Quienes buscan una película religiosa para afianzar su devoción o para profundizar en los mensajes de Fátima, sin duda se sentirán decepcionados con esta narración sobre las apariciones de la Santísima Virgen en Portugal.
Y es que el propósito de los productores de “Fátima” no es afirmar la fe católica ni destacar la actualidad de los mensajes de Fátima para la humanidad, sino replantear la historia a través de dos ejes novedosos: por una parte enfoca su atención en el drama “humano” de los niños de Fátima, mientras que por otra, intenta presentar una narración que sea aceptable para el público escéptico o agnóstico.
“En realidad no tengo una religión, a pesar de ser bautizado. Mi padre era de familia judía, pero agnóstico. Mi madre y su familia son católicas y realmente creyentes. Así que vengo de estas dos experiencias”, dijo el director Marco Pontecorvo.
Desde una perspectiva católica, la narración se ve lastrada por esa tensión entre la fidelidad a un acontecimiento sobrenatural y la necesidad de presentarlo de forma aceptable para el público más escéptico, lo cual genera una crisis de identidad que termina dejando insatisfechos tanto a creyentes como a escépticos.
“Tú puedes creer o no que ella realmente vio a la Virgen, pero la historia en sí misma es importante” – Mario Pontecorvo
Por otra parte, desde el punto de vista sociológico, la película refleja muy bien el cambio cultural del catolicismo en las últimas décadas, que ha abandonado paulatinamente su teocentrismo para asumir una visión mucho más “antropocéntrica”, es decir, que ha dejado de darle tanta importancia a lo que Dios quiere o espera de nosotros, para enfocarse más en lo que nosotros somos capaces de lograr cuando contamos con su ayuda.
“Si me preguntas cuál fue el milagro más grande de Fátima, no fue el del Sol, sino la transformación en los niños, quienes se convierten en unos ´héroes´ de la mortificación, su santificación, que de un momento a otro se enfoquen totalmente en el cielo, que quieran llegar allá y que hagan reparación por sus pecados”, dijo la guionista principal Barbara Nicolosi.
El supuesto triángulo afectivo entre Lucía, su madre y la Santísima Virgen
“Fátima” presenta a la madre de Lucía, María Rosa Ferreira, como una mujer neurótica y obsesionada con el retorno de Manuel, reclutado por el ejército portugués en la Primera Guerra Mundial.
El retrato de la madre de Sor Lucía difiere profundamente de la mujer serena, alegre y virtuosa que la monja describió en sus memorias, mostrando en su lugar a una mujer amargada, ensimismada en la angustia que le genera la suerte de su hijo en la guerra y para quien la fe es más un escape, cuando no un intento desesperado por aferrarse a algo, en medio de la impotencia que la embarga.
La película utiliza el reporte diario de los caídos en la guerra, al cual la pequeña Lucía asiste con su madre, para dejar en claro que la “fe” de María Rosa no es la de un abandono confiado a la Voluntad de Dios, sino más bien el recurso utilitario de una mujer pobre para forzar la Providencia Divina en su favor.
Las primeras escenas muestran cómo Lucía ve a su madre ofrecer “trabajar por la Iglesia para propagar la fe”, a cambio de que no le pase nada a Manuel, con una actitud bastante transaccional.
Más adelante, cuando lo reportan como “desaparecido”, María Rosa en lugar de entrar en la Catedral que tiene en frente y buscar refugio en la oración como haría un católico devoto, se aleja del lugar ensimismada y se muestra iracunda con Lucía cuando le menciona el nombre de la Virgen, culpando a la niña por la suerte de su hermano.
Así la película sugiere que la visión de Lucía de la Santísima Virgen, podría ser un escape psicológico de la niña ante la relación disfuncional con su madre.
“Fátima” presenta esta tesis en tres ocasiones. Dos veces, a través del diálogo de un profesor ateo que en 1989 entrevista a la hermana Lucía para escribir un libro sobre las apariciones, y una a través del alcalde masón de la ciudad.
Al principio de la película, cuando una Sor Lucía visiblemente conmovida reconoce que su mayor arrepentimiento está en no haber hecho lo suficiente para complacer a su madre, es cuestionada por el profesor quien le replica “¿Cuál madre, la Santísima Virgen?”.
Pregunta que la vidente deja en el aire, guardando silencio con la mirada perdida.
