Fe

¿Adán y Eva son o no son nombres simbólicos?

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Escrito por Padre Henry Vargas

El origen del actual ser humano es algo que científicamente no está exento de discusiones. Científicamente hablando hay algunas hipótesis; y en el supuesto caso de que alguna de ellas sea la correcta no se puede decir actualmente con absoluta certeza cuál de esas sea aunque haya unanimidad para privilegiarla.

Tanto la biblia como la ciencia deben ir de la mano para llegar a la única verdad, pues la hipótesis correcta, científicamente hablando, no puede ir en contra de la verdad bíblica, y viceversa. Sería de necios negar un dato científico comprobado al ciento por ciento utilizando un dato bíblico; y peor aun si ese dato bíblico es mal interpretado.

Ahora bien, hay que tener en cuenta que nuestra fe está basada en la verdad, es una fe histórica. La fe parte de hechos y personas reales; y la interacción de Dios con la humanidad es, en consecuencia, histórica, verdadera y concreta, nunca mitológica aunque en la biblia haya y hay símbolos, imágenes, parábolas, metáforas, etc..

Todos estos recursos literarios y otros son necesarios para plasmar por escrito lo fundamental de TODO el acontecer de la historia de la salvación: la única relación querida por Dios entre Él, el Dios vivo y verdadero, y el ser humano.

La biblia aunque tenga datos históricos ciertos (personajes, hechos y fechas), no es un libro de historia; aunque tenga lugares geográficos reales del pasado y del presente la biblia no es un libro de geografía; la biblia, aunque tenga estilos y géneros literarios, no es un libro de cuentos o de mitos, tampoco es una novela o un libro de literatura; aunque hable del origen del mundo y del ser humano, la biblia no es un libro de ciencia; y la biblia, mencionando a Adán y Eva, no es un libro de antropología para hablar del origen de la vida humana.

¿Qué es lo que busca la biblia? La biblia no busca explicar el cómo sino el qué. “La Biblia no nos dice cómo es el cielo, sino cómo llegar al cielo”: Galileo.

¿Qué enseña la biblia? La Biblia no enseña cualquier tipo de verdades, nos enseña solamente verdades para nuestra salvación, verdades que nos relacionan con Dios. La biblia proporciona verdades salvíficas, esa es su única misión, su fin y su intencionalidad.

“Hay que confesar que los libros de la Escritura enseñan firmemente, con fidelidad y sin error, la verdad que Dios quiso consignar en las sagradas letras para nuestra salvación” (Dei Verbum, 11).

Lo que nos dice el libro del génesis en sus primeros capítulos (lo relacionado con la creación del universo y del ser humano) no puede, pues, considerarse como una narración histórica. No es sensato creer que lo que dice ese libro sea como la crónica de los primeros años de la creación y de la historia humana. El libro del génesis nos habla del origen del universo y del ser humano, sin pretender ser un tratado científico.

Lo que dice la sagrada escritura es con el fin de hablar de la relación de Dios con el ser humano, y establecer las relaciones apropiadas entre el hombre con Dios, entre el hombre con sus congéneres y con el mundo creado.

Además, en términos generales, no podemos exigirle a la biblia que nos regale tantos detalles de todo; ella se quiere centrar en lo esencial.  Ahora bien, cuando la biblia no se baja a los detalles de algo no significa que lo que diga sea un error; si la biblia no siempre especifica cosas es porque no es importante, y además inviable (no cabrían los libros en este mundo).

La biblia no ha sido escrita para satisfacer la curiosidad humana, sino para darnos a conocer el designio salvador de Dios y aceptarlo. Pedirle a la biblia o esperar de ella otra cosa es de insensatos.

En consecuencia, no debemos hacerle decir a la Biblia lo que no tiene intención de decir, ni puede decir con criterios científicamente humanos. En cualquier caso, deberíamos siempre interpretar la biblia en armonía con la razón y con los conocimientos bien fundados que tengamos.

La biblia simplemente busca declarar que el mundo, la vida y el ser humano, así como también todas las otras realidades visibles e invisibles como profesamos en el credo, fueron creados por Dios; y con el fin de concretar esta verdad la biblia se expresa en términos de la cosmología y de la antropología conocidas en los tiempos del escritor sagrado.

¿Pero qué decir de Adán y Eva concretamente? ¿Existieron o no como individuos históricos? ¿Son o fueron personas de carne y hueso como tú o yo (el monogenismo)? ¿Son nombres simbólicos para designar al conjunto de hombres y mujeres?

