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¿Cuál es la voluntad de Dios en mi vida?

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¿Cuál es la voluntad de Dios en mi vida?
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Por Valeria Jiménez Ruiz

Microbióloga, estudiante de la Maestría en Educación de la Universidad de Los Andes e integrante del grupo católico interuniversitario Sin Medida.

Reflexión de un alma y algunas claves para saberlo…

«Venga tu Reino; hágase tu Voluntad así en la tierra como en el cielo» .

Mateo 6, 10.
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“¿Cuál es Tu Voluntad, Señor, para mi vida?”.

Muchas veces estamos caminando por el mundo buscando respuestas, con más interrogantes que afirmaciones claras sobre hacia dónde ir en nuestras vidas. En el caminar de nuestros pasos, nuestro corazón está sediento de encontrar contestaciones de Dios para aquello que le abruma, que le acongoja, que le quita la paz, que le da incertidumbre… Existen a veces escenarios de nuestras vidas en donde parece haber más un panorama borroso que un paisaje claro y despejado, en el que a veces no podemos dilucidar el rumbo de nuestro recorrido. Por ello, seguro le has preguntado alguna vez a Dios (o tal vez le preguntarás): “Señor, ¿Cuál es tu voluntad en mi vida?”, “¿qué quieres de mí?”.

Puede que estén retumbando muchas preguntas en tu mente y corazón para averiguar qué es lo que Dios quiere de ti, dónde te quiere, cuál es tu vocación o de qué modo Él quiere que lo sigas. No sé si en estos instantes estás viviendo un momento parecido a los que mencioné anteriormente, si sea tu caso justo ahora o no… Si sí, te invito a leer la siguiente reflexión personal que sale de lo más profundo de mi corazón y espero te pueda ayudar. Si no estás pasando por algo así, de igual modo te invito a leerlo pues lo más probable es que en algún momento de tu vida te hayas preguntado esas cosas o te las preguntes.

Lo que leerás a continuación, más que ser una clave teológica de cómo discernir la voluntad de Dios o un paso a paso, es una reflexión personal en torno a saber qué es lo que Dios quiere de tu vida y la mía, cuál es Su Voluntad más grande, qué es lo que quiere de cada ser humano que está en este planeta. Por ello, te invito a que puedas leer detenidamente estas palabras, a que dejes por un instante de hacer el resto de las cosas y a que te concentres en Dios y en lo que te quiera compartir en este instante. Para esto, te propongo que ya mismo invoques al Espíritu Santo para que Él mismo sea el que le diga, muestre, inspire y comunique a tu corazón lo que Él quiera a través de lo que estás a punto de leer. Desde ya, gracias por regalarte este tiempo y bienvenido a un increíble buceo en las profundas, inmensas y hermosas aguas de Dios y su Voluntad…

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“Sumérgeme, en el océano de tu Espíritu, Señor”.

¡Bendita pregunta!: “Señor, ¿qué quieres de mí?”.

Justamente con esto me gustaría empezar. Oh, ¡esa bendita pregunta! Esa inquietud que a veces nos quita el sueño o la paz cuando no tenemos una respuesta segura, cuando no nos llega un mensaje a WhatsApp sobre lo que quiere Dios de nosotros, cuando llevamos mucho tiempo esperando alguna señal de Dios o cuando a veces ni siquiera sabemos qué queremos nosotros de nosotros mismos.

Precisamente con relación a esto, lo primero que se me viene a la mente es un verso de la canción “Te Necesito” del cantante Jon Carlo: “te necesito, Dios; te necesito, Dios; ahora mismo” (puedes encontrar el link de la canción en la sección de Bibliografía si deseas escucharla). Y empiezo con este verso porque nos permite recordar y dilucidar que siempre está latente una necesidad de Dios en el corazón del ser humano. Para el tema específico de este artículo, esta necesidad de Dios está relacionada con que nosotros queremos descubrir su Voluntad.