La segunda ocasión es un diálogo que termina siendo bastante revelador del trasfondo ideológico de la película:
Profesor: ¿Alguna vez tuvo dudas de lo que vio?, ¿Nunca se le ocurrió, ni esa vez ni después, que su imaginación podría haber sido provocada, influenciada por las circunstancias? Guerra, hambre, soledad, falta de cariño?
Sor Lucía: ¿Por qué iba a hacerlo? La Virgen apareció para salvarnos de esas circunstancias.
Profesor: ¿La Virgen apareció para salvarla de su madre?
Sor Lucía: –silencio–
Y finalmente, a través de la afirmación del alcalde masón que intenta buscar una explicación racional a la insistencia de Lucía con las apariciones de la Virgen.
En palabras del director:
“Para alguien que no cree en Dios o en la posibilidad de un milagro, si ve todo desde la imaginación de la niña, ¿qué hace que ella se imagine estas cosas? El alcalde dice que es porque necesita el amor de una madre, así que se inventa otra. Ese es el otro hilo de la historia: las dos madres”, explicó el director Marco Pontecorvo.
La película cierra este nudo dramático luego del Milagro del Sol, que reivindica a Lucía ante todo el pueblo, devolviéndole de paso el afecto y la confianza de su madre.
Es una escena extraña en la que Lucía aparece entre la Virgen y su madre, y por fin ambas le sonríen al tiempo.
“Me encanta el triángulo entre la Virgen María, la madre real y Lucía. Al final puedes ver, por fin, a las dos madres juntas”, dice el director de Fátima.
Un esfuerzo para naturalizar lo sobrenatural
Si hay algo por lo cual merece ser recordada esta película, es por la forma tan prosaica de presentar las apariciones sobrenaturales del Ángel de la Paz y de la Santísima Virgen María.
La película inicia con el encuentro de Lucía con el Ángel de la Paz que aparece como un mendigo en una cueva, quien en lugar de transmitirle paz y gozo deja a Lucía triste y angustiada por el sufrimiento de la guerra:
“Yo creo, tengo esperanza y amo a Dios. Reza por la Paz”, instruye el ángel en la película.
Esta aparición no sólo no muestra por ninguna parte la grandeza y majestad de lo sobrenatural, sino que modifica el mensaje dado a los niños y contrasta radicalmente con la sensación que este encuentro dejó en los niños.
La aparición de la Virgen es tanto más decepcionante por el intento del director de mostrar una imagen más “terrenal”:
“…la película de 1952, El milagro de Nuestra Señora de Fátima…parece más un cuento de hadas… [En Fátima] ella camina realmente sobre la tierra, inclusive sobre el barro. Me gusta, es mucho más real que la Virgen María de 1952 flotando en el aire”, explica el director sobre su elección estética.
Esta apuesta por la ambigüedad en la presentación de las apariciones, es el sello ideológico de la película: evita afirmar con convicción lo sobrenatural con el fin de evitar incomodar a los escépticos y agnósticos, pretendiendo complacer al público creyente, simplemente porque tampoco las niega de modo frontal.
Esa misma mirada escéptica predominó en la realización del “Milagro del Sol”:
“Definitivamente sucedió algo. No sé cómo explicar eso; No soy físico… Traté de encontrar algo en la naturaleza. Estudiamos todas las cosas posibles con el sol que los científicos han fotografiado o descrito. A partir de ahí, con efectos visuales, intentamos hacer algo conectado con el testimonio… Creo que logramos algo creíble. Si no eres un creyente, puedes señalar fenómenos atmosféricos que pueden mover el sol y hacer círculos y todo eso”, explicó el director Pontecorvo.
Otros detalles cuestionables de la producción:
También llama la atención la mirada generosa hacia el alcalde masón Artur de Oliveira Santos, quien es representado como un Poncio Pilato, un hombre sereno y razonable que no tiene una especial animadversión contra la fe, sino que es presionado desde Lisboa para restablecer el orden y necesita proteger su carrera política.
Un casting bastante “erótico”
Sor Lucía adulta es interpretada por la actriz brasilera Sonia Braga, quien logró su fama gracias a películas “eróticas” como “Doña Flor y sus dos maridos” (1976) y “La dama del autobús” (1978), quien sostiene un debate sobre la fe católica con un ficticio escritor ateo, interpretado por Harvey Keitel, también reconocido en Hollywood por su buena disposición para hacer escenas obscenas y desnudos frontales como el que hizo en “El Piano” (1993). Elección que no deja de ser relevante a la hora de evaluar la sensibilidad moral y religiosa de los productores.
La película tampoco menciona la necesidad de consagrar a Rusia ni la amenaza que representa la difusión de los errores de ese país (el marxismo) por el mundo.
