El pasado 23 de julio Jessica Rumpel, una adolescente que en 2016 habría sido acosada sexualmente cuando ella tenía 14 años, por parte de Jonathan Yaniv, un hombre que para ese entonces tenía 27, presentó una denuncia ante las autoridades canadienses, ofreciendo como prueba las conversaciones registradas en el chat de su celular, así como audios y mensajes de texto.
Según la denuncia, la estrategia de Yaniv era entrar en los baños de niñas preguntando sobre toallas higiénicas y así entablar conversaciones sobre los periodos de las jóvenes.
El hombre le hablaba a las niñas imitando la voz de Elmo, y les decía que quería tener relaciones sexuales con menores de 18 años porque sus partes íntimas eran más firmes.
Hello there Mr.Tampon Man… lmao. Hey remember when you liked to role-play as Barney with me? #barneyisapedotoo #barneylivesmatter pic.twitter.com/yNH9KtmOUX
— Jess (@HyperJesserz) July 31, 2019
También las contactaba a través de Facebook mintiendo sobre su sexo y su edad con el fin de poder ingresar a grupos de chat privados de niñas adolescentes.
Rumpel, la denunciante, lo confrontó para proteger a otras niñas de entre 12 y 13 años que estaban siendo acosada por él, pero su respuesta fue bloquearla y reclamarle por su traición.
En julio de 2018 varias de esas adolescentes contactaron a Twitter, Facebook e Instagram para denunciar la estrategia de este hombre. Pero al parecer los resultados no fueron los esperados.
Los privilegios del «cambio de sexo»: celebridad y protección inmediata
A principios de 2019 Jonathan cambió su nombre por el de Jessica, adoptando una apariencia física femenina a través de maquillaje y vestuario de mujer.
A partir de ese momento, el presunto depredador sexual logró que Twitter cancelara de por vida los perfiles de dos periodistas que se referieron a él como un hombre, en lugar de «reconocer» su nueva identidad como mujer.
También logró que el Tribunal de Derechos Humanos de Columbia Británica (Canadá) abrirera investigaciones contra 16 esteticistas que se negaron a depilar sus genitales masculinos, acusándolas de discriminación.
En su defensa, varias de estas mujeres han argumentado falta de entrenamiento, sus convicciones religiosas e incluso preocupaciones de seguridad, pues varias de ellas son madres solteras y trabajan solas en su casa, sintiéndose intimidadas de recibir a un cliente biológicamente hombre para un procedimiento íntimo como éste.
En los medios de comunicación la denuncia contra los salones de belleza y las esteticistas ha dominado la atención del público, mientras que las denuncias por abuso sexual contra niñas menores de 14 años apenas han sido recogidas por medios más pequeños y portales web.
Incluso, recientemente el activista trans presumió ante un entrevistador del periódico Calgary Sun, de haber logrado que un salón de belleza tuviera que cerrar sus puertas, el Merle Norman Salon de la ciudad de Burnaby, mientras que otras mujeres denunciadas han tenido que recurrir a la solidaridad para pagar el costo de los abogados.

Al ser cuestionado por el periodista si se sentía algún remordimiento por aquellas mujeres que han perdido sus trabajos o sus negocios por culpa de sus denuncias, Yaniv respondió: “¿Porque habría de sentirme mal? La única víctima aquí soy yo. Desde mi punto de vista todas las mujeres deberían recibir la misma atención”.
Yaniv tiene una firma de consultoría y trabaja para un medio de comunicación, en una sección en la que hace reseñas sobre juguetes sexuales.
Recientemente también hizo noticia por pedirle al concejo municipal de su ciudad, Langley (Canadá), que se aprobara en las piscinas públicas la realización de fiestas LGTB para niñas de 12 años, en las que puedan bañarse sin la parte superior del vestido de baño (topless), y en las que esté prohibida la presencia de padres o cuidadores de las menores de edad, supuestamente con el fin de lograr que los eventos sean «seguros e incluyentes».