En mi caminar consciente con Dios (y digo “caminar consciente” pues, como dijo alguna vez mi estimado Fernando Merino, escritor de Catholic Link, ‘Él siempre ha caminado conmigo, pero yo no me había dado cuenta de ello‘), he identificado “dos tipos” de Voluntad de Dios: una Voluntad universal y una Voluntad específica. La primera es lo que Dios nos pide a todos los seres humanos las 24 horas, los 7 días de la semana; y la segunda, es de qué manera específica llevas eso a cabo en tu vocación personal. En el presente texto me enfocaré exclusivamente en la Voluntad universal de Dios y en hacerte descubrir algo que a mí me ha cambiado la vida. Espero te guste. ¡Aquí vamos!

La Voluntad universal de Dios para la humanidad entera: “Ámense los unos a los otros como yo los he amado” (Juan 13, 34).

Considero que muchas veces nos podemos “tostar” la cabeza intentando discernir qué es lo que Dios quiere de nosotros, ¡cuando hace más de dos mil años Dios ya nos dejó claro cuál es su Voluntad en nuestras vidas! Sé que te podrá parecer un poco extraño o hasta arriesgado que diga esto, pero es algo de lo que estoy convencida y te diré por qué.

En primer lugar, para argumentar mi punto, debemos partir de la base de entender qué es lo que significa la palabra voluntad. Este término proviene del latín voluntas, -atis y éste a su vez del latín volo que significa «querer, desear, tener la voluntad de». Así mismo, según el Diccionario de la Real Academia Española (RAE), la palabra se le atribuye también a la “gana o deseo de hacer algo” y a la “disposición, precepto o mandato de alguien” (RAE, 2021). En otras definiciones, voluntad también alude a otras cosas, como por ejemplo a “la facultad de decidir y ordenar la propia conducta” (RAE, 2021). Sin embargo, si simplificamos las primeras tres definiciones para relacionarlas con el tema de este artículo, se podría decir que la voluntad es la intención o deseo de una persona. Así pues, cuando en este texto me refiero a la Voluntad de Dios, lo podemos entonces entender como “el deseo de Dios”, “el querer de Dios”.

De este modo, ya habiendo hecho esta aclaración, nos queda entonces más fácil entender que cuando nos peguntamos por la voluntad de Dios en la vida de nosotros, nos estamos cuestionando cuál es su querer, cuál es su deseo. Eso suena muy bello y seguro más entendible que lo que antes entendíamos por el término, ¿no crees? Sin embargo, hay algo que considero que es aún más bello y es que no te debes «quebrar» la cabeza pensando cuál es la voluntad de Dios, porque ¡¡Él ya te la hizo saber a través de Jesús hace mucho tiempo!! ¿Acaso es que no la hemos entendido los seres humanos? ¿Acaso es que hemos sido muy ciegos a ello? Dios ya reveló al mundo su Voluntad universal, su deseo más profundo: que «nos amemos los unos a los otros como Él nos ha amado”. ¡Ese es Su querer más grande y punto!

Entonces, ¿Cuál es la Voluntad de Dios en ti y en mí?

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“Haz mi corazón como el tuyo, Señor”.

Si pudiera escribirle un mensaje de WhatsApp al Sagrado Corazón de Jesús para preguntárselo, me atrevería a decir que lo más probable es que me dijera que Su voluntad ardiente e incansable es que ¡los seres humanos nos amemos y amemos a Dios como Dios nos ama, a su modo, a su estilo, no al nuestro! Dios nos lo ha tratado de decir desde siempre en las Sagradas Escrituras, por medio de la vida, obras y palabras de su propio Hijo y también por medio de la vida de todos los santos. ¿Y qué nos ha tratado de decir? Pues que conozcamos, nos concienticemos, nos apropiemos, vivamos y difundamos cada segundo de nuestra vida su mandamiento nuevo, aquél con el que vino a sellar la Nueva Alianza con la humanidad, aquél deseo que salió de su propia boca a sus discípulos en esa recordada noche antes de la fiesta de la Pascua: “Ámense los unos a los otros como yo los he amado” (Juan 13, 34).