Desde el punto de vista estético, es exótico que en una producción de este nivel se decida poner un elemento extraño al atuendo de un sacerdote, como es un Rosario colgado al cuello sobre la sotana.
Mientras que no se observa ninguna empatía en los vecinos de la familia Dos Santos, al punto que sus miradas vacías y su obsesión con obtener favores a través de los “videntes” recuerda un poco las películas de zombies.
Finalmente, en el duelo intelectual entre el escepticismo (el profesor ateo) y la fe católica (la hermana Lucía), da la impresión de que triunfa el ateo, al quedar sin respuesta los principales cuestionamientos que le hace a la religión.
La importancia del mensaje de Fátima para el mundo actual
Con el fin de profundizar en la relevancia que el mensaje de Fátima tiene para el mundo contemporáneo, Razón+Fe habló con el padre Mauricio Saavedra Monroy, OSA, Vicerrector Académico y de Extensión de la Unicervantes, y esto fue lo que nos dijo.
¿Qué relevancia y actualidad tiene el mensaje de Fátima para el mundo de hoy, especialmente para los católicos?
El mensaje de Fátima, contenido en las seis apariciones de la Virgen en 1917 y aquellas otras anteriores del ángel de la Paz en 1916, es muy amplio, sin embargo, existen unos aspectos fundamentales.
Según las memorias de Sor Lucía, en la tercera aparición la Virgen le revela a los pastorcitos un secreto dividido en tres partes. La primera parte es una visión del infierno, la segunda es sobre la devoción al inmaculado corazón de María y la predicción de la segunda guerra mundial, y la tercera la persecución de la Iglesia en el siglo XX con los pecados más graves: el comunismo, las guerras mundiales, las bombas atómicas, etc.
Esta última parte del secreto la hizo pública San Juan Pablo II.
El mensaje celestial de Fátima es notable por la gran cantidad de verdades católicas que fueron transmitidas a los pastorcitos: Dios, la Trinidad, la divinidad de Jesucristo, las postrimerías, el papel de la Virgen en la historia de la salvación, etc.
Estas verdades tan acordes al Evangelio hacen evidente la veracidad del mensaje de Fátima más allá de los solos milagros que efectivamente sucedieron durante las apariciones.
Sin embargo, me parecen de relevancia sobre todo estos tres aspectos: la realidad del pecado que causa condenación, la absoluta necesidad del sacrificio y la penitencia para lograr que los pecadores se conviertan y se salven, y el papel de la Virgen María con su Inmaculado Corazón en la salvación de los hombres.
Creo que para los católicos en el mundo de hoy, la centralidad del mensaje de Fátima nos pueden advertir de lo anestesiados que estamos ante las consecuencias del pecado.
Con frecuencia hoy se omite en la predicación estos temas y este mensaje. Tristemente nuestra percepción del pecado y sus consecuencias dista mucho de la sensibilidad que Dios infundió sobre estos temas a los tres pastorcitos. Pecar con liviandad significa no entender que los pecados tienen graves consecuencias.
De igual manera, el mensaje de Fátima nos alecciona sobre la importancia de sacrificarse y mortificarse por los pecadores.
La niña Jacinta, por ejemplo, ofrecía muchos sacrificios por los pecadores y refería que van muchas almas al infierno por no haber quién se sacrifique por ellas.
Las mortificaciones de los niños eran impresionantes, pero más impresionante la motivación con que las hacían: por la salvación de los pecadores.
El Papa Pío XII, que fue el primero llamado Papa de Fátima, al leer las narraciones de sor Lucía afirmaba que
“hay un terrible misterio que nunca meditaremos de modo suficiente, la salvación de muchos depende de las oraciones y de las penitencias voluntarias del cuerpo místico”.
Así pues, debemos como católicos tener conciencia de nuestra participación en la salvación del mundo, completando en nuestra carne lo que le falta a las tribulaciones de Cristo, como afirma San Pablo.
Finalmente, los niños vieron el corazón inmaculado de María rodeado de espinas, ese corazón ultrajado por los hombres que pide reparación y que pide que se le consagre a Rusia para librarla del comunismo.
La Virgen María pide en este mensaje a los católicos contar con ella para su intervención temporal en la historia y librarnos de los males del comunismo de ayer y de hoy, de este con todas las sofisticaciones propias de la nueva izquierda: ideología de género, ataques a la vida humana y la familia, complacencia con el terrorismo islámico, indigenismo marxista, etc.