Comencemos por decir que la biblia menciona a Adán y a Eva en ambos Testamentos; así que nadie podrá creer que no existieron Adán y Eva como dos personas históricas e individuales.

Adán es mencionado al origen de las genealogías en torno a David (I Crónicas 1).

Jesús, respondiendo sobre el divorcio a los fariseos, considera la historicidad de Adán y Eva haciendo alusión a Génesis 2 (Mt 19, 3-9).  

El evangelio según San Lucas menciona a Adán en la genealogía de Jesús (Lc 3, 23-38).

San Pablo dice que así cómo la desobediencia de “un solo hombre”, Adán, trajo la condenación para todos, así la obediencia al Padre de un solo hombre, Jesús, trajo la justificación y la vida. (Rm 5, 12-21).

El Concilio de Trento ya declaró la historicidad de Adán, y el catecismo la reafirma al señalar que “el relato de la caída (Gn 3) utiliza un lenguaje hecho de imágenes, pero afirma un acontecimiento primordial, un hecho que tuvo lugar al comienzo de la historia del hombre. La Revelación nos da la certeza de fe de que toda la historia humana está marcada por el pecado original libremente cometido por nuestros primeros padres” (Catecismo, 390).

Es entonces sana doctrina teológica que, de alguna manera, en algún lugar y en algún momento de la historia, hubo un Adán y una Eva históricos. En todo caso el tema de cómo hayan sido Adán y Eva no es dogma de fe.  Lo que sí es dogma de fe es que todos nacemos con el pecado original, cometido por Adán y Eva.

El Concilio de Trento también enseñó infaliblemente que el pecado de Adán y de Eva afectó, en cuerpo y alma, a toda la raza humana de manera negativa. Así que es errónea la idea de que algunas personas no fueron descendientes de Adán y Eva.

Por otra parte, no se debe aceptar la creencia de “que Adán significa el conjunto de muchos primeros padres (Encíclica Humani Generis, 30)”. El creer, pues, que el nombre Adán sea un nombre simbólico para hablar de los seres humanos, varones, en su conjunto es incompatible con la doctrina del “pecado original, que procede de un pecado en verdad cometido por un solo Adán individual” (Encíclica Humani Generis, 30).

La idea de que Adán y Eva “representan” a los dos géneros de la raza humana, y que nunca existieron como dos personas individuales, también es incompatible con la creencia de que un primer hombre desobedeció a Dios. Los nombres propios, Adán y Eva, no son, pues, nombres genéricos así como tampoco lo fueron Moisés, Abraham, Isaac, Jacob, por mencionar algunos ejemplos.

Entonces la respuesta es que Adán y Eva sí existieron realmente, a pesar de que el episodio donde se les menciona esté descrito en un lenguaje simbólico.

Lo que dice la biblia es simplemente que Dios creó al ser humano con su respectiva alma espiritual; que Dios lo haya creado por evolución o no eso ya es secundario. La evolución no riñe con la verdad teológica.

Ahora, cuando aquí se habla de evolución no se está diciendo que el ser humano provenga de otra especie. Cada especie animal evoluciona a su manera, de manera independiente a las demás; es decir, una especie no viene de otra: El hombre es hombre, y el mono es mono, y si evolucionaron lo hicieron cada cual de manera aislada, sin ningún vínculo o algo en común.

Eso sí la evolución haría referencia solo al cuerpo del ser humano, incluyendo su condición de ser racional o su evolución cerebral; su alma espiritual no está sujeta a ninguna evolución. El evolucionismo “busca el origen del cuerpo humano en una materia viva preexistente —pero la fe católica manda defender que las almas son creadas inmediatamente por Dios—“(Encíclica Humani Generis, 29).

El ser humano un ser espiritual, y su alma no puede evolucionar de ninguna manera como tampoco puede heredarse de nuestros padres; el alma hace parte de un orden absolutamente superior al de la materia.

Sabemos con toda verdad que el ser humano viene de Dios, no puede haber contradicción entre el dato de la fe y el de la ciencia. Sea cual fuere el modo que Dios eligió para hacer nuestra corporalidad, y la corporalidad de Adán y Eva, es, pues, algo secundario; es más, es el alma lo que realmente importa más.

Es el alma espiritual lo que levanta del suelo los ojos del animal para hacer de él un ser humano; es el alma espiritual lo que hace que ese ser humano sea trascendente, lo que hace que mire más allá de un simple y pobre afán de alimento, placer y afán de lucha por su supervivencia; es el alma espiritual lo que levanta nuestros ojos para que descubramos la verdad inefable de nuestro ultimo y eterno destino.

P. Henry Vargas Holguín.

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