Por ello, podemos ver que la manifestación de la voluntad de Dios a los hombres ya nos ha sido dada por medio de la revelación divina, plasmada en las Sagradas Escrituras y la Sagrada Tradición de la Iglesia, y que lo que Dios quiere es que pongamos en práctica lo que el Evangelista Juan nos recuerda. Y ponerlo en práctica ¡no es cuestión de un día a la semana!, no es cuestión de ser “católicos domingueros” en donde sólo los domingos “sentimos que le cumplimos a Dios en la Eucaristía”, de eso no se trata, ¡sino que es un completo estilo de vida al que Dios nos llama a vivir 24/7, los 365 días del año durante todos los años que vivamos! Y éste es un estilo de vida basados en el Amor (Dios mismo) y el servicio al prójimo. Poner su mandamiento de amor en práctica va a depender de qué tan profundo le permitamos a Dios transformarnos internamente, y esto se perfecciona en la medida en que vamos acercándonos a Él y a su Palabra a lo largo de nuestras vidas.

Así mismo, la Voluntad de Dios la podemos encontrar expresada en la oración del Padre Nuestro, en donde le pedimos con amor que nos la ayude a cumplir. Antes de desarrollar más esta idea, me gustaría mencionar que describimos de muchas formas el Padre Nuestro: la consideramos “la oración más bella y sabia” y/o “la más poderosa” (Alcántara, 2020), y para mí personalmente es “la oración más profunda, hermosa, práctica y universal de todas”.

Digo la más profunda pues en unas cuantas palabras se encuentra condensado todo lo que podemos desear y todo lo que el corazón humano necesita y anhela en cuanto a Dios y en cuanto a su vida. Así mismo, digo la más hermosa porque no hay deseos más puros que los encontrados allí; digo práctica porque le pedimos a Dios que nos ayude a hacer vida lo que Él quiere: que venga su Reino en la tierra, que busquemos siempre su perdón y nos perdonemos entre nosotros, que nos ayude a escogerlo a Él siempre (no dejarnos caer en la tentación). Y digo universal porque es la oración que explícitamente nos recuerda que somos una sola familia humana, que nos dirigimos a Él como “Padre nuestro” y no como “Padre mío”, porque nos hace una sola comunidad orante y que nos ha regalado la gracia de ser todos Hijos suyos y hermanos de Jesús y de todos los seres humanos.

Santo Tomás de Aquino la describió como la oración más perfecta de todas y al respecto escribió:

“En ella no sólo pedimos todo cuanto podemos desear correctamente, sino también en el orden en que conviene desearlo. De modo que esta oración no sólo nos enseña a pedir, sino que ordena también todos nuestros afectos”.

(Alcántara, 2020).

No sé si te habías puesto a pensar detenidamente en lo que le estamos pidiendo a Nuestro Señor en esta oración. El Catecismo de la Iglesia Católica nos indica que son siete las peticiones que hacemos en el Padre Nuestro: tres peticiones justas y específicas para Su gloria: “santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino y hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo”; y luego, cuatro peticiones sobre nuestras necesidades: “danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como nosotros perdonamos, no nos dejes caer en tentación y líbranos del mal” (Alcántara, 2020). Aquí, vemos lo que Santo Tomás de Aquino escribía sobre la prioridad que les otorgamos a las intenciones, de manera que en primer lugar lo ponemos a Él y luego a nuestros deseos, sabiendo que también debemos desear las tres primeras peticiones que le ofrecemos en la oración.

«Okay», pero ¿cómo se relacionan el Padre Nuestro y la Voluntad de Dios?

Ahora bien, para relacionar lo anterior con el tema específico de este artículo, me gustaría que nos detuviéramos en lo siguiente. Justamente en la parte donde decimos “venga a nosotros Tu Reino; hágase Tu Voluntad en la tierra como en el cielo” estamos queriendo expresar nuestro deseo de que el Reino de Dios venga a la Tierra y que lo que Dios quiere, su deseo más profundo, su Voluntad, se haga realidad en nuestro mundo y en el cielo. ¿Y sabes cuál es la respuesta de Dios a esta oración? ¡Tú! Tú y nadie más que tú. Cuando le decimos a Dios estas dos peticiones estoy firmemente convencida que el deseo de Dios es que nos creamos esas palabras que le estamos dirigiendo a Él y que dejemos que el Espíritu Santo actúe en nosotros para ser la respuesta a esa oración y poder traer su Reino de amor al mundo con nuestros actos, pensamientos, sentimientos, palabras y decisiones. ¿Acaso esa no es la Voluntad de Dios? ¿Acaso eso no es construir la Civilización del Amor que Dios quiere para nosotros en la Tierra? ¿Acaso esa no es la prueba tangible de su deseo de que cumplamos su nuevo mandamiento?

