Espiritual

Santa Liduvina: la santa que vivió casi 40 años postrada en cama

Santa Liduvina
Escrito por Gabriel Pinedo

Este 14 de abril, es la Fiesta de Santa Liduvina de Schiedam, una muchacha que sufrió muchísimo estando en cama. Visitó el purgatorio en vida por un breve tiempo y estuvo tan horrorizada, que llegó a decir que los sufrimientos de la vida terrenal son preferibles a los de aquel mundo.

Esta santa y mística holandesa es patrona de los enfermos crónicos y de los patinadores de hielo.

Nació el 18 de abril de 1380, Domingo de Ramos, en la villa de Schiedam (actual provincia de Güeldres en Países Bajos). Su padre fungía como sereno del pueblo y su familia era muy modesta. Liduvina, ya desde niña, era bastante devota, pues se entregaba mucho a la oración, la soledad y la mortificación; incluso más que otras muchachas. De hecho, sentía una profunda veneración por la Santísima Virgen; especialmente, pasaba mucho tiempo delante de la imagen de Nuestra Señora de Schiedam.

Le llegaban pretendientes ya entrando la adolescencia, pero los rechazó: quería preservar su voto de virginidad que había realizado. Sin embargo, algo trágico ocurrió más adelante, el 2 de febrero de 1395, Fiesta de la Purificación de la Santísima Virgen María, cuando Liduvina contaba con quince años de edad.

Por invitación de sus amigas, Liduvina fue a patinar con ellas sobre la nieve aquel día, en la misma aldea donde vivía, Schiedam. En cierto momento, chocó con un compañero que venía a alta velocidad, y al caer, se rompió una costilla y se fracturó la espalda fuertemente.

Pronto, Liduvina comenzó a sufrir una parálisis progresiva y permaneció en cama, mientras recibía las atenciones de su familia y lloraba por los malestares que se añadían uno tras otro. Lo único que ella llegó a poder mover totalmente fue su mano izquierda.

En ese tiempo en que estaba recién paralizada, una noche, Liduvina soñó que Nuestro Señor le habló, diciéndole: “Para pago de tus pecados y conversión de los pecadores, ¿qué prefieres, 38 años tullida en una cama o 38 horas en el purgatorio?”. Ella replicó: “prefiero 38 horas en el purgatorio”.

Entonces, Liduvina sintió que se moría y que iba al purgatorio, y comenzó a sufrir. Avanzaron unas 38 horas, 380 horas y 3.800 horas y su dolor continuaba. Al final, ella preguntó a un ángel que pasaba por el lugar: “¿Por qué Nuestro Señor no me habrá cumplido el contrato que hicimos? Me dijo que me viniera 38 horas al purgatorio y ya llevo 3.800 horas”.

Debido a esta consulta, el ángel fue a averiguarlo con Dios y le trajo a Liduvina esta respuesta:”¿Qué cuántas horas cree que ha estado en el Purgatorio?” ¡Pues 3,800! ¿Sabe cuánto hace que Ud. se murió? No hace todavía cinco minutos que se murió. Su cadáver todavía está caliente y no se ha enfriado. Sus familiares todavía no saben que Ud. se ha muerto. ¿No han pasado cinco minutos y ya se imagina que van 3,800?”.

Al escuchar aquello, Liduvina se asustó y afirmó: “Dios mío, prefiero entonces estarme 38 años tullida en la tierra”. Luego de esto, ella despertó, y le esperarían treinta y ocho años de parálisis. Algunos se compadecían de ella y trataban de consolarla, pero ella les respondía: “Tengan cuidado porque la Justicia Divina en la otra vida es muy severa. No ofendan a Dios, porque el castigo que espera a los pecadores en la eternidad es algo terrible, que no podemos ni imaginar”.

A pesar de todo, Dios se apiadó ella y le envió una ayuda: la visita del padre John de Pot, párroco de Schiedam. Este gran sacerdote le entregó un crucifijo a Liduvina y le pidió siempre mirar hacia la cruz y recordar los sufrimientos de Nuestro Señor para pensar en que ella podía lograr la santidad de esa manera.

