SOLEMNIDAD DE SAN PEDRO Y SAN PABLO
Lunes 29 de junio de 2020
+ Señal de la cruz
«En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo»
- Ven, Espíritu divino. Ven, dulce huésped del alma, descanso de nuestro esfuerzo, tregua en el duro trabajo, brisa en las horas de fuego, gozo que enjuga las lágrimas y reconforta en los duelos.
Entra hasta el fondo del alma, divina luz, y enriquécenos. Mira el vacío del hombre, si tú le faltas por dentro; mira el poder del pecado, cuando no envías tu aliento
- En presencia de Dios, pedimos perdón:
- Tú que ofreciste el perdón a Pedro arrepentido: Señor, ten piedad. R. Señor, ten piedad.
- Tú que prometiste el paraíso al buen ladrón: Cristo, ten piedad. Cristo, ten piedad.
- Tú que perdonas a todo hombre que confía en tu misericordia: Señor, ten piedad. Señor, ten piedad.
- Proclamamos la Palabra
(Leer lento, fuerte y entonado. Preferentemente los adultos)
1º) Lectura de los Hechos de los apóstoles 12, 1-11
Salmo: 33 https://www.youtube.com/watch?v=oasIqQo2HIs
2º) Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a Timoteo 4, 6-8.17-18
Evangelio de N.S. Jesucristo según san Mateo 16, 13-19
Catequesis para mayores de 12 años
Escuchamos la homilía de Benedicto XVI, pronunciada el 29 de junio de 2006.
«Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia» (Mt 16, 18). ¿Qué es lo que dice propiamente el Señor a Pedro con estas palabras? ¿Qué promesa le hace con ellas y qué tarea le encomienda? Y ¿qué nos dice a nosotros, al Obispo de Roma, que ocupa la cátedra de Pedro, y a la Iglesia de hoy? (…)
La promesa tiene lugar junto a las fuentes del Jordán, en la frontera de Judea, en el confín con el mundo pagano. El momento de la promesa marca un viraje decisivo en el camino de Jesús: ahora el Señor se encamina hacia Jerusalén y, por primera vez, dice a los discípulos que este camino hacia la ciudad santa es el camino que lleva a la cruz. (…)
En este sentido, Pedro, en su primera Carta, asumiendo esos dos aspectos, se define «testigo de los sufrimientos de Cristo y partícipe de la gloria que está para manifestarse». Para la Iglesia el Viernes santo y la Pascua están siempre unidos; la Iglesia es siempre el grano de mostaza y el árbol en cuyas ramas anidan las aves del cielo. La Iglesia, y en ella Cristo, sufre también hoy. En ella Cristo sigue siendo escarnecido y golpeado siempre de nuevo; siempre de nuevo se sigue intentando arrojarlo fuera del mundo. Siempre de nuevo la pequeña barca de la Iglesia es sacudida por el viento de las ideologías, que con sus aguas penetran en ella y parecen condenarla a hundirse. Sin embargo, precisamente en la Iglesia que sufre Cristo sale victorioso. A pesar de todo, la fe en él se fortalece siempre de nuevo. También hoy el Señor manda a las aguas y actúa como Señor de los elementos. Permanece en su barca, en la navecilla de la Iglesia. De igual modo, también en el ministerio de Pedro se manifiesta, por una parte, la debilidad propia del hombre, pero a la vez también la fuerza de Dios: el Señor manifiesta su fuerza precisamente en la debilidad de los hombres, demostrando que él es quien construye su Iglesia mediante hombres débiles.
Veamos ahora el evangelio según san Lucas, que nos narra cómo el Señor, durante la última Cena, encomienda nuevamente una tarea especial a Pedro. Esta vez las palabras que Jesús dirige a Simón se encuentran inmediatamente después de la institución de la santísima Eucaristía. El Señor acaba de entregarse a los suyos, bajo las especies del pan y el vino. Podemos ver en la institución de la Eucaristía el auténtico acto de fundación de la Iglesia. (…) Y entonces se dirige a Pedro. Dice que Satanás ha pedido cribar a los discípulos como trigo. (…) Dios da a Satanás cierta libertad. A nosotros muchas veces nos parece que Dios deja demasiada libertad a Satanás; que le concede la facultad de golpearnos de un modo demasiado terrible; y que esto supera nuestras fuerzas y nos oprime demasiado. Siempre de nuevo gritaremos a Dios: ¡Mira la miseria de tus discípulos! ¡Protégenos! Por eso Jesús añade: «Yo he rogado por ti, para que tu fe no desfallezca» (Lc 22, 32).