Todo esto, todo el dilema de saber cuál es la Voluntad de Dios en los seres humanos, en tu vida y en la mía se puede resumir en que desde siempre Dios nos ha invitado a través de los siglos a aceptar el reto de ser el Cuerpo de Jesucristo. Ese es su deseo, ¡que seamos sacerdotes, profetas y reyes como se nos indica en la triple misión que se nos confiere en el Bautismo! Para mí, esa Voluntad universal de Dios está hermosa y profundamente condensada en las palabras que Santa Teresa de Ávila (1515-1582) escribió en su poema titulado «Cristo no tiene cuerpo, salvo el tuyo»:

«Cristo no tiene cuerpo, sino el tuyo;
no tiene manos, o pies en la tierra, sino los tuyos;
tuyos son los ojos con los que ve la compasión en este mundo,
tuyos son los pies con los que camina para hacer el bien,
tuyas son las manos con las que bendice todo el mundo.
Tuyas son las manos, tuyos son los pies, tuyos son los ojos, eres tú su cuerpo.
Cristo no tiene otro cuerpo, sino el tuyo».

(Sandoval, 2017).
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Créete que el deseo de oro de Dios es que seas sus manos y pies en el mundo.

Y esto en términos prácticos, ¿qué es? ¿qué debo hacer, entonces?

Teniendo en cuenta lo que Santa Teresa de Ávila nos dice, y respondiendo a la pregunta ¿qué es lo que Dios quiere de ti?, pues te digo que es esto y nada más que esto: ¡que propendas siempre en ser como otro Jesús más en el mundo y que seas esas manos y pies de Cristo en la Tierra! Estoy firmemente convencida de que cuando le dices a Dios “venga a nosotros tu Reino”, Dios quiere que tú creas que lo que le estás pidiendo no va a pasar de manera extraña, mágica, externa y ajena a ti, sino que Él te responde a esa oración diciéndote que “quiere que tú seas ese constructor del Reino de Dios en donde estás ahora”. El Reino no va a venir si cada uno de nosotros no es un alfarero suyo. Por eso, para mí, si quieres hacer la voluntad de Dios en tu vida, debes creerte ese poema y pedirle a Dios que te ayude a poner en obra esas palabras de Santa Teresa de Ávila y asumir el llamado de encarnar las peticiones que San Francisco de Asís pide en su oración “Hazme un instrumento de tu paz”:

“Señor, haz de mí un instrumento de tu paz.
Que allá donde hay odio, yo ponga el Amor.
Que allá donde hay ofensa, yo ponga el perdón.
Que allá donde hay discordia, yo ponga la unión.
Que allá donde hay error, yo ponga la Verdad.
Que allá donde hay duda, yo ponga la Fe.
Que allá donde desesperación, yo ponga la esperanza.
Que allá donde hay tinieblas, yo ponga la luz.
Que allá donde hay tristeza, yo ponga la alegría (…)” * (Aciprensa, s.f.)

Muy claro y hermoso, ¿no? Todo ello es a lo que Dios nos invita para poder construir su Reino en la Tierra. ¿Y entonces qué es construir el Reino de Dios? Pues para mí es algo muy concreto, práctico y simple (digo “simple” no porque sea fácil, sino porque es algo específico que no es difícil de entender): que vivamos los valores Evangélicos cada día, siendo Dios la fuente de agua viva, de donde provienen y a donde iremos, fin. El deseo que tiene Dios para todos los creyentes, y estoy segura de que también lo quiere para los no creyentes, es que pongamos por obra el Evangelio y es en cada uno de los actos tan cotidianos, sencillos y rutinarios que nos pide que lo hagamos. No hay que hacer algo extraordinario o “mil y una maromas” para creer que nos ganamos el amor de Dios, ¡Él ya nos lo dio porque nos ama, porque Él es el Amor mismo! Tenemos que aceptarlo con humildad y gratitud y pedirle que Dios haga maravillas en nosotros al dejarlo transformar todo lo que somos para que se haga su Voluntad universal aquí y ahora.

