A Jesús le interesó conocer lo que la gente y sus discípulos pensaban de Él, al menos eso es lo que nos permite sospechar el texto del evangelio con el cual los discípulos y las comunidades nacientes comprendieron la identidad de Jesús.
La intención de Jesús al conocer la opinión que se tiene de él es muy diferente a la nuestra, Jesús no buscaba conservar su imagen porque no vivía de la apariencia y tenía clara su identidad, pero en lo que sí pudo mostrar interés fue en advertir que una equivocada apreciación de su Persona y Proyecto podía cerrar corazones y generar prejuicios, por eso a comienzo del tercer milenio muchos fuimos testigos de que una errónea comprensión de Dios llevó a radicales islámicos a estrellar aviones sobre edificios repletos de personas, o en el presente; a dinamitar Iglesias cristianas en oriente medio, creyendo que ese tipo de barbaridad es agradable a la Divinidad.
Cuando desconocemos quién es Jesús, equivocadamente creemos que podemos comprarlo con ejercicios de piedad que no se reflejan en –metanoia- conversión, empleando una fe divorciada de la vida. Por ello conocerle es fundamental, y sí Dios fuese conocido le amaríamos, le haríamos el mayor valor de nuestra vida porque a Jesucristo es imposible conocerle y no amarle, amarle y no seguirle.
Conocer es una experiencia íntima que requiere contacto profundo como lo experimentó San Pedro para acertar en su respuesta, sólo así no nos quedaremos en la superficialidad de una religiosidad aparente que se queda en la dermis del distinguir. Este conocer, Jesús lo hizo una súplica confiada al Padre: “en esto consiste la vida eterna, en conocerte a ti, el único Dios verdadero, y a tu enviado, Jesús el Mesías. (Jn 17, 3) por eso se sorprendió ante la testarudez de quienes caminaban con él de cerca y aún se resistían: Felipe ¿tanto tiempo de estar con ustedes y aún no me conoces? (Juan 9,4).
San Mateo en su evangelio puntualiza que cierta vez Jesús llamando a la conversión, dejó claro que él era más grande que la sabiduría de Salomón, y mucho más que la predicación de Jonás por la cual se había convertido el pueblo de Nínive (Mt 12, 41-42). Jesús es más que Salomón, más qué Jonás, que el Bautista, que Elías, que Jeremías u otro profeta; y ésta fue su respuesta y también la de Pedro y la comunidad eclesial de siempre a quienes buscan minimizar su Misterio salvífico ayer y hoy, por eso resulta explosiva su alegría por los sencillos y humildes que lo reconocen; Jesús agradecerá y alabará al Padre porque a ellos ha revelado estos misterios que ha ocultado a los sabios y entendidos (Mt 11, 25).
Actualmente a Jesús se le reduce a un maestro más en las corrientes espiritualistas como la Nueva Era, mientras otras sectas dañinas llegan al colmo de negar su Divinidad, no son pocos los charlatanes que menospreciándolo lo equiparan a líderes espirituales vanos o revolucionarios de boina roja, otros incluso dentro de la misma Iglesia dan su propuesta igual de válida a otras inventadas por los egos humanos. ¡No!; equivocados están quienes confunden su identidad, su Imagen, porque Jesucristo es la Salvación absoluta que la humanidad reclama, y por eso conocerlo en el sentido más exigente es una necesidad para todos los hombres.