Luego de 37 años como misionero y 26 como obispo, Monseñor Bonivento condensó en su reciente libro “El itinerario conciliar del celibato sacerdotal”, su conocimiento sobre la importancia del celibato en las tierras de misión.
En una entrevista realizada por el diario italiano Il Timone, y traducida por Religión en Libertad, Bonivento explica la ley del celibato eclesiástico fue instituida por los Apóstoles y en esa medida no es disciplinar sino sobre todo doctrinal:
La Iglesia universal de los primeros siete siglos recordó reiteradamente el deber de la continencia sacerdotal…basándose en la enseñanza de los Apóstoles. Por ejemplo, el Concilio de Cartago de 390 afirma: “Conviene que los que están al servicio de los misterios divinos practiquen la continencia completa (continentes esse in omnibus), para que lo que enseñaron los Apóstoles y ha mantenido la antigüedad misma, lo observemos también nosotros”.
En relación con la expresión viri probati, que se ha utilizado en el reciente Sínodo de la Amazonía para abrir la puerta a suspender la exigencia del celibato en determinados casos, Bonivento lamenta que se utilice de forma tan distorsionada:
[esa expresión ] se deduce de la carta del Papa San Clemente a los Corintios, y que se refiere sólo a los hombres dignos de continuar la misión de los Apóstoles, sin ninguna referencia a su estado matrimonial…Es evidente que el uso distorsionado de esta terminología tiene como único objetivo minar la grandeza de la disciplina tradicional de la Iglesia.
Concluye señalando que la crisis vocacional es un fenómeno típico de Europa y de algunos países de América mientras que en otros lugares del mundo la Iglesia florece y es fuente de inspiración, que es lo que lleva al aumento en las vocaciones. La crisis de fe europea afecta también a las comunidades religiosas no católicas, a que tienen una sequía de vocaciones a pesar de que permiten el matrimonio de sus ministros.
…diluyendo el sacerdocio con el celibato opcional significaría lanzar un mensaje dudoso a todo el mundo, como si la Iglesia reconociera que ha errado su camino durante dos mil años y sólo ahora entiende que debe actualizarse aceptando la mentalidad del mundo moderno.
Aceptar esta solución significa ir contra la finalidad más fundamental de la Iglesia. Para salvar el mundo el Señor siempre ha elegido el camino más difícil, incluido el del celibato, que Él quiso seguir para suscitar con el Espíritu la nueva humanidad de los Hijos de Dios (Presbiterorum Ordinis, 16).
Es difícil creer que Él quiera ahora cambiar de ruta y metodología. Lo único que tenemos que hacer es tener fe y seguirle.