¿Y cómo sabemos si estamos haciendo el deseo universal de Dios, el de Juan 13, 34? Mirando cómo actuamos, pensamos, sentimos, decidimos… En fin, mirando cómo vivimos. Hacer un examen de conciencia sincero respecto a estas preguntas te puede ayudar a reflexionar en torno a ello; piensa: ¿Cómo te relacionas con Dios? ¿Cuál es el centro de tu vida? ¿Cómo te estás relacionando con los demás? ¿Cómo tratas a los miembros de tu familia, a tus amigos, a los desconocidos de la calle o a los que piensan diferente a ti? ¿Estás pidiendo perdón a quienes has lastimado, y de qué manera? ¿Cómo estás perdonando a los demás? ¿Estás siendo honesto con Dios, con los demás y contigo mismo sobre quién eres y lo que haces? ¿Cómo te acercas a quien está en la calle? ¿Qué haces? ¿Cómo estás llevando tus relaciones de noviazgo? ¿Cómo estás sirviendo en tu vida? ¿Estás actuando por ganar reconocimiento y fama en tu contexto? ¿Estás “mendigando amor” al buscar a las personas? ¿Cuáles son los intereses que mueven tus decisiones? ¿Sientes envidia de los demás, te mueve la soberbia o el ego? ¿Cómo ves al que se equivoca?: ¿acaso eres de los que tira piedra como la muchedumbre a la prostituta o actúas como Jesús lo hizo? ¿Acaso eres un fariseo más, un miembro del sanedrín o, por el contrario, un samaritano? ¿Eres como María que se entrega al servicio con determinación y valentía, con confianza y amor? ¿Eres como el paralítico que se deja ayudar de Dios y los demás, o tu ego no te deja ver que te puedes equivocar, que no te las sabes todas y que no eres perfecto? ¿Eres el hijo arrepentido que va a la casa de su Padre de nuevo en búsqueda de perdón o eres el hijo que se cree santo, fiel y perfecto? Estas y muchas preguntas más pueden ayudarnos a reflexionar. A la final, la pregunta grande que nos debemos hacer es “¿cómo estamos amando?”.  

Así, es en la manera cómo actuamos, vivimos, pensamos y decidimos que caminamos a la santidad, pues ella no se trata de hacer algo increíble y grande un día de la vida, sino de actuar como Dios en lo más rutinario y pequeño todos los días. A la final, lo que debes preguntarte frente a cualquier situación es “¿qué haría Jesús en mi lugar?”, y actuar a partir de ello. Eso es lo que Dios quiere, para poder ser su cuerpo en el mundo.

¿Y cómo se logra esto? ¿Cómo se logra hacer la voluntad de Dios?

Pue acercándote a Él, conociéndolo a Él a través de las Sagradas Escrituras, formándote, pidiendo al Espíritu Santo y dejando que sea Su fuego que te transforme, que te haga todo de nuevo, que renueve todo lo que dentro de ti necesita ser amasado para poder ser un renovado cuerpo andante de Jesús, uno que come, baila, escucha música, lee, estudia, viaja, pero que quiere ser como Jesús lo fue y lo sigue siendo. ¿Acaso eso va a pasar por obra de magia? ¡No! Por eso necesitamos la ayuda del Espíritu Santo y su gracia para ponernos la camiseta del equipo de Dios, salir a la cancha y encarnar las enseñanzas de Jesús, las bienaventuranzas y su nuevo mandamiento. Y encarnarlas con todas las personas que habitan este planeta: con tu familia, amigos, vecinos, pero también con el celador, el habitante de calle, los vendedores ambulantes, los políticos, los niños, los migrantes, e incluso las prostitutas y ladrones, ¡con todos!, pues el mismo Jesús nos enseñó cómo hacerlo. No sólo es que seas constructor del Reino en tu comunidad, grupo o congregación, pues aplicarlo allí es fácil, el reto es que seas alfarero del Reino de Dios en el mundo donde las cosas no son siempre como Dios anhela.