La oración de Jesús es el límite puesto al poder del maligno. La oración de Jesús es la protección de la Iglesia. Podemos recurrir a esta protección, acogernos a ella y estar seguros de ella. Pero, como dice el evangelio, Jesús ora de un modo particular por Pedro: «para que tu fe no desfallezca». Esta oración de Jesús es a la vez promesa y tarea. La oración de Jesús salvaguarda la fe de Pedro, la fe que confesó en Cesarea de Filipo: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo» (Mt 16, 16).
La tarea de Pedro consiste precisamente en no dejar que esa fe enmudezca nunca, en fortalecerla siempre de nuevo, ante la cruz y ante todas las contradicciones del mundo, hasta que el Señor vuelva. Por eso el Señor no ruega sólo por la fe personal de Pedro, sino también por su fe como servicio a los demás. Y esto es exactamente lo que quiere decir con las palabras: «Y tú, una vez convertido, confirma a tus hermanos» (Lc 22, 32).
«Tú, una vez convertido»: estas palabras constituyen a la vez una profecía y una promesa. Profetizan la debilidad de Simón que, ante una sierva y un siervo, negará conocer a Jesús. A través de esta caída, Pedro, y con él la Iglesia de todos los tiempos, debe aprender que la propia fuerza no basta por sí misma para edificar y guiar a la Iglesia del Señor. Nadie puede lograrlo con sus solas fuerzas.
Aunque Pedro parece capaz y valiente, fracasa ya en el primer momento de la prueba. «Tú, una vez convertido». El Señor le predice su caída, pero le promete también la conversión: «el Señor se volvió y miró a Pedro…» La mirada de Jesús obra la transformación y es la salvación de Pedro. Él, «saliendo, rompió a llorar amargamente» (Lc 22, 62).
(…) El Señor encomienda a Pedro la tarea de confirmar a sus hermanos con la promesa de su oración. El encargo de Pedro se apoya en la oración de Jesús. Esto es lo que le da la seguridad de perseverar a través de todas las miserias humanas. Y el Señor le encomienda esta tarea en el contexto de la Cena, en conexión con el don de la santísima Eucaristía. En su realidad íntima, la Iglesia, fundada en el sacramento de la Eucaristía, es comunidad eucarística y así comunión en el Cuerpo del Señor. La tarea de Pedro consiste en presidir esta comunión universal, en mantenerla presente en el mundo como unidad también visible. Como dice san Ignacio de Antioquía, él, juntamente con toda la Iglesia de Roma, debe presidir la caridad, la comunidad del amor que proviene de Cristo y que supera siempre de nuevo los límites de lo privado para llevar el amor de Cristo hasta los confines de la tierra.
La tercera referencia al Primado se encuentra en el evangelio de san Juan. El Señor ha resucitado y, como Resucitado, encomienda a Pedro su rebaño. (…) Es el poder del bien, de la verdad y del amor, que es más fuerte que la muerte. Sí, como vemos, su promesa es verdadera: los poderes de la muerte, las puertas del infierno no prevalecerán contra la Iglesia que él ha edificado sobre Pedro y que él, precisamente de este modo, sigue edificando personalmente. (…)
Que nos ayude el Señor a ser, precisamente en este momento de nuestra historia, auténticos testigos de sus sufrimientos y partícipes de la gloria que está para manifestarse (cf. 1 P 5, 1). Amén.
Oración: “San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla. Sé nuestro amparo contra las perversidad y asechanzas del demonio. Reprímale Dios, pedimos suplicantes, y tu príncipe de la milicia celestial arroja al infierno con el divino poder a Satanás y a los otros espíritus malignos que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén.”
Catequesis para menores de 12 años
- Se proclama el evangelio y se ayuda a los niños a recomponer el relato, buscando los detalles.
