«Nadie quiere escuchar acerca de lo que hay al otro lado del arcoiris», dijo en su testimonio ante un auditorio abarrotado de activistas profamilia.
En el marco del debate australiano sobre la adopción homosexual, su experiencia le permitió explicar con autoridad el daño que sufren los niños que son privados de tener un padre del otro sexo.
En su caso, cuenta como la falta de un padre hizo que fuera muy difícil desarrollar una personalidad e identidad estable, y lo peor era que no sabía qué era lo que le faltaba en su vida. Sólo cuando vio que otros niños tenían padres, supo qué era lo que extrañaba.
«Cuando ellos escogieron qué partes de mi identidad eran aceptables para que las conozcan, me quitaron algo y mientras otros niños podían mirarse en el espejo y reconciliarse con esas partes de su vida que habían perdido, y decir amo a mis padres o a mis madres, yo no podía porque ellos habían decidido qué partes no eran aceptables para que yo las conociera», explicó.
El padre de Miley era un compañero de colegio de su mamá, quien la concibió a ella y a otros dos hermanos de forma natural.
A pesar de que el padre mostró su interés en tener una relación abierta con ella, a la niña siempre le dijeron que no tenía padre. Sólo hasta que tuvo 11 años pudo conocerlo y dijo que fue la primera vez que se sintió «estable» en su adolescencia.
«Descubrir quién era mi padre me habría ayudado mucho para atravesar situaciones como el colegio…con más confianza», dijo en una entrevista.
También contó que pasaba con tiempo exagerado en la casa de sus amigos, por la fascinación que sentía con las familias con una estructura heterosexual.
En una entrevista para el programa «No puedes preguntar eso», Millie contó que ha visto como en la comunidad LGTB una de las mujeres en parejas lésbicas intenta masculinizarse para tratar de llenar el vacío de la figura paterna.
El bloquear el acceso a los padres biológicos tienen serias consecuencias para los niños, concluyó en su testimonio.