«Animar a que los más vulnerables asistan a cultos religiosos podría reducir la tasa de suicidio» en EE.UU., afirmó Ericka Andersen hace unos meses en su columna del Wall Street Journal titulada ¿Es Dios la respuesta a la epidemia de suicidios?
Andersen, quien es una periodista y escritora evangélica, hacía referencia a un estudio de 2016 que estableció que las mujeres que participan en actividades religiosas al menos una vez a la semana son cinco veces menos proclives a cometer suicidio
La investigación que analizó información de 90,000 mujeres entre 1996 y 2010, coincide con los hallazgos de Pew Research de 2019, según los cuales la vinculación efectiva a una congregación religiosa está claramente relacionada con mayores niveles de felicidad.
Por estas razones, la escritora señala que la fe debe ser considerada como una forma legítima de prevención de patologías en salud mental, que beneficiaría especialmente a las personas socialmente más vulnerables.
No se debería permitir que el odio a la religión oscurezca la poderosa conexión que existe entre la asistencia religiosa y la prevención del suicidio.
Ericka Andersen
Andersen concluye que en una cultura cada vez más secularizada, muchos siguen deseando conectarse con la sabiduría espiritual y encontrar un propósito trascendente en sus vidas.
Y para los más vulnerables, esta desconexión y esta sequía espiritual pueden tener consecuencias mortales.