- Se explica desde las ideas centrales de la catequesis de adultos (el texto anterior).
- Reflexionamos las palabras: “Tú eres Pedro, y te daré las llaves del Reino de los Cielos.”
- En silencio meditamos con el corazón el significado de estas palabras y las compartimos.
Oración: Ángel de mi guarda, dulce compañía, no me desampares ni de noche ni de día. No me dejes solo que me perdería. Hasta que alcance los brazos de Jesús, María y José.
- Cada uno de la familia dice una acción de gracias. Dios Padre, te damos gracias por …
.
- Ahora, cada uno hace una petición. Dios misericordioso, te pedimos por …
.
- Presentación de las ofrendas. En la Pascua, Jesús se ofrece como cordero sacrificado al Padre por nosotros. Ahora nosotros, unidos a Cristo, también podemos hacernos Eucaristía. En este momento, cada uno de la familia, dice cuál es la ofrenda que le presenta a Dios. Ejemplos: ayudar en casa, estudiar, rezar alguna oración, llamar a alguien para saludarlo, hacer un pequeño sacrificio, estar al servicio, etc..
- Oramos unidos a Jesús: Padre nuestro…
- Nos damos la Paz del Señor, como gesto de amor.
- Oramos a María: Bajo tu amparo nos acogemos, santa Madre de Dios; no deseches las súplicas que te dirigimos en nuestras necesidades, antes bien, líbranos de todo peligro, ¡oh siempre Virgen, gloriosa y bendita. Amén
- Comunión espiritual: Creo, Jesús mío, que estás en el Santísimo Sacramento; te amo sobre todas las cosas y deseo recibirte en mi alma. Ya que ahora no puedo hacerlo sacramentalmente, ven al menos espiritualmente a mi corazón. (breve silencio). Y ahora, como si ya te hubiese recibido, te abrazo y me uno todo a Ti. No permitas, Señor, que jamás me separe de ti.
- Oremos: Dios nuestro, que nos alegras en la solemnidad de los apóstoles san Pedro y san Pablo, concede a tu Iglesia que se mantenga siempre fiel a las enseñanzas de aquellos por quienes comenzó la propagación de la fe. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén
Sagrada Familia de Nazaret: Ruega por nosotros.
- Los padres se bendicen entre ellos y bendicen a los hijos, haciendo una cruz en la frente. Nos hacemos la Señal de la cruz diciendo: + El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la Vida eterna. Amen.
Sugerencias:
- Jesús ruega a Dios Padre por Pedro, su elegido, también nosotros recemos siempre por el Papa Francisco.
- Escuchar la homilía de hoy https://www.youtube.com/watch?v=kexpwGjVF40
LA ORACIÓN FAMILIAR
La familia es un santuario donde Dios quiere habitar. Es un lugar sagrado donde se hace presente el amor de las Tres Personas divinas.
La familia cristiana vive de la Palabra y la Eucaristía, haciendo de su casa un templo de oración. Por ello les ofrecemos esta guía de oración personal y familiar,[1] realizada por un sacerdote de Fasta, para las Familias Peregrinas que buscan habitar en Dios. La Oración familiar espiritualiza el ejercicio fundamental de las virtudes morales y teologales en la vida del hogar cristiano.
Para hacer Oración Familiar, dejamos todos previsto: apagamos los celulares y las pantallas, sin prisa por la comida, generamos un ambiente de silencio, etc. De este modo haremos Iglesia en nuestro hogar. Se reúne la familia en una sala de la casa en torno una mesa, cubierta con un mantel blanco, colocamos un crucifijo, una imagen de la Sagrada Familia o de la Virgen María, y en el centro la Biblia junto a una vela encendida. Los padres, o uno de ellos, son los responsables de guiar a los hijos en este momento de oración para entrar en alabanza y diálogo con Dios.
Fraternalmente,
Instagram: familiasperegrinas.fe
[1] Las fuentes son: Diversos comentarios bíblicos de La Biblia, Eunsa, BAC, homilías de los Papas, Padres de la Iglesia, Catecismo de la Iglesia Católica, vatican.va, fraynelson.com, curas.com.ar, catholic.net, aciprensa.com, vaticannews.va, deiverbum.org