*Por: Camila Gil Barragán, comunicadora social y periodista, especialista en desarrollo personal y familiar, docente universitaria y consultora de la Fundación Ser Fraterno.
La semana pasada, mientras hacía fila en la cafetería de una prestigiosa Universidad del país, una estudiante le dijo a su compañera: “Hoy debo almorzar pastel y gaseosa porque no tengo plata. Mi mamá no me ha consignado y mi papá renunció. Sí, renunció a ser papá”; ante el silencio de su amiga, ella continuó, “literalmente renunció a ser papá. Qué tristeza, ¿no?”.
Estas palabras se quedaron dando vueltas en mi mente, toda la semana. Pensaba en ella y en tantos hijos que tienen papás ausentes. Peor aún, pensaba en tantos papás, hombres, que conozco y que también han renunciado a ser papás. Lo han hecho, aun cuando ellos creen que no.
¿Qué espera un hijo de su padre? Si los hombres supieran el valor invaluable de la paternidad, de su presencia masculina en la vida de sus hijas e hijos, simplemente no renunciarían a ser papás.
Hay muchos papás que no viven con sus hijos y aunque, literalmente, no los han abandonado, estos hijos ‒que los necesitan‒ sienten que sus padres han renunciado. Y tienen razón.
Tienen razón porque se pasan los días y sus papás no los llaman; porque se limitan a verlos un fin de semana cada quince días; porque se desentienden de las cosas importantes de sus hijos; porque, incluso a veces, no cumplen ni siquiera con sus responsabilidades económicas.
He conocido muchos adolescentes y jóvenes que manifiestan que no se sienten parte de su familia. En estos casos, sus padres –o alguno de ellos‒ ha formado una nueva familia, con hijos fruto de esa unión o hijastros, y con estos sí ejercen realmente su paternidad.
Estos jóvenes, con profunda tristeza manifiestan que no se sienten parte de esa nueva familia, que quisieran tener ese papá presente que sus hermanitos o hermanastros sí pueden tener.
A estos papás, que no viven con sus hijos y que quieren ejercer responsable y apasionadamente su condición de padres, les sugiero algunas acciones que les pueden permitir estar presentes en la vida de sus hijos, a pesar de no vivir con ellos:
- Realice llamadas frecuentes, ojalá todos los días, o al menos día de por medio, para preguntarle a ese hijo o hija: ¿cómo estás?, ¿cómo te fue hoy?
- Visite a su hijo / hija entre semana, no únicamente durante el fin de semana que le corresponde. Una buena idea es sorprender a sus hijos con encuentros inesperados.
- Dedíquele tiempo de calidad cuando estén juntos. No importa la edad que tenga su hijo / hija, este siempre necesitará de usted, sus palabras, consejos, cariño, comprensión… de su presencia como papá.
- Demuéstrele amor. Aunque este hijo no viva con usted, sea capaz de manifestarle ese amor con la misma intensidad con la que se lo demuestra a los hijos o hijastros con los que sí vive.
- Cumpla sus promesas. Si dice que va el sábado, cúmplalo. No deje plantados a sus hijos.
- Esté pendiente de las fechas importantes y hágase sentir presente.
- Llegue a acuerdos con su nueva pareja sobre la forma como usted quiere vivir su paternidad con ese hijo con el que no vive. Si su pareja realmente lo ama, podrá hacer sacrificios para que usted pueda ser un gran papá.
- Involucre a su hijo en las cosas importantes de su nueva familia. De esta forma lo hará sentir parte de ella, aun cuando no vivan juntos.
Finalmente, vale la pena que recuerde constantemente que su hijo lo necesita. El amor de una madre no basta para un hijo. Su presencia y su amor también son importantes. Sepa que hay cosas que solo usted como padre puede aportar; que la forma como usted, desde su masculinidad, ve el mundo, aporta enormemente a la vida de su hijo o su hija. No renuncie a ser papá. Apasiónese con esta tarea maravillosa en la que usted mismo se metió. Sus hijos necesitan de usted, no a ratos ni en un pequeño porcentaje, lo necesitan tanto como ese hijo o hijastro con el que usted vive.
*Foto principal: tomada de www.cathopic.com
Más información: www.fundacionserfraterno.org