El padre también le comentó a Liduvina que su fractura y otros males pueden cobrar sentido si ella se los ofrece al Señor. Desde aquella vez, ella decidió ofrecer sus dolores por la salvación de los demás. Entonces, Liduvina trataba de pensar frecuentemente en la Pasión y Muerte de Nuestro Señor, lo cual paulatinamente le dio fuerzas para soportarlo todo.

No obstante, las dudas todavía la asaltaban, y por este motivo, en cierta ocasión, mientras oraba, Liduvina pedía señales divinas para confirmar que su enfermedad era voluntad de Dios. Por este motivo, una vez se le apareció una hostia brillante flotando sobre su cabeza; sus familiares y vecinos también pudieron verla.

Un sacerdote se encontraba en los alrededores y salió huyendo escandalizado, asegurando que aquello era fraude del demonio. Pero las demás personas acudieron al obispo de la zona, quien envió a otro sacerdote para examinar el caso.

Desde entonces, varias personas consideraban santa a Liduvina y requerían su intercesión, puesto que ella podía obrar milagros. Particularmente, enfermos peregrinaban desde Rotterdam, el Condado de Holanda, Flandes, Alemania o Inglaterra para visitarla y que les pueda curar su enfermedad o brindar consejo espiritual.

A los doce años de iniciados los padecimientos de Liduvina, es decir, cuando ella contaba con 27 años de edad, comenzó a tener éxtasis y visiones.

Los dolores no paraban y seguían incrementándose; por ejemplo, una gran llaga le destrozaba la piel. Liduvina sufrió también enormes tentaciones contra la fe, como el miedo a condenarse y la sequedad espiritual. Permaneció 38 años entregada a todo tipo de dolores corporales y espirituales.

Por si fuera poco, llegaban noticias nada alentadoras a la casa de su familia: había uno, dos y hasta tres Papas que se peleaban por la autoridad sobre la Iglesia. Liduvina tuvo que ofrecer sus dolores por el Papa y por los obispos y príncipes cristianos que promovían la confusión y la rebeldía.

A pesar de sus sufrimientos, ella ayunaba con frecuencia, pues sabía que debíamos imitar a Nuestro Señor en sus padecimientos. Algunos pensaban que Liduvina era histérica, loca o poseída por el demonio. Ella escuchaba esos insultos sin responder y ofreciendo al Señor sus sufrimientos.

Testimonios presentes en un documento firmado por las autoridades civiles de Schiedam en 1421 señalan algo en particular sobre la relación de Liduvina con Jesús sacramentado. Por un largo periodo de tiempo, Liduvina llegó a alimentarse tan solo con la Eucaristía, y creía firmemente en la presencia real de Nuestro Señor allí. De hecho, en cierta ocasión, un sacerdote se le acercó con una hostia que no estaba consagrada, pero ella la rechazó.

A menudo, el ángel custodio de Liduvina la visitaba con frecuencia y, mediante él, ella recibía visiones del infierno, el purgatorio y el paraíso. Luego de estas visiones, ella rezaba con mucha mayor fuerza y ofrecía sus dolores con mayor convicción de que sería provechoso hacerlo.

En otra ocasión, ella obtuvo que Dios muestre a un sacerdote, que era amigo de ella, las penas que sufría en el infierno una mujer que él conocía. En consecuencia, el cura quedó aterrado y decidió cambiar su estilo de vida.

El 14 de abril de 1433, en la mañana del Domingo de Pascua, Liduvina estaba inmersa en contemplación profunda, y recibió de Dios una visión en la que Nuestro Señor Jesucristo se acercaba a ella para brindarle la extremaunción.

Concretamente, se le apareció a Liduvina un rosal que decía: “Cuando florezca, tus sentimientos acabarán”. Finalmente, el Martes Santo, Liduvina dio su último suspiro, no sin antes exclamar: “¡Veo el rosal en flor!” y pedir que su casa se vuelva un hospital de pobres. Su sepulcro se volvió destino de peregrinación inmediatamente, y al año siguiente se construyó la 1ª capilla en su honor.

En 1615, las reliquias de la santa fueron trasladadas a Bruselas (Bélgica), aunque dos siglos después, en 1871, fueron devueltas a Schiedam. En 1890, el Papa León XIII oficializó el culto universal en honor de esta santa. Por este motivo, ella es patrona de los que sufren enfermedades crónicas y malestares intensos, además de los patinadores de hielo.

Fuentes de información

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