¿Qué es lo que distingue al cristiano ante el mundo? ¿El cristiano es aquel que lleva en su pecho un crucifijo o una camándula? ¿El distintivo del cristiano es un tipo de vestuario específico, llevar un símbolo o tener en cuenta alguna practica determinada como las abstinencias, los ayunos o ciertas devociones?
¿Lo fundamental del cristiano es perderlo todo por Jesús? No necesariamente, aunque es importante. ¿Lo fundamental del cristiano es asumir persecuciones, insultos y humillaciones por parte del mundo? No necesariamente, aunque es importante. ¿Lo fundamental del cristiano es darle la espalda al mundo e ir contracorriente? No necesariamente, aunque es importante.
La respuesta a la pregunta que encabeza el presente artículo está en saber qué es ser cristianos. ¿Cuál es la condición, sine qua non, que nunca debe faltar y en torno a lo cual todo lo demás debe girar para que sea una realidad?
Es importante, muy importante, como cristianos los sacramentos, sacramentales, la oración, las devociones, etc., pero la esencia del cristiano no es otra que la caridad o la misericordia o el amor: “En esto conocerán todos que sois discípulos míos: si os tenéis amor los unos a los otros” (Jn 13, 35). “Porque os he dado ejemplo, para que también vosotros hagáis como yo he hecho con vosotros” (Jn 13, 15). “Este es el mandamiento mío: que os améis los unos a los otros como yo os he amado” (Jn 15 12).
De manera que la esencia del cristianismo no es un rito, no es un símbolo, ni es un dogma, ni es una oración ni una devoción, aunque todo esto haga parte necesaria e intrínseca del cristianismo.
A pesar de los cambios en la vida de la Iglesia nunca se debe perder la esencia del cristianismo.
Pero el amor cristiano no es mera filantropía, no es mera solidaridad humana, no es la mera vivencia de valores humanos (amabilidad, empatía, sentimientos, etc.), no es hacer favores; el amor cristiano es sacrificarse por los demás, es dar la vida por el prójimo: “Nadie tiene más amor que el que da la vida por sus amigos” (Jn 15, 13); esta es la mejor expresión o concreción de la fe: actuar la voluntad de Dios a ejemplo de Jesucristo (Jn 13, 34),
¿Y cómo se da la vida por los amigos, porque para un cristiano todo ser humano debe ser un amigo, aunque a él lo consideren un enemigo? Hay una amplia gama de maneras, comenzando por saber perder algo a favor de los demás, saber ceder en algo para dar vida o para que los demás vivan.
Tanto en la Sagrada Escritura como en el magisterio de la Iglesia, así como en la sabiduría de los santos hay una gran riqueza de textos relacionados con el amor, la caridad o la misericordia. Recordemos tan solo algunos textos:
“Ciertamente nunca faltarán pobres en este país; por esto te doy yo este mandamiento: debes abrir tu mano a tu hermano, a aquél de los tuyos que es indigente y pobre en tu tierra” (Dt 15, 11).
“En verdad os digo que cuanto hicisteis a unos de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis” (Mt 25, 40).
“Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu inteligencia y con todas tus fuerzas. Y después viene este otro: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay ningún mandamiento más importante que éstos” (Mc 12, 30-31).
“El que tenga dos túnicas que las reparta con el que no tiene; el que tenga para comer que haga lo mismo” (Lc 3, 11).
“Dad más bien en limosna lo que tenéis, y así todas las cosas serán puras para vosotros” (Lc 11, 41).
“Os doy un mandamiento nuevo: que os améis los unos a los otros. Que, como yo os he amado, así os améis también vosotros los unos a los otros”. (Jn 13, 34).
“El que tiene mis mandamientos y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ame, será amado de mi Padre; y yo le amaré y me manifestaré a él” (Jn 14, 21).
“La multitud de los creyentes no tenía sino un solo corazón y una sola alma. Nadie llamaba suyos a sus bienes, sino que todo era en común entre ellos…. y lo ponían a los pies de los apóstoles, y se repartía a cada uno según su necesidad” (Hch 4, 32; 4, 35).
“Aunque yo hablara todas las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo amor, soy como una campana que resuena o un platillo que retiñe” (1 Co 13, 1).
“Y ahora permanecen la fe, la esperanza, y la caridad, estas tres: empero la mayor de ellas es la caridad” (1 Co 13, 13).
“No tengan deuda alguna con nadie, fuera del amor mutuo que se deben, pues el que ama a su prójimo ya ha cumplido con la Ley” (Rm 13, 8).
“¿Si alguno que posee bienes de la tierra, ve a su hermano padecer necesidad y le cierra su corazón, cómo puede permanecer en él el amor de Dios?” (1 Jn 3, 17).
“Amados, amémonos unos a otros, porque el amor es de Dios. Todo aquel que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. El que no ama, no conoce a Dios, porque Dios es amor.” (1 Jn 4, 7-8).
“¿Si un hermano o una hermana están desnudos y carecen del sustento diario, y alguno de vosotros les dice: ‘Id en paz, calentaos o hartaos’, pero no les dais lo necesario para el cuerpo, de qué sirve?” (St 2, 15-16).
“La Ley nueva practica los actos de la religión: la limosna, la oración y el ayuno” (Catecismo, 1969).
“Las obras de misericordia son acciones caritativas mediante las cuales ayudamos a nuestro prójimo en sus necesidades corporales y espirituales (Is 58, 6-7; Hb 13, 3). Instruir, aconsejar, consolar, confortar, son obras espirituales de misericordia, como también lo son perdonar y sufrir con paciencia. Las obras de misericordia corporales consisten especialmente en dar de comer al hambriento, dar techo a quien no lo tiene, vestir al desnudo, visitar a los enfermos y a los presos, enterrar a los muertos (Mt 25,31-46). Entre estas obras, la limosna hecha a los pobres (Tb 4, 5-11; Si 17, 22) es uno de los principales testimonios de la caridad fraterna; es también una práctica de justicia que agrada a Dios (Mt 6, 2-4)” (Catecismo, 2447).
“Al atardecer de nuestro día seremos examinados en el amor” (San Juan de la Cruz).
P. Henry Vargas Holguín.