son un llamado.

Pero a veces eso es lo que necesitamos. Siendo más creativos propondría el término “visión”, haciendo énfasis en la forma en cómo los cristianos ven las cosas como relacionadas entre sí y con Dios.

Michael De Sapio

Michael De Sapio es escritor y músico clásico de Alexandria, Virginia. Asistió a la Universidad Católica de América y al Conservatorio de Música Peabody. Escribe guías de estudio de Great Books para SuperSummary, y sus ensayos sobre temas religiosos y estéticos han aparecido en Fanfare y Touchstone, entre otras publicaciones.

Fuente: Is Christianity a Story? ~ The Imaginative Conservative

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