Algunos creen que la Virgen María murió y así fue asunta. Otros que no murió al no estar relacionada en ningún sentido con el pecado original y así fue asunta. Otros finalmente dicen que ella murió, resucitó y así fue asunta. ¿Qué dice oficialmente la Iglesia?
En su constitución apostólica Munificentissimus Deus, el Papa Pío XII definió, en el año 1950, el dogma de la Asunción de la Virgen María al cielo.
El papa afirmó en esa constitución apostólica que la Virgen María «cumplido el curso de su vida terrena, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celeste». Es esto lo que hay que creer, sin lugar a dudas.
El cómo, el cuándo, el dónde, en cuáles circunstancias la Virgen María fue asunta, eso no es relevante. Es decir, este dogma no habla nada en concreto sobre el justo momento en que la Virgen María fue llevada a la gloria del cielo.
Por las palabras «fue asunta en CUERPO Y ALMA», es de suponer que la Virgen María entró al cielo con todo su ser: cuerpo y alma. Pero como su cuerpo en el cielo no es exactamente el mismo que tuvo en la tierra es lógico que su cuerpo haya experimentado una transformación pasando por la muerte: es que si Jesucristo murió, su madre no sería la excepción, ella también tendría que morir como todo ser humano.
Pero como su cuerpo no podía sufrir la humillación de la corrupción de la tumba, su cuerpo fue resucitado a semejanza de su hijo (aunque no por sus propios méritos), y así después fue asunta al cielo.
Es de suponer que Dios eximió a la Virgen María (la Llena de Gracia), de la ley de la corrupción del sepulcro. Bien lo dice el Papa en el documento:
«Ella por privilegio del todo singular ha vencido el pecado con su inmaculada concepción, pero no fue sujeta a la ley de reposar en la corrupción del sepulcro ni tuvo que esperar la rendición de su cuerpo hasta el fin del mundo».
María, por una gracia especial, al ser la madre del redentor y en virtud del privilegio de haber sido concebida sin pecado, al ser asunta al cielo goza de los beneficios de la resurrección y de esta manera entra en el cielo ya con un cuerpo glorioso.
Este final glorioso de la Virgen María lo podemos entrever en un fragmento del libro del apocalipsis, libro escrito por San Juan. Recordemos que él fue quien asumió el rol de hijo de María y así él compartió más tiempo con ella hasta su muerte. San Juan, por disposición de Dios, ve en una visión una gran señal que apareció en el cielo: una mujer vestida de sol, la luna a sus pies, y sobre su cabeza una corona de doce estrellas ( Ap 12, 1).
Es como si San Juan, con este texto y de un modo discreto, hubiera querido dejar constancia del final triunfante de la Virgen María. Y el Magisterio de la Iglesia ve en esta visión de San Juan una mención a la victoria de la Virgen María sobre la muerte.
Como el tiempo transcurrido entre la muerte de la Vírgen María y su asunción fue muy breve, el paso de María a la gloria del cielo es más visto como un tránsito; es por esto que a esta muerte se le llama también dormición.
Incluso este evento comenzó a celebrarse en Oriente, desde el siglo VI: la fiesta de la Dormición de la Virgen. Es una manera de expresar que para María su paso de la tierra al cielo se trató de un tránsito; algo más parecido al sueño que a la muerte.