1. Dios por encima de todos:
Https://youtu.Be/lMOgGqyaoOA
El eslogan político de Bolsonaro fue «Brasil encima de todo y Dios encima de todos», declarando la importancia que le dará a los valores éticos cristianos en su agenda de gobierno. En campaña dijo en un discurso en Campiña Grande (Estado de Paraiba): «a ese cuento del estado laico decimos no, Brasil es un estado cristiano… Nosotros somos la mayoría, las minorías se tienen que acomodar», dejando clara su oposición al adoctrinamiento anticristiano en general, y en especial en las escuelas públicas.
El haber cerrado su discurso de victoria con esas palabras, da a entender que más allá de la campaña, esa visión estará presente en sus decisiones presidenciales. Adicionalmente, en la renovación parcial del Congreso que se dio simultáneamente con las elecciones presidenciales, la llamada «Bancada de la Biblia» (evangélicos y católicos militantes) pasaría de los 150 congresistas actuales a 180, facilitando el apoyo legislativo para los proyectos que el presidente tenga en esta materia.
2. Despojó al progresismo de su principal arma: los estigmas
«Homófobo», «racista», «misógino» y «fascista» fueron términos casi rituales con los que los medios de comunicación de izquierda progresista se referían a Bolsonaro a la primera oportunidad. Este tipo de etiquetas que señalarían la muerte política de cualquier candidato, no tuvieron ningún efecto en este caso. Inclusive jugó a su favor cuando el candidato respondió a uno de esos señalamientos: «dígame homófobo y todo lo que quiera, pero jamás me podrá llamar corrupto». Es un caso de estudio para cualquier candidato conservador y con inspiración cristiana, que seguramente animará a muchos otros políticos a perder el miedo de ser señalados y estigmatizados por sus convicciones morales.
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3. Defensor de la vida, la familia y la moral cristiana (con salvedades):
Así como Ángela Hernández y Alejandro Ordóñez lideraron la batalla contra las cartillas de adoctrinamiento homosexual de Gina Parody y la ONU, Bolsonaro también se opuso a la distribución en los colegios de un llamado «kit gay», el cual había sido diseñado por el Ministerio de Educación de Brasil y la UNESCO, y que finalmente logró. Por supuesto, se opone con firmeza a la inquisición gay, que persigue y castiga a quienes no se sometan a su doctrina a través de las famosas medidas antidiscriminación. También se opone radicalmente al aborto, la legalización de las drogas y que las uniones homosexuales sean consideradas como familia. Sin embargo, debido a su formación protestante está a favor de los anticonceptivos.
4. Inclina a la derecha la geopolítica latinoamericana
Brasil es el país más poderoso de América Latina y durante los próximos cuatro años será gobernado por el presidente más conservador del continente, incluso más que Trump. En política internacional ha anunciado que va a aliarse con Estados Unidos e Israel, y que va a salirse de organizaciones dominadas por comunistas como Naciones Unidas. Hay que tener en cuenta que el comité de derechos humanos de Naciones Unidas interfirió en las elecciones brasileras, pronunciándose a favor de mantener la candidatura de Lula da Silva hasta que se agotaran todos los recursos en contra de su condena por corrupción.
De cumplirse esta promesa, la diplomacia de Itaramaty (sede de la Cancillería brasilera) podría enfocarse significativamente en escenarios como la OEA, otra trinchera de progresistas anticristianos, donde de la mano de Trump podría impulsar una regeneración conservadora del organismo. La crisis de Venezuela sería la primera prueba de esa alianza, haciendo que la intervención militar sea más plausible y presionando a Colombia en esa dirección. Si Estados Unidos y Brasil quieren dejar su marca en el escenario geopolítico americano, podría verse frustrada la campaña de reelección del actual Secretario de la OEA, Luis Almagro, ante el hipotético surgimiento de una candidatura de línea más conservadora.
5. Lucha abierta contra el comunismo
De la mano de Bolsonaro ha irrumpido una nueva fuerza política en el país liderada por exmilitares, comenzando con su nuevo vicepresidente y varios de los futuros ministros, quienes abogan por medidas fuertes para combatir los problemas de seguridad y drogas que tiene ese país, donde -al igual que en Colombia- parecen tener más garantías jurídicas los delincuentes que los ciudadanos honestos.
En especial, con la renovación del Congreso de Brasil se ha visto surgir la denominada «bancada de la bala», la cual aboga por medidas como la reducción de la edad de responsabilidad penal para los adolescentes hasta los 16 años, garantías al porte de armas de los ciudadanos y leyes para proteger a quienes den de baja a asaltadores armados.
En una de las últimas entrevistas dadas a los medios de comunicación durante la segunda ronda presidencial, Bolsonaro fue cuestionado por apoyar la participación de militares en su próximo gobierno, a lo cual respondió: «¿cuál es el problema de que los militares puedan participar en el gobierno, si ya llevamos cuatro periodos gobernados por guerrilleros?», haciendo referencia a la participación y cercanía de los expresidentes Dilma y Lula con el movimiento guerrillero de ese país.
Bolsonaro es una persona de profundas convicciones políticas e ideológicas, y en este campo su principal adversario es el socialismo y el comunismo, advirtiendo en sus jingles publicitarios que Brasil no se convertiría ni en Cuba ni en Venezuela. Ha prometido liquidar el Foro de Sao Paulo, que fue liderado por Lula da Silva y que tiene influencia en Colombia a través de importantes representantes de esa organización como Gustavo Petro y los miembros de las FARC.
Por estas razones los colombianos que votaron «No» al frustrado pacto de La Habana y buscan salidas para desmontarlo tendrían en Brasil un poderoso aliado internacional, si a alguien en el gobierno de Colombia le importara buscarlo…
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