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“Tan cerca de mí, tan cerca, tan cerca de mí; que hasta lo puedo tocar, Jesús está aquí. Míralo a tu lado por la calle, caminando entre la multitud. Muchos ciegos van, sin quererlo ver, llenos de ceguera espiritual”. ¡Señor, que te veamos siempre por donde vayamos, cuando sea, con quien sea!

Sabemos que no es para nada fácil, pero como diría Esther Hernández, una amiga misionera de República Dominicana que quiero mucho: “no es una misión imposible, sino una misión urgente”. Cristo te promete la cruz en el camino, pero también te promete que te da la fuerza para cargarla. Y te aseguro que seguirlo es la mayor aventura de amor que jamás podrás emprender. ¡Te deseo en realidad que tu deseo sea hacer realidad Su deseo! Un juego de palabras, ¿no? Pero de verdad, estoy convencida de que Dios quiere esto, esta es parte de su Voluntad. De nada te sirve saber muchos versículos de memoria si tu vida no está llena de obras que los demuestren; de nada sirve una mente llena de conocimiento si hay un corazón vacío de amor; de nada sirve hacer prácticas religiosas si a través de ellas no le pides ni dejas que Dios, a través de su Espíritu Santo, vaya transformando y afinando tu corazón como el de Él. Por ello, hoy te invito a que te preguntes con corazón sincero, si ¿estás realmente haciendo la Voluntad de Dios en tu vida?

Y ¡ojo! Una aclaración que me parece importante hacer para evitar malas interpretaciones, es que recuerda que todo este artículo no pretende significar que debamos tener una visión antropocéntrica de la fe o algo similar, y tampoco quiero que entiendas que todo depende de nosotros o que nosotros seamos el centro. ¡No! Recuerda siempre que el centro es Dios, en sus tres hermosas y perfectas Personas, y mi punto es que Él quiere hacerte partícipe de su misión en el mundo y que lo que debes hacer es dejar que Él actúe en ti y que por medio de tu persona pueda venir el Reino a nosotros y nosotros vayamos a su Reino Celestial al morir. Todo lo que he dicho no es una visión meramente enfocada en este mundo, o centrado en el ser humano y en nuestras propias fuerzas, sino que el gran mensaje que quiero que te lleves y a lo que me he referido todo este tiempo es que Él cuenta contigo para que su Voluntad se pueda hacer en la tierra a través de las fuerzas, gracias y virtudes que Él te da. Así mismo, nunca va a vulnerar tu libertad de seguirlo, pues se contradeciría a sí mismo, y te invita a que Él sea tu motor para que su Reino venga a la tierra a través de Ti por medio de la acción de Él en tu corazón.  

Conclusiones

Luego de todo esto, entonces, ¿te queda alguna duda de qué es lo que Dios quiere de ti? Las claves para saberlo, son:

Su Voluntad la ha manifestado en las Sagradas Escrituras con su mandamiento nuevo,

Jesús mismo lo dijo a sus discípulos en la noche antes de la fiesta de la Pascua (Juan 13, 34) y

Se la pedimos en la oración del Padre Nuestro. Le pedimos a Él que “venga a nosotros Su Reino” y quiere que nuestro deseo sea auténticamente ese.

Por ello, saber cuál es su Voluntad ya no es tarea difícil, ya te la ha dejado clara. Y la cuestión de “en dónde” o “de qué modo”, para mí, radica en dos cuestiones: entender que SIEMPRE Dios te invita a hacer su Voluntad y discernir, ya de manera más personal, tu vocación específica.

