Fe

¿Cuál es el meollo del asunto Palestino-Israelí?

¿Cuál es el meollo del asunto Palestino-Israelí?
Escrito por Padre Henry Vargas

Hay una idea fuertemente arraigada en el judaísmo: La creencia en una tierra prometida; una tierra que Dios prometió al pueblo de la Antigua Alianza. Esta creencia forma parte central de la fe del pueblo de Israel desde hace casi 4.000 años.

En la Biblia la tierra prometida fue el área geográfica que Dios declaró entregar “en propiedad” (Gn 15, 7) y “en posesión perpetua” (Gn 17, 8) a Abraham y al pueblo, su descendencia. En el libro de Números 34, 1-12 podemos ver cuáles eran los límites de la tierra de promisión. 

Todo comienza cuando “Yahveh dijo a Abram: ‘Deja tu país, a los de tu raza y a la familia de tu padre, y anda a la tierra que yo te mostraré. Haré de ti una gran nación y te bendeciré; voy a engrandecer tu nombre, y tú serás una bendición… En ti serán bendecidas todas las razas de la tierra’” (Gn 12, 1-3). Así que Dios asigna a Abram, posteriormente Abraham, la misión de ser un mediador y transmisor de bendición por medio de su descendencia, que será posteriormente el pueblo elegido.

Era Abraham el elegido de Dios para preparar o guiar a su pueblo para la llegada del Mesías esperado. Así como por la desobediencia de Adán la maldición cayó sobre toda la humanidad, así por la obediencia de Abraham, de Isaac, de Jacob o Israel (Lc 13, 28), etc…, hasta la llegada de Jesucristo, la bendición de Dios será concedida a la humanidad.

Abraham estaba casado con una mujer llamada Saray, posteriormente será Sara, y ellos vivían con una esclava o sierva egipcia llamada Agar. Cierto día Dios le dijo a Abraham que dejara su tierra, Ur de los caldeos, y se dirigiera con su esposa, su sierva y sus animales a una nueva tierra llamada Canaán. Abraham llegó a Canaán (lo que es hoy Israel y Palestina) (Gn 12, 5).

Pero Abraham y su esposa no sabían cómo tendrían descendencia pues ambos eran ancianos, y además Sara era una mujer estéril. A los diez años de habitar Canaán (Gn 16, 3), a Sara, para darle descendencia a Abraham, se le ocurrió que él tuviera relaciones sexuales con la esclava Agar. Fruto de dichas relaciones, nació un hijo que se llamó Ismael (Gn 16, 15). Durante trece años, Abraham pensó que el nacimiento de Ismael era el cumplimiento de la promesa de Dios. Se sorprendió cuando escuchó a Dios decir que el hijo de la promesa nacería de él y de Sara (Gn 17, 19; 17, 21).

Entonces Dios sí cumpliría su promesa permitiendo que Sara y su esposo Abraham tuvieran milagrosamente un hijo que llamaron Isaac (Gn 21, 1-3).

Estos dos hermanos, o medios hermanos, no se entendieron; es más, Ismael maltrataba a Isaac. Y la esclava Agar, que con el tiempo fue tomando cada vez más protagonismo en la vida de Abraham, le pidió a él que su herencia, la tierra de Canaán, tenía que recibirla su hijo Ismael por ser el primogénito. Sara, al saber las intenciones de Agar, le exigió a Abraham desterrar a Agar y a su hijo Ismael (Gn 21, 10-12ª). Abraham se queda, pues, con su esposa y su hijo Isaac, quien heredará todo lo de su padre por la ley semita que dice que todo primogénito dentro de un matrimonio heredará todo lo que le pertenece al padre. E Isaac hereda la tierra prometida (Gn 24, 36).

Y Agar y su hijo Ismael se fueron al sur de Canaán. Pero Dios le hizo saber a Agar que su hijo iba a tener una gran descendencia; y así de Ismael nacen los árabes, los filisteos (nombre del cuál viene la palabra palestino), y posteriormente los musulmanes.

Los vínculos de sangre entre judíos y árabes se evidencian también por el hecho de que los dos pueblos son semitas; descienden de Sem, hijo de Noé, emparentado también con Jesús como relata la genealogía de San Lucas evangelista.

La otra evidencia que tenemos de que Isaac fue el verdadero primogénito es que su hijo Jacob, nacido de su esposa Rebeca, heredó la primogenitura a la muerte de su padre. “Y dirás a faraón: Así dice Yahveh: Israel (Jacob) es mi hijo, mi primogénito” (Ex 4, 22).

Israel o Jacob tuvo trece hijos, de los cuales hubo una mujer. De los doce hijos varones, incluido José, se conformaron las doce familias o doce clanes; las famosas doce tribus de Israel.

En cierta época una gran hambruna en Canaán (Gn 26, 1) obligó a las doce tribus de Israel a huir a Egipto. Al llegar a Egipto ellos se encontraron con José, el hermano e hijo perdido de Jacob que allí vivía, pero ignoraban quién era él realmente.

