Espiritual

Valorar la Iglesia.

“Ven acá, voy a mostrarte a la novia, a la esposa del Cordero”.

Ap 21, 9b-14

Valorar nuestra Iglesia Católica es una empresa nada fácil en un tiempo en el que los medios de comunicación reproducen tanta información negativa contra ella a causa de la fragilidad de nosotros sus hijos, y por otro lado; cuando existen intereses perversos de los contradictores del Reino que encuentran en la Iglesia un obstáculo para sus agendas ideológicas, presionándola o torciéndola desde dentro.

Hoy lamentablemente hasta en el interior de la Iglesia es más fácil hablar de conversión ecológica que de conversión a Jesucristo, por más respetos humanos que se pueda tener, sospecho que estamos más cerca de un panteísmo que del Cristianismo con ciertas iniciativas que oscurecen mucho más el camino de lo que pretenden esclarecer.

Así que para valorarla hemos de abrirnos a la gracia para dejarnos formar por la ella en su sana enseñanza, y comprenderla como Madre y Maestra más que una organización guarda bosques. La Iglesia no es una institución más entre otras, es ante todo la esposa del Señor y Madre que nos engendra por las aguas del bautismo en el amor de Su Señor para que vivamos conforme a la voluntad de aquel que nos llamó de las tinieblas a su luz admirable (1 Pe 2, 9).

“La Iglesia no es una organización social o filantrópica: es la comunidad de Dios, es la comunidad que cree, que ama, que adora al Señor Jesús y despliega las velas al soplo del Espíritu Santo” . “La Iglesia es ese abrazo de Dios en el que los hombres aprendemos también a abrazar a nuestros hermanos, descubriendo en ellos la imagen y semejanza divina, que constituye la verdad más profunda del ser, y origen de nuestra genuina libertad” 

Benedicto XVI

En la Iglesia vivimos la verdad de ser hijos de Dios y por tanto hermanos y hermanas, sintiendo un vínculo familiar muy afectuoso. No somos una organización, una asociación con fines religiosos, humanitarios o ambientales, sino un cuerpo vivo, una comunión de hermanos y hermanas en el Cuerpo de Jesucristo, que nos une a todos.

Ciertamente la vocación de servicio ha conducido a la Iglesias a hacer aquello sin dejar de hacer lo primero, pero la “reserva” más que ambiental que está en llamas dramáticamente es “la moral” y se extingue en la misma Iglesia que está llamada a salvaguardarla y eso parece que no preocupa a muchos.  

Hoy somos llamados a sentirnos esa Iglesia enamorada que vive de agradar y permanecer en comunión con su Esposo, experimentar la Iglesia de este modo es llegar a tocar con la mano la fuerza de su verdad y de su amor.

La Iglesia evangeliza siempre y no ha interrumpido jamás el camino de la evangelización. Celebra cada día el misterio eucarístico, administra los sacramentos, anuncia la palabra de la vida – la palabra de Dios-, se empeña por la justicia y la caridad. Y esta evangelización conlleva sus frutos: da luz y alegría, da el camino de la vida a muchas personas; muchos viven, frecuentemente sin saberlo, de la luz y del calor resplandeciente de esta evangelización permanente de la Iglesia.

Ratzinger 2001

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