Espiritual Fe

El Amor Cristiano.

“Nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él”.

1 jn 4, 7-16

Un Proceso que nos cristifique no evade el llamado a la conversión y al amor como nos plantea hoy Palabra, esta es la razón por la cual san Agustín, comentando este capítulo cuarto de la primera carta de San Juan, llega a hacer una afirmación radical: “Ama y haz lo que quieras”. En esta linea el Santo nos aconseja:

Si callas, calla por amor; si hablas, habla por amor; si corriges, corrige por amor; si perdonas, perdona por amor; que esté en ti la raíz del amor, porque de esta raíz no puede salir nada que no sea el bien”. Quien se deja guiar por el amor, quien vive plenamente la caridad, es guiado por Dios, porque Dios es amor. Así, tienen gran valor estas palabras: “Ama y haz lo que quieras”.

San Agustín. 7, 8: PL 35.

Benedicto XVI, presentando en el año 2006 su encíclica; “Deus Caritas Est”, nos propuso con su usual pedagogía unas preguntas y sus respuestas para que nos aproximáramos a su formidable documento, aquí algunas de sus reflexiones que pueden ayudarnos a profundizar en el Amor;

“¿Es posible amar a Dios?; más aún: ¿puede el amor ser algo obligado? ¿No es un sentimiento que se tiene o no se tiene? La respuesta a la primera pregunta es: sí, podemos amar a Dios, dado que Él no se ha quedado a una distancia inalcanzable sino que ha entrado y entra en nuestra vida. Nos sale al paso de cada uno de nosotros: en los sacramentos a través de los cuales actúa en nuestra existencia; con la fe de la Iglesia, a través de la cual se dirige a nosotros; haciéndonos encontrar hombres, tocados por Él, que nos trasmiten su luz; con las disposiciones a través de las cuales interviene en nuestra vida; también con los signos de la creación que nos ha regalado”.

No sólo nos ha ofrecido el amor, ante todo lo ha vivido primero y toca a la puerta de nuestro corazón en muchos modos para suscitar nuestra respuesta de amor. El amor no es solamente un sentimiento, pertenecen a él, también la voluntad y la inteligencia. Con su Palabra, Dios se dirige a nuestra inteligencia, a nuestra voluntad y a nuestros sentimientos, de modo que podamos aprender a amarlo “con todo el corazón y con toda el alma”. El amor, de hecho, no nos lo encontramos ya listo de repente, sino que madura; por así decirlo, nosotros podemos aprender lentamente a amar de modo que el amor comprometa todas nuestras fuerzas y nos abra el camino de una vida recta.

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