También el corazón inmaculado de María se nos promete como auxilio definitivo en nuestra salvación eterna, y por ello debemos confiarle nuestras almas y la vida de la Iglesia pidiéndole que proteja e ilumine al Santo Padre.
¿Qué se podría responder a los cuestionamientos que el personaje ateo le hace a la hermana Lucía?
En primer lugar, sobre el porqué la mayoría de las apariciones sobrenaturales coinciden con la iconografía religiosa de la cultura tradicional local, podemos decir que para la fe cristiana el misterio fundante de todo acercamiento de Dios a la humanidad es la Encarnación.
En efecto, desde nuestra fe, Dios ha decidido revelarse a la humanidad asumiendo la condición humana en todo menos en el pecado. La pedagogía divina es la que ha asumido un lenguaje comprensible a nuestro entendimiento.
Como afirma San Juan Damasceno:
“pero ahora que se ha hecho ver en la carne y que ha vivido con los hombres, puedo hacer una imagen de lo que he visto de Dios… con el rostro descubierto contemplamos la gloria del Señor” (Imag. 1, 16).
En sentido análogo sucede lo mismo a nivel literario con el hagiógrafo de la Sagrada Escritura.
En algunos libros de la Biblia encontramos a Dios presentado con imágenes y conceptos filohelenistas mientras que en otros libros, como es el caso del profeta Amós, encontramos al autor sagrado transmitiendo el mensaje revelado a través de la figura bucólica del pastor que apacienta las ovejas como una imagen de la cultura local que transmite perfectamente la misericordia de Dios.
En ambos casos, el mensaje revelado no pierde su validez por respetar la cosmovisión y la cultura del receptor del mensaje.
En la película, el personaje ateo profundiza su crítica a la validez del mensaje de Fátima afirmando que en la época del imperio romano los clavos se incrustaban en las muñecas de los condenados a la crucifixión y no en la palma de las manos, como es la visión de los niños de Fátima y como tradicionalmente se ha representado en la tradición iconográfica.
Sin embargo, aquí es necesario señalar que la afirmación del personaje no es del todo cierta. Este tema es aún muy discutido.
Estudiosos como Pierre Barbet han señalado que a nuestro Señor le fueron atravesados los clavos en las muñecas, pues los clavos en la palma de las manos no podrían haber resistido el peso del cuerpo y esto pareciera coincidir con el testimonio que puede aflorar del estudio de la Sábana Santa de Turín.
Sin embargo, estas tesis no son concluyentes pues otros estudiosos como Frederick Zubige han demostrado lo contrario al razonamiento de Barbet por medio de sofisticados experimentos de suspensión.
Por otra parte, no solo la Biblia habla de las manos del Señor como el lugar de la perforación con los clavos, pensemos en el episodio de Jesús resucitado con el apóstol Tomás (Jn 20, 25-27), sino también en los estigmas de los grandes místicos como San Francisco y el Padre Pío que coinciden a su vez con toda la tradición iconográfica.
Santa Gema Galgani San Francisco de Asís Padre Pio
Es decir, la postura del personaje ateo no es concluyente aunque la película pretenda mostrarla así.
Sor Lucía, por el contrario, se muestra más sabia y modesta cuando afirma que ella no lo sabe todo, solo da su testimonio.
Ciencia y Fe: los límites del conocimiento
Ciertamente, este es un buen episodio donde se pone en diálogo la fe con la ciencia y se demuestran los límites del conocimiento.
Mediante la fe creemos en el testimonio de alguien, en el caso de la fe cristiana, en el testimonio de Dios que nos ha revelado una serie de verdades a través de personas escogidas por él.
Ese testimonio se basa entonces en algo que es razonable, tenemos motivos para creerles a esas personas. La fe eleva la razón incluso más allá de sus posibilidades.
La ciencia es capaz de demostrar algunas cosas, es cierto, pero por ello la fe tiene mérito, pues siempre hay un elemento personal de rectitud y respuesta.
En cambio la ciencia no tiene mérito en el sentido de apuesta, la fe sí porque implica una apuesta de la persona. La ciencia simplemente nos demuestra las cosas, la fe implica una respuesta personal. Nadie se salva por creer que existen átomos y electrones.
En la ciencia hay verdades a pesar de que en esta todo va cambiando muy rápido, cuanto más conocemos aparecen interrogantes cada vez más difíciles y se reevalúan las hipótesis que parecían seguras.
Sin embargo, para un cristiano es importante reconocer la verdad que hay en la ciencia, ya que también la fe se alimenta de la razón.