Conforme los hebreos o israelitas fueron creciendo en número en la tierra de Egipto, los egipcios temieron que se fueran a adueñar de la tierra y los convirtieron en esclavos para controlarlos. Y aparece Moisés, quien libera a las doce tribus de Israel. Sin embargo, a través del viaje para llegar a la tierra prometida las doce tribus de Israel empezaron a dudar de Dios a pesar de los milagros que veían a diario, de la misma manera también empezaron a alabar y rendir culto a ídolos creados por ellos mismos. Por lo tanto aquella generación desobediente estuvo vagando por el desierto durante cuarenta años pues ninguna persona de aquella generación entraría a la tierra prometida.

El heredero de Moisés, Josué, quien hizo las veces de comandante del ejército de Israel, finalmente llevo de nuevo a la nueva generación a la tierra prometida.  Pero los hebreos, o las doce tribus de Israel, al llegar a la tierra prometida se encontraron con los descendientes de Ismael (los filisteos y árabes) que ocupaban ese territorio, y desde ese entonces se han desatado una constante disputa por dicho territorio. 

Uno de los motivos, el principal, que está a la base del conflicto es que, “por revelación a Mahoma”, el Corán afirma que fue Ismael, y no Isaac, el elegido para ser sacrificado a Dios, aunque finalmente un ángel detuvo la mano del patriarca Abraham. Judíos y cristianos consideran que, en ese punto (y en otros), el Corán manipula la Biblia, para afirmar que son los árabes, y no los judíos, los “hijos de la promesa” hecha por Dios a Abraham. Y así es que llegamos al año cero de la era cristiana.

En ese año, bajo la dominación del Imperio Romano, la región donde se encuentra hoy Israel estaba habitada por judíos y una minoría árabe. Pero 70 años después, la población judía se rebeló contra el Imperio Romano y los judíos perdieron y fueron expulsados del territorio.

Sin embargo, 65 años después, los judíos intentaron una vez más retomar el territorio, y fueron derrotados por el emperador romano Adriano. Y este emperador pasó a llamar la región como Palestina (Homenaje al pueblo filisteo, enemigo de los judíos). Pronto, todos los que residían en dicha región fueron conocidos como palestinos (indiferentemente de que fueran judíos, cristianos o musulmanes).

En el año 476 se produjo la caída del Imperio Romano de occidente, luego la región pasó a ser gobernada por el Imperio Bizantino. Con el surgimiento del Islam, en el siglo VII DC, Palestina fue ocupada por una mayoría árabe y luego conquistada por los cruzados europeos. Luego llegó el Imperio Turco-Otomano, que mantuvo el control desde el año 1299 hasta el año 1922.

La victoria de los aliados en Medio Oriente durante la Primera Guerra Mundial (1914-1918) fue uno de los detonantes de la desintegración del Imperio otomano, ya que este imperio venía de declive. Y como los alemanes, que estaban luchando con los otomanos de origen musulmán, perdieron la guerra, el imperio otomano se disolvió.

Los otomanos ignoraban que en el año 1917, en plena guerra, Francia y Gran Bretaña ya habían pactado repartirse sus territorios con el tratado Sykes-Picot. Tras la caída del imperio otomano se crearon, en el año 1917, los mandatos británicos (en Irak y Palestina) y el mandato francés (en Siria); mandatos que quedan bajo la supervisión de la Liga de Naciones o sociedad de naciones, hoy en día la ONU.

Los británicos ocuparon y prometieron el territorio tanto a los judíos como a los palestinos. Ambos pueblos querían crear sus respectivos países en el mismo lugar.

En ese mismo año, 1917, también se firmó la Declaración Balfour, un documento en el que el gobierno británico le prometió al pueblo judío un “hogar” en la región de Palestina; dicha región estaba habitada por una mayoría árabe y una minoría judía, además de otras minorías étnicas y religiosas.

En el año 1922 la población judía de Jerusalén pasó de 6 mil personas a más de 32 mil. Sin embargo, los palestinos de origen árabe ya se encontraban en la región y esperaban la creación del país, como habían prometido los británicos. En consecuencia, en 1930 se inició un movimiento nacionalista árabe que agravó los conflictos entre ambos pueblos.

Tras el antisemitismo que sufrían los judíos en Europa (por el Holocausto -1933-, y más todavía durante la II guerra mundial), se da comienzo a una fuerte inmigración judía hacia el territorio palestino aumentando la presión para establecer un Estado judío. Por tanto tomó fuerza el movimiento sionista. De esta forma, poco a poco se fueron asentando judíos en esta zona de mayoría árabe. En 1947, los británicos cedieron el control de Jerusalén a las Naciones Unidas (ONU).

Finalmente, las recién creadas Naciones Unidas propusieron dividir Palestina en dos Estados independientes, uno árabe y otro judío y que Jerusalén quedara bajo mandato de un régimen internacional. Pero ese proyecto nunca llegó a realizarse por la rápida creación del Estado de Israel en 1948; hecho que desató la primera guerra que frustró la creación de un Estado palestino y perfiló el mapa actual de la región.

Y siguieron una serie de confrontaciones bélicas entre árabes y judíos, en especial la guerra en el año 1967. Estas guerras dejaron sin efecto práctico la resolución de Naciones Unidas que distribuía el territorio entre ambas partes.

P. Henry Vargas Holguín.

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