En relación a la primera cuestión de “en dónde” y “de qué modo”, me permito decir lo siguiente: ¿Dónde? Pues en todo lugar en el que tu estés, en cada paso que das, con cada persona con la que te relacionas, en cada segundo de tu vida. Y eso, precisamente, es caminar hacia la santidad: poner en práctica el Amor de Dios en nuestro día a día. ¿De qué modo? Pues con tus pensamientos, palabras, obras y decisiones. Ahora bien, en relación con la segunda cuestión, ya pasaríamos a hablar de la vocación específica que el Señor te hace a ti “como una llamada más directa al contestador de tu corazón”. Sin embargo, sea cual sea el sendero, independientemente de por medio de cuál vocación hagas realidad el sueño de Dios, ya sabes que su Voluntad es que “ames a los otros como Él te ha amado” (Adaptado de Juan 13, 34).

En este artículo me referí más a la voluntad universal de Dios para la humanidad, así que espero en otro momento poder ahondar entonces sobre la vocación específica y su discernimiento. Ya será para otra ocasión si es posible y Dios lo permite, pero por ahora te digo que sea cual sea tu vocación, la clave es que a través de ella hagas y practiques la Voluntad universal de Dios, que espero haya quedado clara en este texto.

Finalmente, me gustaría cerrar animándote a que le pidas a Dios en la oración que te permita ser un constructor de su Reino en la tierra, y que, si de corazón deseas cumplir el sueño de oro más grande de Nuestro Señor, te invito a que le pidas la ayuda, la valentía, la alegría y la fe para poderlo hacer con todo tu cuerpo, con toda tu alma y con todo tu corazón. ¡A desempolvar la camiseta del equipo de fútbol de Dios y a ir a la cancha, que es tu vida misma, a darla toda por Él, porque Él ya la dio toda por ti!

Los dejo con esta oración del Padre español Ignacio Larrañaga. Podría decir que es de mis favoritas y considero reúne la invitación que Jesús nos hace con su nuevo mandamiento: que vivamos, como el título de la oración lo dice, “A la luz de Su figura”.

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Seamos siempre a la luz de tu figura, Jesús.

“Señor Jesucristo, que tu presencia inunde por completo mi ser, y tu imagen se marque a fuego en mis entrañas,  para que pueda yo caminar a la luz de tu figura, y pensar como Tú pensabas, sentir como Tú sentías, actuar como Tú actuabas, hablar como Tú hablabas, soñar como Tú soñabas, y amar como Tú amabas.

(…)   Los que me ven, te vean.    Y llegue yo a ser una transparencia de Tu Ser y de Tu Amor.

Amén.

(Padre Ignacio Larrañaga, 2016).

*[N. de R.: Hoy se sabe que –pese a su popularidad– esta oración ha sido erróneamente atribuida a San Francisco de Asís, y que incluso no corresponde a la espiritualidad franciscana. Fue publicada a manera de estampa por un sacerdote, quien la compuso, y detrás puso una imagen del santo, lo cual dio origen a la confusión].

Bibliografía:

Imágenes:

Imagen portada: Conejo, D. (s.f.). Orando contemplando maravillas de Dios. Cathopic. Tomado el 12 de febrero del 2021 de: https://www.cathopic.com/photo/60-orando-contemplando-maravillas-dios

Imagen 1. Cathopic. (s.f.). Grandeza del mar. Cathopic. Tomado el 12 de febrero del 2021 de: https://www.cathopic.com/photo/7799-frente-grandeza-mar

Imagen 2. Juarez, Gera (s.f.). Sagrado Corazón de Jesús. Cathopic. Tomado el 12 de febrero del 2021 de: https://www.cathopic.com/photo/15891-sagrado-corazon-jesus

Imagen 3. Parroquiamadridejos (s.f.). Unidad Iglesia Joven. Cathopic. Tomado el 12 de febrero del 2021 de: https://www.cathopic.com/photo/13038-unidad-iglesia-joven

Imagen 4. Paula, R. (s.f.). Jesús sin hogar banco. Cathopic. Tomado el 12 de febrero del 2021 de: https://www.cathopic.com/photo/21626-jesus-sin-hogar–banco

Imagen 5. Fertoledo. (s.f.). Rostro de Cristo. Cathopic. Tomado el 12 de febrero del 2021 de: https://www.cathopic.com/photo/15690-rostro-cristo

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